“Me reconozco un poco talibán de las palabras, un poco nazi gramatical”
Yo, que soy de letras y creo, modestamente, que no suelo cometer faltas de ortografía, me encuentro “entre dos aguas” o con el corazón partío ante dichas faltas.
Por una parte, jamás se me ocurriría criticar a la gente que, por desconocimiento, cae en alguna de estas. Afortunadamente, el analfabetismo está prácticamente erradicado en nuestros días y en nuestra sociedad, si bien es cierto que algunas personas no están tan familiarizadas con el uso de la lengua escrita como para llegar a diferenciar si una palabra se escribe con “b” o con “v”.
Por otro lado, si el lenguaje es vehículo para la comunicación, y el mensaje que queremos transmitir se entiende, aun con errores gramaticales u ortográficos, ¿no tendría que bastar con eso?
Vayamos por partes, como dijo Jack el Destripador. La llegada de las redes sociales ha hecho que se pierda la costumbre de escribir cartas; eso, añadido a que cada vez se lee menos, propicia que cuando escribamos lo hagamos rápido y a veces mal.
No hablo de utilizar abreviaturas, en eso sí que no puedo decir que no me incluya (una “q” por “que”, un “tb” por “también”…); me quiero referir a gente que incluso habiendo estudiado una carrera, tiene unos errores garrafales, de desconocimiento total y absoluto de las reglas.
Recuerdo hace unos años que en unas oposiciones al cuerpo de maestros se penalizaron tanto las faltas que bajó considerablemente la nota de los opositores.
Pero también entiendo que si están las Academias, las normas o las reglas, son para cumplirlas y homogeneizar criterios. Por supuesto que sería mucho más fácil si no hubiera “bes” ni “uves”, ni “haches” a principio de palabra.
En esto me reconozco un poco talibán de las palabras, un poco nazi gramatical: ver una falta me saca un poco de mis casillas si la persona de la que viene es leída e instruida.
No imagino leer un libro, un artículo o lo que sea teniendo que averiguar si lo que se ha querido poner es esto o lo otro.
No creo que eso signifique que tenga problemas de socialización, o que no pueda ser guay o maja. Quiero decir que en el habla, por ejemplo, no voy corrigiendo a la gente que dice “haiga”, no soy tan puntillosa; pero me chirría por dentro, igual que si veo un “haber si quedamos”.
En fin, que cada uno tiene sus manías, y una de las mías es la de la ortografía.
Elena Rodríguez
Docente discente