Con la venia: Querida amiga, recibí tu nota de dudas llena. En la presente te cuento que haré yo.
Ante todo achantar la muy, sin comentarlo ni con la espalda del espejo. No sea cosa de que también refleje algo el dorso este, y se acaben enterando quienes no conviene que sepan del asunto.
Ya fui peloso un par de veces; conozco los picotazos de alimochas y palomos, y no necesito dosis de recuerdo. Por tanto no celebraré el suceso en forma alguna.
Además, teniendo tanta mucha plata no me hará falta una poca fama, y menos televisiva. Así que los sufridos cámaras que cubran la noticia, ya pueden grabar la alegría vicaria de las vecindonas, las sonrisitas de sus criaturos y el husmeo de los ojeadores. A mí, nadie nacido de mujer me verá -jamás- destaponando una botella de cava barato y semiseco, ante la puerta de la Afortunada, la Suertuda, o como carajo se apode la Administración expendedora.
Ni que decir tiene que me haré cargo del montante en tiempo y forma, pero será mediante Gabinete Legal interpuesto -bien atado con cláusula leonina de confidencialidad- y repartiendo los huevos en varias cestas bancarias.
A continuación, planeo obtener los nombres de las cinco más reputadas Clínicas Mayo que queden en el planeta, hacer una tría ponderada, y redactar un contrato -a petit point- que refleje lo que quiero.
Mi lista sanitaria de la compra es simple; un UltraMegaSuperTAC que deje ver por tajadas -de a micra si se puede- el estado de mi maquinaria biológica, tres valoraciones de equipos independientes, asesoramiento sobre las soluciones propuestas, e ingreso en la Clínica elegida.
No adoro los quirófanos, pero esta isla de piel que habito ya ha sufrido erosiones, tormentas, y terremotos, así que tengo cataratas, arenales, y barrancos para remozar. Destas obras serán herramientas inevitables: bisturí, cizalla, garlopa, lima, puntales, hormigón, y titanio. Mal que me pese.
En cuanto a estética facial, poca cosa pido. Si acaso una bleflaroplastia, pero ni un retoque más. Si con esta cara me anduvo movidita la vida sentimental, no quiero pensar en ser acaudalao y encima guapo.
Prevengamos pues el buen orden en las cosas del cuore, que hablamos de mi futuro, y lo quiero como el de una vaca suiza campeona de concursos; muúsuave, muúdorao, y muúmuúlargo.
Te confieso, con un poco de vergüenza, que cuando empecé a guionizar la gestión de los dineros, se me ocurrió la bobá de incluir un implante capilar serio y abundoso. Me imaginé con tupé, aladares, cola de caballo, mostacho borgoñón, y patillas de boca de hacha. Luego hice un par de bocetos sobre unas fotos mías, me atraganté de la risa…y se me pasó la pajarraca.
Sabe también que, como consecuencia de una cláusula glandular, habrá una conditione sine qua non en el contrato con la Clínica: el resultado será sometido a una prueba testoterónica, y del éxito desta dependerá el pago.
He diseñado el siguiente proceso: el Cobrador que designe la Clínica, y su familia, serán invitados a Peñíscola durante un mes, con absolutamente todos los gastos a mi cargo. El último día de la estancia, el citado Cobrador vendrá conmigo a un bazarito para turistas, donde compraré uno desos sombrerazos supuestamente mejicanos.
Rápidamente nos trasladaremos a la playa, donde estará esperando para levantar el acta de la prueba, un ilustre Notario -de un ilustre Colegio- con los escribas que necesite.
Reunidos los concernidos, yo -con un tanga sucinto por toda ropa- me acercaré a la orilla y mojaré el sombrero en la mar. Para que pese un poco.
Acto seguido, frente al ilustre Fedatario Público, dejaré deslizarse el tanga hasta mis tobillos, no sin antes taparme de cuello a rodillas con el húmedo chambergo el cual, ya caído el taparrabos, procederé a colgar de mi AhíAbajo.
Entrelazaré mis manos sobre mi cabeza, y pasados veinte minutos sin caerse el sombrerón, el cobrador recibirá de inmediato un cheque por el doble del importe de la factura.
En el caso de que la Ley de la Gravedad pueda con los resultados del tratamiento médico, y yo quede expuesto al asombro de las gaviotas, no habrá plata. Aunque tampoco plomo. Pero sí una demanda millonaria por incumplimiento de contrato, que en el estado de Florida interpondré contra la Clínica, y ganaré según costumbre.
Arreglados mis órganos e instrumentos, me tocará ocuparme del grueso de la plata. Ya te digo que constituiré una Fundación con fines científicos y musicales, cuya primera función será becar, con largueza, a los doce peores estudiantes de Biología Marina que haya en la Europa Meridional, y enviarlos a que me busquen una concha bivalva no clasificada aún, a la que nombraré Manola Gloriosa, para que así conste en los anales de la Malacología. Amén.
La sección musical de la Fundación correrá a mi cargo y la ejerceré…silbando. Consecuentemente se donará a la bella población de Andújar de una estatua de Francisco Rodríguez, más conocido como Kurt Savoy. Y ya.
Ítem más: la Fundación acogerá a mis consanguíneos en su seno, con opíparos sueldos, para que descansen de los sustos que les di en el pasado.
En resumen, querida; que la primera y más importante inversión será en mi propia salud. Después apalancaré la plata lo mejor que se pueda y, tras dejar a los deudos situaditos…¡A vivir!
Por cierto, que no se me olvide decírtelo; sabes que compré una serie entera y te regalé la mitad -no un simple décimo- porque eres mi amiga, y quiero verte muchos años tan esplendorosa como siempre, feliz, y bien cargada de plata.
Haz lo que quieras con la tuya -no faltaba más- pero debo avisarte de un mal que te amenaza. Por favor te lo pido: no sigas la doctrina de San Pobretónides Aeropagita. Abstente de comprarte un piso, un coche, y un viaje. O de repartirlo todo entre los tuyos para hacerlos felices de narices.
Esas acciones traen mala suerte, y alejan la baraka. Como las perpetres, en tres años te quedarás sin un puto baró Consulta las estadísticas si no me crees.
¿Qué tal si escuchas ahora a George Benson, señalando que nuestra próxima cita será On Broadway?
Entre tanto tarareas recibe un beso de tu
Manolodíaz.