Está ya claro que Alexéi Navalny ha sido intoxicado con una sustancia -sin determinar todavía- que pertenece al grupo de los inhibidores de la colinesterasa. Que se ha atentado contra la vida del principal opositor político al régimen de Vladimir Putin en Rusia. En un intento de eliminar a Alexéi Navalny -o dañar seriamente su...
Está ya claro que Alexéi Navalny ha sido intoxicado con una sustancia -sin determinar todavía- que pertenece al grupo de los inhibidores de la colinesterasa. Que se ha atentado contra la vida del principal opositor político al régimen de Vladimir Putin en Rusia. En un intento de eliminar a Alexéi Navalny -o dañar seriamente su salud- como posible rival a la línea Putin, representante de la oligarquía rusa. Es decir, Moscú no solo envenena a espías, también a políticos que se enfrentan al gobierno.
Navalny ingirió una sustancia incorporada al té que bebió en el aeropuerto de Tomsk -ciudad en el distrito federal de Siberia a unos 2.900 kilómetros al este de Moscú-, y que los médicos del hospital de Omsk -ciudad siberiana donde aterrizó de emergencia situada a una hora y media de Tomsk en avión- solo diagnosticaron como “un desorden metabólico y una caída aguda de los niveles de azúcar en sangre”, que le llevó a entrar en estado de coma.
En Berlín, el hospital Charité, donde Navalny está ingresado, ya ha determinado la existencia de la intoxicación por sustancia perteneciente al grupo de los inhibidores de la colinesterasa (una enzima que participa en el proceso neurotransmisor). Y está siendo tratado con un antídoto, la atropina. Grave, pero sin que peligre su vida ahora, aunque con posibilidades de serias secuelas neurológicas.
Navalny es el principal opositor político al régimen de Vladimir Putin al que critica por ser expresión de la corrupción de la élite dominante en Rusia. En esta ocasión volvía de Siberia, donde había estado apoyando a los candidatos de su coalición para la jornada electoral unificada del próximo 13 de septiembre, porque coinciden comicios locales, provinciales y regionales.
Navlany ha sido acusado, por el gobierno ruso, de “malversación” y ha sido detenido en varias ocasiones por distintas acusaciones. Pero también ha sufrido varios atentados. En 2017, al salir de su oficina en Moscú, le atacaron con un antiséptico lanzado a los ojos que casi le deja ciego. En julio de 2019, mientras estaba en la cárcel sufrió un envenenamiento con un producto químico, que los médicos diagnosticaron como una reacción alérgica a alguna sustancia tóxica.
Navalny se ha centrado sobre todo en la lucha contra la corrupción y ha puesto en marcha proyectos para analizar los contratos de adjudicación de la administración y denunciar las operaciones sospechosas. En 2012 creó el Fondo de Lucha contra la Corrupción (FLC). Desde entonces el FLC ha sufrido registros sistemáticos no solo en sus oficinas centrales de Moscú sino también en las filiales regionales del resto de Rusia, y se le han requisado ordenadores y congelado las cuentas de sus colaboradores y familiares.
Las investigaciones y denuncias de Navalny se han concentrado en una larga lista de prácticas corruptas de altos cargos del gobierno y del Estado ruso que van desde el ex jefe del Gobierno y ex presidente de Rusia, Dmitri Medvédev, pasando por el jefe de la Guardia Nacional de Rusia, Víctor Zólotov, hasta la directora del canal RT, Margarita Simonián.
Aunque Navalny dedica la mayor parte del programa electoral a la corrupción, ha planteado otras medidas políticas como pueden ser aumentar el salario mínimo, elevar las pensiones por encima del nivel de subsistencia, impulsar la educación gratuita, mejorar el servicio de salud, desgravar a trabajadores autónomos y pequeños emprendedores, y gravar con altos impuestos a las grandes empresas.
En asuntos de política exterior, se pueden concentrar en estas recientes declaraciones suyas: “Los cientos de millones que está desperdiciando Rusia en la guerra en Siria y Ucrania, es mejor gastarlos en mejorar la vida en los hogares rusos”, porque “en el mundo de hoy es más rentable ser amistosos con otras naciones y comerciar que combatir”.
Pero no ha sido Navalny el único opositor en sufrir atentados y envenenamientos. Anna Politkóvskaya -periodista rusa que realizó reportajes sobre la Segunda Guerra Chechena y los delitos cometidos por el bando ruso- sobrevivió a un primer envenenamiento -con una sustancia disuelta en un té- en 2004, pero fue encontrada muerta a balazos en su piso de Moscú en 2006.
Vladímir Golovliov, diputado del extinto partido Rusia Liberal, falleció tras ser tiroteado en 2002 en Moscú. Serguei Yushenkov -también diputado de Rusia Liberal- murió igualmente por disparos en la espalda en Moscú en 2003. Natalia Estemírova -periodista que denunció los abusos rusos en Chechenia- fue secuestrada en 2009 y apareció muerta con disparos en la cabeza.
En 2015, el opositor ruso Vladimir Kara-Murza, de 38 años, vicepresidente de Open Russia sufrió un fallo renal agudo por elevadas proporciones de manganeso, cobre, mercurio y zinc en su sangre. Fallo renal que se repitió un año más tarde por substancias tóxicas desconocidas.
En 2018, Piotr Verzilov perdió la vista, no podía hablar y no reconocía a su compañera. Trasladado desde Moscú al hospital donde ahora está Navalny en Berlín, fue tratado por envenenamiento por sustancia desconocida. Pudo recuperarse. Estaba trabajando en una película sobre tres periodistas rusos asesinados que investigaban la presencia de mercenarios rusos en la República Centroafricana.
La Rusia actual es más conocida en los medios occidentales de comunicación porque envenena a espías rusos que se van -o a agentes dobles- a países de Occidente.
Los dos casos más divulgados son el de Alexánder Litvinenko, que fue agente del servicio secreto ruso KGB como también el mismo Putin. Huyó a Londres con su familia en 2000. Denunció los métodos criminales del KGB, en los que había participado. Posteriormente afirmó que Putin había encargado matar a la periodista Anna Politkóvskaya en 2006. Ese mismo año sufrió un envenenamiento con el radioactivo polonio-210 durante una comida en un restaurante en Londres. Y falleció tras varios fallos cardíacos.
El otro es el de Sergei Skipal -uno de los pocos espías envenenados que no ha muerto- que en marzo de 2018 se salvó de la intoxicación con un componente químico de tipo militar y fabricación rusa, denominado Novichok, que ataca el sistema nervioso. Y ello gracias a que fue encontrado desmayado, junto a su hija, por una pareja de sanitarios en Salisbury (Inglaterra).
Aunque la superpotencia URSS, socialfascista y socialimperialista ya implosionó hace tiempo, algunas siniestras actividades criminales siguen desarrollándose por los actuales régimen y Estado rusos.