Más allá de la belleza del cuadro y la dignidad de los representados, la Adoración de los Reyes Magos que pintó en 1475 nos cuenta una historia muy muy terrenal.
La Galleria degli Uffizi conserva esta obra de uno de los pintores más admirados, Sandro Botticelli. No fue el único en destacar notoriamente en su familia, pues Botticelli no era el apellido del artista sino el mote de uno de sus hermanos, que podemos traducir como “botijo” aunque no queda claro sí lo ganó por empinar el codo o por su gordura.
Este es un botón de un amplio muestrario de motes convertidos en nombres entre los pintores del renacimiento italiano, pero centrémonos en el cuadro.
Al fondo a la izquierda, bajo las ruinas del templo romano —y pagano, época de sombras que quedan atrás tras el nacimiento de Jesús— vemos a los pastores que se acercaron el 24 de diciembre a adorar al Niño. Ese día queda lejos, y lo que muestra la pintura es la llegada de los Sabios de Oriente, quienes llegaron a Belén siguiendo la estrella cuya luz penetra por el techo. Aquí han pasado los trece días que la tradición indica que tardaron en llegar desde su nacimiento, y que sus Majestades siguen manteniendo trayendo los regalos en la madrugada del 5 al 6 de enero.
El cuadro se pintó y mostró públicamente en una iglesia florentina, ciudad donde la llegada de los Reyes Magos se celebraba con un especial boato, recreando la cabalgata de sus Majestades en la fiesta de la Epifanía. No en balde, Colonia conservaba las reliquias de los tres Sabios, y eran considerados por toda Europa como los patronos de los peregrinos, los viajeros y los comerciantes por su largo viaje, y pocos lugares le debían tanto al comercio en el siglo XV como Florencia, ya que a esta actividad debía su riqueza e independencia por igual.
Es fácil adivinar quienes son los Reyes, pero quizá el lector se haya percatado de un detalle: los monarcas no portan coronas sobre sus cabezas, y con este detalle comienza realmente la gracia del cuadro.
Las efigies de estos personajes son retratos que toda Florencia reconoció: Melchor, apunto de besar los pies del Niño, es Cosme de Médici, quien fuera el hombre más rico de la ciudad y que convirtió la banca Médici en la más grande de Europa, con sucursales en ciudades tan lejanas como Londres y Brujas. Con sus tejemanejes, Cosme se convirtió en el dirigente político de Florencia pero respetando la ficción de que la ciudad era una república, puesto que el pueblo siempre pudo ir a votar, aunque él y sus hijos se encargaron por medio de sus adeptos de que fueran elegidos hombres de su confianza. Así se entiende lo dicho anteriormente, pues ningún símbolo puede ser más execrable en una república que una corona, y si la hubieran lucido la lectura del cuadro sería de denuncia a un régimen monárquico en la sombra. Los Médici sentían una devoción especial por sus Majestades de Oriente, convirtiéndolos Cosme en los patronos del palacio familiar, apareciendo él, su hijo y su nieto en las pinturas de la capilla familiar del edificio entre el séquito de los Reyes Magos.
En la figura de Gaspar se aprecian los rasgos del hijo de Cosme, Pedro, y en Baltasar los de su nieto, Lorenzo, dirigente en el momento que se pintó la obra del clan de los Médici, ya que tanto su abuelo como su padre habían fallecido cuando se realizó el cuadro. Botticelli idealizó sus rasgos, pues Lorenzo tenía fama de feo, y a juzgar por otros retratos más afines a la realidad, merecida.
Con todo lo dicho, es lógico pensar que fuese Lorenzo el comitente de la obra, pero no fue así. Es más, tan siquiera tenemos documento alguno que invite a pensar que hubiese podido intervenir o cómo reaccionó tras la aparición pública de la pintura.
La persona que encargó la obra aparece también en el cuadro, en el flanco derecho, vestido de azul, cabelló blanco y una mano enguantada con el índice apuntando al pecho, claro gesto que podemos traducir en el casticismo de la Terreta como “això ho pague jo”. Se trata de Guasparre del Lama, hijo de un barbero y de primer oficio los documentos nos muestran a este donante como ayudante de farmacéutico.
Debió ser un tipo espabilado, y con la herencia de su padre y la dote de su matrimonio empezó a moverse por el mundo de los negocios, comenzando a trabajar como agente de cambio. Así, pasó de quejarse por ganar apenas 30 florines al año a ganar 556 por la venta de dos casas y algunas tierras, e incluso pudo “presumir” de comprar por 50 una esclava turca. Nunca sabremos porqué pidió a Botticelli que representara a los Médici en esta pintura dedicada a los Magos de Oriente y por tanto a su santo patrón (Guasparre en castellano es Gaspar), pero si podemos especular: ¿debía parte de su riqueza a favores de Lorenzo? ¿quería ganárselo para pedirle algún favor? ¿admiraba realmente a los Médici hasta el punto de ponerlos como protagonistas en una pintura que pagaba él? A falta de la aparición de algún documento que diga lo contrario, quien esto escribe piensa que simplemente estaba intentado hacerles la pelota.
Se podrían escribir páginas y páginas sobre este cuadro, pero lo vamos a dejar con un último detalle. Si miran a su derecha, verán en el extremo un personaje vestido de mostaza anaranjado que les mira directamente a los ojos. En el siglo XV sucede un despertar de la consciencia del “yo” que responde en pintura con la necesidad de retratos realistas. Ya sea para una galería de familia, la aparición como donante o el simple deseo de mostrarse uno tal y como se ve a sí mismo, los retratistas capaces de plasmar a la perfección un rostro eran muy cotizados. Quién les mira es el propio Sandro Botticelli, un artista muy joven cuando hizo esta pintura con ganas de comerse el mundo. Esta obra tenía por destino Santa Maria Novella, una de las iglesias más concurridas de Florencia y él lo sabía, así que debemos entender su gesto como un acto publicitario al estilo de: “¿reconoce a los Médici? ¿a qué están bien retratados? Si quiere un trabajo de esta calidad para usted, páreme al verme por las calles de Florencia y acordaremos un precio”.
Acabo aquí, pero déjenme antes que les desee un buen año y que pasen un feliz día de Reyes.
Marc Borrás Espinosa. Investigador del Centre d’Art d’Època Moderna. Universitat de Lleida.
Imagen de la obra: wikipedia.org