Con la venia: María tiene un problema...
…y yo tres, porque esta noche tendré que analizar, reflexionar y decidir como arreglo el asunto. Es tarea seria, así que la haré al estilo francés: sin previos descartes, con orden, método, y media botella de Ricard que sobró antier.
En principio está claro que al anciano que ahora soy, una bella mujer le está pidiendo un pequeño préstamo. Pero, aparte de que no tengo un baró, me indispone que lo haga con unos mensajes que son una tortura ocular, porque están escritos como con el culo.
A su favor, se podría argumentar que la moza seguramente usa un programa de traducción inmediata -de los baratitos- y/o que no está muy ducha en su manejo. Será por esto que se repite más que el alioli chino.
Pero no tiene mal fondo lo que dice. Todos estuvimos alguna vez chupando bayetas. Y algunas dellas estaban muy secas.
Hay otros detalles que me pudren: el Ok de inicio en tantas ocasiones, el Holà en otras, y ese raro uso de la ortodoxia cuando escribe «e ir de compras».
Se diría que hay tres tecleadores diferentes; uno que quiere ser gringo a la moda paleta, otro que va de acentuador despistao, y un tercero al que le sonó la flauta por casualidad.
Pero no malpensemos. Nadie es el mismo, ni escribe igual todo el tiempo, y menos si está hambriento y su nevera vacía. Como la de María.
La bella María, a la que no le importa si soy guapo porque antes que la belleza está la amistad. La que gusta de hablar conmigo y me prefiere tal como soy. La que está dispuesta a creer en mí y, -aunque con pésima ortografía- me llama cariño y me da esa ternura que tan bien me viene.
No quiero desperdiciar un posible milagro amoroso -que alegraría mi vejez- por ser un calvo chacal desconfiao. Todo lo que he oído de las mozas querendonas, desas que quieren sacar pasta de un bachachas setentón, no cuenta aquí. No tengo pruebas de que me mienta.
Porque no sea dicho retrocedo en el chat y llego a su teléfono, que tiene 225 de prefijo. El Tío Gú me dice que pertenece a la Côte d’Ivoire. Y me avisa de ciertas estafas telefónicas que desde allí se practican. Pero María ya me dijo que estaba en Abiyán, en una misión solidaria, y no tengo porqué dudarlo.
Además conozco África un poco. Lo bastante para saber que allí los blanquitos nos podemos ver culipardos en un pestañeo. El Tío Gú que diga lo que quiera, pero nada evidencia mala fe. Es todo circunstancial.
Ciertamente ahora no tengo plata para enviarle ni la mitad de lo que pide pero…podría vender algunas piezas en el CascoVerde…o decirle a algún colega que me preste un par de azuletes para hacerle un Bizum, y que salga del apuro…
Nada me gustaría más que recibir una foto suya sonriendo ante un plato sustancioso. Y me dijo que no me arrepentiría de ayudarla…
¡¡Jodo!!…que ya son las milquini y estoy que me caigo, con tanto cavileo y tantos taponazos de Ricard. Voy a hacer seda un rato, y mañana me ocupo.
A demain, Maria. María de la Güasap mía.
Día siguiente: 11.35h.
Debe haber sido el café, que lo molí y prepararé con las reglas del arte. Aunque también ayudaron el brioche, la mantequilla formidable que me regaló El Relojero, y el vueltabajo calibre doce, que lié y me fumé mientras resolvía un Damero Maldito de la Montes.
O tal vez me iluminaron los graznidos de las gaviotas que pasaron sobre La Nave volando hacia el basurero, y me hicieron recordar que esta tarde volverán a mi pueblo -hartas de comer mierdupios- para embarduñar las calles con sus deyecciones semilíquidas.
Sea por confort doméstico o por poesía escatológica volátil, el caso es que se me fue la tontería. Y ya tengo decidida la solución del asunto.
Mientras espero que llame, liaré otro vueltabajo y regaré las plantas en el patio.
12.59h.
-Holà que tal que tengas un buen día y cuidate mucho veo que no quieres saber nada de mi. (carita amarilla llorosa)
12.59h.
-Claro que quiero, María. Pero ahora estoy ocupado.Te contesto en cinco minutos.
13.00h.
-Ok cariño sabes que siempre estaré aquí para seguir hablando contigo. (corazonillo rojo, corazonillo rojo, labios rosa, labios rosa)
Pongo el móvil en modo avión y tecleo lo planeado. Añado dos toques de última hora, le doy una pulidita al conjunto y queda listo.
Pulso publicar y salgo del modo avión. Salta la visa doble. Ha recibido el mensaje. Vuelvo de inmediato al modo avión y repaso el texto enviado, que dice así:
Apreciado equipo, reconozco que no estuvo mal el intento. Aunque debo deciros que vuestro proceso de convicción presenta varios puntos débiles que -una vez se repara en ellos- conducen primero a la sospecha, y luego a la certeza de que hay gato encerrao en todo esto.
Naturalmente no os daré la lista de los errores que habéis cometido. Podríais aprender lo bastante para desplumar algún viejito inocentón.
Pero no me resisto a señalaros que emplatar un cuervo -mal escabechao- con plumas de pavo real y frutitos del bosque no le daría una estrella Michelin ni al mismísimo Paul Bocuse.
Para embelesar a un viejata todavía tenéis que estudiar muchísima más cocina, porque el vetusto estará casi desdentado, pero aún conserva un colmillo retorcido.
Croyez-moi, les gars, il vous faut changer de job !!
Dos días más tarde, antes de salir a oficiar el Ángelus en el 500, miro con a ver si hubo actividad en el chat de marras.
Ni corazonillos, ni caritas amarillas, ni cursis rosas rodeadas de filacterias que dicen te amo. Silencio veo.
La paz ha vuelto a La Nave.
Bendita sea.
Pide este desenlace un comentario musical potente, pero no puedo decidirme entre In-A-Gadda-Da-Vida o Get Ready. Lo dejo a vuestra elección.
Manolodíaz.