La Crisis (2)

La Crisis (2)

Con la venia: Apresuremonos con esta entrega, antes de que la Claudicante Tableta entre en colapso de nuevo, según su costumbre.

 

Bueno, pues ya hemos nacido, entre generales deseos de una vida plena y feliz. Y estamos en esos dos o tres primeros años en que somos los principitos de la casa. Cuando unos pocos nos cuidan, muchos nos hacen cucamonas, y casi todos nos hablan en el tradicional y odiosísimo falsete, a pesar del cual los días suelen ser un tiempo de cómoda vivencia.

Mas no faltan solapados augurios. Un por ejemplo; cuando el bebé hace alguna gracieta, mete el biberón en el inodoro, o pone a su papaíto perdidico con el puré, siempre hay cercanos que aseguran que el rorró es un crac. Pues bien, aún sin quererlo, están anunciando la tormentona que se avecina, porque la expresión alude al desplome de la Bolsa en 1929. Vale decir que en este nuestro mundo, un crac es una crisis, tío Facundo.

Cuando el niño principia a reaccionar correctamente a los mandatos, se alboroza toda la familia por lo listo que es el crío y, para probarlo, parientes y visitantes establecen porfías de absurdas órdenes, que caen sobre el desconcertado infante que aguanta como puede, o se refugia en el berrido para contrarrestar tanto EstáyinOláiv casero. Da igual; todos están muy contentos, porque de un día para otro, el recacuajo entiende lo que se le dice, míraquémájo.

Pues no queridos, no ha sido un caso de iluminación, ni milagrito casero alguno; ha costado sudor y lagrimitas. Nadie lo admitirá, pero tras el fidbak del ninio hay un duro aprendizaje, cuyo eje es un terrible y pesadísimo mantra escatológico, acorde con las cochinas circunstancias del parto que ya se señalaron en correcto latín. Se trata de una pedrada vocal, contundente, de cola corta y sucia, que presidirá toda nuestra infancia. Suena siempre exclamativa, y se oyen perfectamente las ocho mayúsculas. Merece una linea para ella sola.

¡¡¡ NÉNECÁCA !!!

Este y no otro es el título de un muy ácido y divertido relato, que firmó Álvaro de la Iglesia, y cuya lectura recomiendo. En la su portada, que dibujó con pleno acierto don Antonio Mingote, se muestra a un párvulo en un aula, que corre a abrazar la Bola del Mundo, todo ilusionado él, y La Seño le propina la consigna en vociferio. Clavaíta la imagen y su mensaje.

Pues ya tenemos al infante reconociendo personas y entornos, respondiendo a los besitos, emprendiendo la tarea de domar su lengua de trapo, esbozando pasos de su propia danza, y pulimentando los suelos a culadas. Todo bien, como se decía en 2008. Pero…

… si el nenupio está contento es mala señal, según lo que dicta ahora la Santa Moda Educacional. No es bueno que el Muñequito esté solo, ya se ha divertido bastante, no ha de retrasar las etapas, puede creársele un trauma y mil etcéteras más, nos aseguran por doquier…

Así que los Tiernos Huesitos deben pasar, ipso facto, a la primera etapa deso que llaman socializar. Por lo que nos sacan de nuestra casa, que actuaba de extensión del saco amniótico, y nos llevan a un lugar cuquito, con colorines, cancioncillas, comiditas, siestecitas, atenciones, muy bonito, muy Disney. Pero no es el hogar familiar ni de lejos.

Síííí, clááááro, desde luego es necesario, es por nuestro bien, es de Infancia. Pero nos han metido en un Jardín. Se acabó lo de ser el centro de atención, aunque nos la presten según contrato, e incluso de muy buena fe y con cariño. Lo que ya importa es que nos vayamos amoldando a prisitas, traslados, horarios de estancia, compañías no pedidas, simulacros de trabajo camuflados de diversión, comidas comunales donde abundan las verduritas y, lo más odioso, a embutirnos en el primer uniforme, el que mutatis mutandis sufriremos el resto de nuestra vida; el maldito baby, o como mejor se diga en derecho.

Tenemos pues acá, el rompimiento de un cómodo estar vivo. Digamos un trasunto del parto, que a nuestros mayores no les genera tanta fandangada como el primero, pues les descansa bastante de nuestra querida presensia de Retoño Comandante. Para nosotros es un tiovivo que girará incansable, inmisericorde, vocinglero, dejándonos a las patas de los estólidos caballitos y sus sarnosas sonrisas.

Dante Alighieri (Florencia 29/05/1265 – Rávena 14/09/1321), no se equivocó con el Ominoso Verso.Ya habréis adivinado que hablamos de la Comedia, en su canto III, y dese endecasílabo final en la inscripción que campea sobre la puerta del Infierno. Aquello tan bonico y salao que reza; » Dejad toda esperanza los que entréis». Es acertada su ubicación y coherente al relato.

Pero, según vamos viendo el desarrollo de nuestras infancias, digo yo si no sería también razonable que estuviera inscrito, el versito, sobre el cabezal de nuestras bonitas cunitas.

Queridos todos, ya boquea la Tableta. Por tanto toca despedirse hasta la próxima entrega. Afortunada y cobradora semana tengáis.
Muy buenas tardes.

B.S.R.
Nada mejor que una nana romántica para el caso.
En el Yutús buscad a Lucilla Galeazzi cantando «Suogna fior mío»

Manolodiíaz.