Carta del obispo `para este domingo
La devoción al Sagrado Corazón de Jesús sigue estando viva en muchas de nuestras parroquias, sobre todo en este mes de junio. En esta devoción se unen felizmente la piedad popular y la profundidad teológica, pues tiene su raíz en la Escritura. Ya el Antiguo Testamento habla del corazón de Dios y describe así el amor de Dios con su pueblo. A pesar de su ingratitud, Dios no lo abandona, pues “mi corazón se conmueve en mi interior, y a la vez se estremecen mis entrañas” (Os 11. 8).
Este amor de Dios se revela en el Nuevo Testamento como inconmensurable pasión de Dios por el hombre. Dios no se rinde ante la ingratitud, ni el rechazo de su amor. Envía al mundo a su Hijo para que cargue sobre sí el destino del amor destruido. El mismo Hijo de Dios “habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo” (Jn 13, 1). Símbolo de este amor es su costado atravesado por una lanza. El apóstol san Juan, testigo ocular, dirá: “Uno de los soldados le atravesó el costado con una lanza y al instante salió sangre y agua” (Jn 19, 34).
El ‘’corazón’ en la Escritura designa el centro de la persona: el punto donde confluyen los pensamientos, los afectos y las motivaciones más profundas de una persona. Hablar del Corazón de Jesús es hablar de lo más íntimo de su ser, de lo que le mueve en todo momento: su amor, humano y divino a la vez. El Corazón de Jesús es símbolo de la fe cristiana. Expresa de una manera sencilla y auténtica la “buena Noticia” del amor de Dios por toda la humanidad; resume en sí el misterio de la Encarnación y de la Redención, que se convierte en manantial permanente de bondad, de verdad y de misericordia; el costado, el corazón de Jesús sigue abierto.
La devoción al Corazón de Jesús lleva pues a lo más íntimo de la persona de Jesús, a su decisión de entrega total a Dios Padre y a la humanidad. Esta devoción nos invita a contemplar y acoger el amor de Dios. Esto supone dejarse transformar por la gracia del Corazón abierto de Cristo, que ha entregado su vida en la Cruz por amor a la humanidad para llevarnos a la vida misma de Dios.
Toda persona busca un amor que dé un sentido pleno a su existencia: el ser humano está hecho para amar y para ser amado. En el Corazón de Jesús podemos experimentar el amor de Dios, que nunca falla, y que sana y llena nuestra afectividad y nos impulsa a amar a nuestro prójimo como Cristo nos ama.