Publicado en El Periódico de Villena por José Ángel Grau Fernández, Maestro de Inglés de Primaria. De la Plataforma de Docentes por la Libertad Lingüística
No se trata de matar una lengua para resucitar, cual Lázaro, a otra que andaba moribunda.
El 1 de agosto de 1912, un profesor de literatura, nacido en Sevilla y destinado en Soria, lloraba lágrimas de amor frente a la tumba de su esposa, fallecida por tuberculosis a una muy temprana edad. La muerte de Leonor heló a ese profesor, que pidió el traslado a otra parte de España, siéndole concedida la plaza de Baeza, en donde afrontaría ese trámite de la muerte… Don Antonio Machado.
El 21 de febrero de 1924, un catedrático de Lengua Griega, nacido en Bilbao, había acudido a la Universidad de Salamanca a dar su última clase, antesala de un destierro político a la isla de Fuerteventura, donde vivió “los días más entrañados y más fecundos” de su vida… Don Miguel de Unamuno.
Si el caso de estos dos mitos de la literatura hubiera ocurrido hoy, no habrían podido ejercer su profesión en la Comunidad Valenciana. ¿Somos conscientes de la cantidad de talento que estamos desaprovechando con una intención plenamente endogámica? Resucitar y afianzar el idioma valenciano o lengua romance catalana (ambos son las mismas, pero con distinta denominación) no tiene que llevar implícito el sello del destierro de todos aquellos que no tengan la habilidad de hablarlo.
¿Y cuál ha sido el resultado? Repartirse entre los poseedores de un título de valenciano las plazas de funcionariado de toda una Comunidad Autónoma, sin vergüenza de no respetar la identidad histórica de los últimos 300 años en esos lugares como la Vega Baja del Segura, Villena, Utiel, Requena… Incluso en muchos barrios de Elche, Alicante, Valencia o Castellón, en donde la lengua en la que juegan los niños en las calles es el castellano; la misma lengua en la que les riñen sus madres, sus padres; en la que se dicen “te quiero” los enamorados adolescentes… ¿Significa eso que hemos de erradicar el enésimo resucitar de una lengua que estaba abocada a la defunción? Por supuesto que no, pero tampoco todo lo contrario.
Las sociedades que flirtean con la endogamia están destinadas a desaparecer. La biología en sí misma es tan inteligente que penaliza a los seres humanos que, a fin de perpetuar su apellido, solo hacen por relacionarse con ellos mismos. Así fue como acabó la dinastía de los Austria en España, con un Carlos II el Hechizado muerto en vida, sin atisbo de luz reproductora en sus entrañas, producto de un pasado familiar endogámico.
Y ya no es solo por mera salud biológica. Se dice de Velázquez que despegó su inequívoco talento tras su primer paso en Italia. ¿No es esa la finalidad de los programas Erasmus? Los árboles de la Residencia de Estudiantes de Madrid respiraron en los años 20 el aire espirado por un joven granadino de Fuente Vaqueros, un turolense de Calanda y un gerundense de Figueras: García Lorca, Buñuel y Dalí. Habría sido imposible ese encuentro de habérseles pedido un requisito lingüístico. O, para ser más concretos, encuentros de ese tipo son improbables hoy día dentro de los límites geográficos de la Comunidad Valenciana. ¿Es esto lo que queremos?
Madrid, que también acogió a un poeta de Orihuela que llegó haciendo rimas católicas y su “Auto Sacramental”, y le dio las especias de la vida plural, del universo creativo, la actualidad del momento, la flor y nata de la cultura castellano parlante… Neruda, Alberti, Aleixandre, Maruja Mallo… ¿Cómo habría sido la vida poética de Miguel de haberse quedado en Orihuela?
Emigrar para olvidar la muerte de un ser querido, para buscar una salida profesional, con el fin de nutrirte de talento, de ideas… es algo necesario, sano y adscrito a la tendencia de los seres humanos desde el Paleolítico a nuestros días, pasando por la Grecia de Platón, la Roma de Séneca o la Italia de Tintoretto. Incluso “The Beatles” encontraron en la India una influencia que, sin duda, marcó el devenir del desarrollo de la música del futuro. No hay que tener miedo a que vengan de “fuera”, para darnos conocimiento, y para darles también.
Pero, ¿y qué hay de esa generación pérdida que, por culpa del requisito lingüístico, está dando clases en Londres, Malta, Canarias, Melilla, Andalucía o Madrid? ¿Con qué finalidad nos la estamos perdiendo? ¿Depende el idioma valenciano del sacrificio lingüístico de esas mentes prodigiosas que, sin miedo a emigrar, invierten su tiempo en aprender el idioma en el que están escritos los artículos de investigación internacionales y, una vez en tierra ajena, descubren, como antaño hicieran Billy Wilder, Fritz Lang o Ernst Lubitsch, que, en tierras abiertas de libertades, sin imposiciones lingüísticas, tampoco se está tan mal?
No se trata de matar una lengua para resucitar, cual Lázaro, a otra que andaba moribunda. Es cuestión de querernos a nosotros mismos como sociedad, con el fin de respondernos a preguntas serias y vitales: ¿Quién querrías que atendiera a tu hija en una mesa de operaciones, un médico valenciano parlante, el mejor de los valenciano parlantes, o el mejor del mundo? ¿Y quién quieres que enseñe a esa futura cirujana que te atenderá alguna vez en el futuro, y de quien dependerá tu vida: alguien que sea el mejor del mundo, que se haya nutrido de sus experiencias en otras latitudes, o la que mejor había de las valenciano parlantes?
No es cuestión de repartirnos entre nosotros los puestos de trabajo públicos que se oferten por parte de la administración. Se trata de querer que crezcamos como región. Todos. Los que hemos nacido aquí sin ser valenciano parlantes; los que son valenciano parlantes; y los que no han nacido aquí y elijan la Comunidad Valenciana para ejercer su profesión, ya sea porque huyan de una guerra, de un duelo, por destierro o por amor… Me pregunto si habría alguien que se hubiera opuesto a que Mario Benedetti, exiliado uruguayo, visitara la Universidad de Alicante en los años 90. Hoy, el Centro de Estudios Literarios Iberoamericanos Mario Benedetti de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Alicante lleva su nombre con honor.
Valencianos, valencianas, no se trata de nosotros mismos. Se trata de nuestro futuro y de lo que queramos ser. Cerrar nuestras puertas con requisitos lingüísticos solo nos hará más endogámicos y eso, basta con mirar la historia, no nos hará mejores.