Desde hace años Castellón no cuenta con ningún proyecto colectivo conjunto y común que ilusione a todos los castellonenses.
Imperturbabilidad. Ni deseos ni temores, ni frío ni calor, ni ambición ni futuro. Ataraxia en estado puro. La excesiva ideologización en la gestión municipal y el atávico ‘meninfotisme’ de los castellonenses impide desde hace años que Castellón cuente con un proyecto colectivo conjunto y común de ciudad que no solamente dé un plus de calidad, sino también suponga el gran salto para convertirla en referente nacional e internacional con plena ilusión para sus habitantes.
El último gran desafío ciudadano compartido por todos fue hace más de 30 años con el soterramiento de las vías del ferrocarril. Desde entonces, los partidos políticos que han gobernado la capital de la Plana, con sus diferentes visiones urbanas más al socaire de sus centrales de Madrid o de Valencia, que de las necesidades y expectativas de crecimiento activo y protagonismo de la urbe, han impedido iniciativas que pongan a Castellón en el mapa universal. Cosa que sí están haciendo otras ciudades como Málaga, Santander, Tarragona, La Coruña, Burgos, Cádiz, Alicante, Granada, Sevilla… y otras tantas.
El PP tiene una visión de ciudad antigua, casposa y caduca (eso parece que gusta), el PSOE opta por una ciudad más libre, amplia y moderna, pero no ajena al universalismo proletario; la visión urbana de Compromís es aldeana y el quiero y no puedo, y no digamos Podemos, siempre en asamblea libertaria. Baste que algún ciudadano tenga una idea exquisita de futuro y proyección castellonense para que automáticamente se le corte la cabeza y se le enrede con planteamientos torticeros (así ha pasado con la fallida declaración de BIC para las gaiatas).
Pero, es que los partidos políticos castellonenses no se ponen de acuerdo ni en el planteamiento y orientación de las fiestas de la Magdalena con un PP pro comisiones de sector, que defiende la democrática autonomía de la fiesta; un PSOE, que, paradójicamente, regresa a la estructura franquista de la Junta Central y por unas imposibles fiestas laicas; un Compromís anti comisiones de sector y reduccionista a la ‘La Tornà’ y en constante contradicción entre la beatería y el anti clericalismo, y un Podemos que no sabe no contesta (porque posiblemente están ebrios).
A nadie se le ocurre, por ejemplo (no piensan), impulsar la declaración de las islas Columbretes como Reserva Mundial de la Biosfera (como está haciendo Vigo con las islas Cíes); proponer a Castellón como Ciudad Europea de la Cultura como está trabajando Málaga (ni optamos a ser capital cultural de la Comunitat Valenciana); ni Ciudad Europea Verde, que sí consiguió Valencia; ni algo tan sencillo como traer al que será nuevo Archivo Histórico Nacional del Privilegio de Traslado de Jaume I, que está en Madrid; o postularse como sede de los Juegos del Mediterráneo (que sí lograron Almería y Tarragona). Ni mucho menos pedir una oficina técnica de la Unión Europea para Castellón, o incluso reclamar a la Generalitat contar con la sede central de una Conselleria. Ciudad triste, mediocre, con baja autoestima y que no se quiere así misma.
Ahora mismo es Toledo. No Castellón.
Vicente Cornelles Castelló
Escritor y periodista