Una mentira dicha mil veces no deja de ser mentira, pero puede condicionar e incluso cambiar la opinión pública.
Basándose en la filosofía maquiavélica, que planteaba una nueva visión moral de la mentira, justificada en la innegable utilidad de influir en la sociedad, el jefe de propaganda de Adolf Hitler, Joseph Goebbels hizo famosa la frase “una mentira repetida mil veces se convierte en verdad” y así consiguió que en los peores momentos de la “Wehrmacht” en la segunda guerra mundial, la mayoría del pueblo alemán siguiera pensando que la victoria era una realidad.
Esta estrategia es utilizada actualmente por el “Sanchismo” en nuestra nación. Creando conscientemente versiones distorsionadas de la realidad, se transmiten insistentemente desde los medios oficiales y afines, hasta conseguir que la opinión pública claudique con la repetición de la mentira. Porque como dijo Maquiavelo: “el que engaña encontrara siempre quien se deje engañar”.
Con estos antecedentes nos encontramos con la actitud de la izquierda, que en estos momentos y en nuestro país se ve potenciada hasta su máxima expresión.
Da totalmente igual que los argumentos, no se puedan sostener o simplemente sean falacias o mentiras, solo hay que defenderlos hasta las últimas consecuencias.
Por suerte y voluntad de los españoles, la Democracia y su documento base la Constitución de 1978, aunque a veces con excesiva lentitud, pone a cada uno en su sitio.
La estrategia que comentábamos antes es muy simple y tiene cuatro puntos fundamentales en su procedimiento.
1º La izquierda nunca reconoce los errores de sus líderes
No solo no reconocer, sino en el hipotético caso en el que el Poder Judicial de sentencia firme condenatoria de personalidades o personajes socialistas, se exaltará su falsa inocencia.
Aquel septiembre de 1998, José Barrionuevo se convertía en el primer ministro de la democracia que ingresaba en prisión. La cúpula del PSOE con el expresidente del gobierno Felipe González al frente, junto a siete mil simpatizantes le acompañaron hasta la cárcel de Guadalajara empecinándose en contradecir la sentencia judicial con el grito «¡inocente, inocente!».
Recientemente, en el último congreso federal del PSOE, hemos visto “ojipláticos” como se defendía en contra de los tribunales la inocencia de los expresidentes autonómicos Chaves y Griñán. (La sentencia del Constitucional, simplemente exige reconsiderar las condenas del Supremo, no anula la culpa).
¡Nunca y bajo ningún concepto reconocer la culpa!
2º Aprovechar que la derecha sí que reconoce los errores de sus lideres
La inmensa mayoría de simpatizantes de la derecha o centro derecha, no tienen inconveniente, dado su espíritu crítico, en reconocer los errores de sus líderes. Verbigracia, Mariano Rajoy con un comportamiento excesivamente ingenuo, inconsistente y conservador consiguió que Pedro Sánchez accediera al gobierno de la nación española para que continuando el trabajo de Zapatero la destroce.
Forzados por la izquierda y sus medios de comunicación, el Partido Popular marcó la famosa “línea roja”, totalmente contradictoria con el principio básico en un estado de derecho de la presunción de inocencia y ahí tenemos a Paco Camps que tuvo que dimitir como presidente de la Generalitat por estar imputado. Después de quince años se han resuelto las más de diez causas, exculpándole de todo delito.
O recientemente tras la tragedia de la Dana en la Comunidad Valenciana, se ha aceptado por la derecha que la actuación de su Presidente autonómico no fue la adecuada, pero sin embargo la izquierda es incapaz de reconocer la actuación malvada, egocéntrica y de dramáticas consecuencias del presidente del gobierno nacional. “yo estoy bien” “quien quiera algo que (me) lo pida”.
3ºPotenciar y exagerar el reconocimiento de la derecha de sus propios errores, invadiendo con manipulación la opinión pública, para a continuación sentenciar social y mediáticamente, “anulando” la presunción de inocencia y las sentencias judiciales.
Solo hay que acudir a los medios de comunicación “oficiales” para ver cómo se siembra esta actitud y posteriormente a los comentarios de tertulias, colas comerciales o sobremesas para ver como dicha siembra consigue sus frutos.
4º Con las falacias o mentiras, adecuadamente articuladas y debidamente condimentadas, movilizar a sus adictos y algunos incautos, que responden de una forma masiva, creando una fuerte presión social y política.
Reunir a siete mil afines para defender lo indefendible en la puerta de la prisión de Guadalajara y a diez mil personas, escasamente tres días después de la tragedia de Valencia, para exigir la dimisión del presidente de la Generalitat, son muestra de esa facilidad de movilización que, pese a sustentarse en mentiras o verdades a medias, tiene la izquierda.
¡Y así nos va!
Miguel Ángel Mulet i Taló