Este domingo la calle Colón se ha llenado de varas. Pero no es que hayan llegado la semana de toros, no. Esta vez las varas las llevaba la corporación municipal. Después de 4 años, vuelve la vara a Segorbe Los símbolos son eso: señales que tratan de transmitir algo. Al igual que la anterior corporación...
Este domingo la calle Colón se ha llenado de varas. Pero no es que hayan llegado la semana de toros, no. Esta vez las varas las llevaba la corporación municipal. Después de 4 años, vuelve la vara a Segorbe
Los símbolos son eso: señales que tratan de transmitir algo. Al igual que la anterior corporación decidió no ostentar el símbolo que representa la vara de mando y que tan malos recuerdos traía, la actual corporación ha decidido exhibirlas en su primera ocasión de hacerlo. Todo un símbolo, toda una señal de lo que se nos avecina.
Para gobernar una ciudad hay que llevarla en corazón, según algunos. También hay quien preferimos gobernar con la cabeza. Pero hay una tercera manera de gobernar: la vara. Desde la autoridad que emana de los símbolos, y que permite imponer la voluntad del gobernante a los gobernados, porque la vara lo permite. Es más: lo exige. Nada que ver con el poder que emana desde abajo, que no lleva varas sino razones, trabajo y poca exhibición o alharaca. Una manera, la razón, hace que las cosas cambien, que las ciudades evolucionen y avancen; la vara hace que todo siga como está, que nada cambie ni evolucione, que la ciudad sea cómoda para los de siempre y se vaya quedando paulatinamente atrás, en el pasado, mientras el resto del mundo sí avanza. Queda lo de gobernar con el corazón: será bonito y poético, pero ni da de comer ni hace que nada funcione, salvo de cara a la galería.
Ya han vuelto las varas. Aquellas que indican quiénes mandan en el ayuntamiento, por si a alguien le quedaba alguna duda, a quiénes hay que obedecer. En 1814 el “Vivan las cadenas” nos trajo a Fernando VII, y España perdió una oportunidad de modernizarse e implantar el espíritu de la Constitución de 1812. Ahora algunos han gritado “Vivan las varas” y se ha terminado el camino del cambio. Pues bien, ya tenemos las varas otra vez en Segorbe. Ya hemos vuelto atrás, donde algunos querían, para que nada cambie ni evolucione.