Las Carga el Diablo

Las Carga el Diablo

¿Te imaginas poder dejar siempre abierta la puerta de casa?

 

Este pasado fin de semana, durante la Feria del Libro de Càlig, Amelia Díaz, mi editora, me comentaba que nunca son las mujeres las autoras de los tiroteos masivos que se producen en el mundo. Esto me hizo reflexionar sobre las causas de estos hechos.

Quince años después de la independencia de los Estados Unidos de América se aprobó la tristemente conocida Segunda Enmienda de su Constitución, que da derecho al ciudadano a poseer y portar armas de fuego. Era un momento de inestabilidad en el país. Todos hemos visto películas del oeste en las que cada uno se tomaba la justicia por su mano. Más de doscientos años después, la situación no es la misma, sobre todo si tenemos en cuenta que aquellos rifles del siglo XVIII disparaban tres tiros por minuto con un alcance de cincuenta metros, mientras que los AR-15 (usado en el tiroteo de Uvalde, Texas, de la semana pasada) son capaces de disparar 45 cartuchos por minuto a medio kilómetro de distancia y con una velocidad de los proyectiles tres veces superior. Sin embargo, esa ley sigue vigente y son muchos los que la defienden a ultranza.

Después de la abolición de la esclavitud, muchos blancos, por miedo a la venganza y a las represalias de los negros, adquirieron armas de fuego. Ese constructo psicológico perdura hoy en día de forma más o menos consciente en la mente de una población que, en gran medida, sigue siendo racista con los negros y los hispanos.

En EEUU hay más de 15.000 muertes al año por armas de fuego, mientras que en otros países de los llamados desarrollados no llegan al millar. Una tercera parte de todos los tiroteos masivos ocurridos en el mundo se produce en ese país norteamericano. Solo en este mes de mayo, antes de la reciente matanza en la escuela primaria de Uvalde, un joven de 18 años (la misma edad que el autor de esta última masacre, que compró dos rifles de asalto el mismo día de su cumpleaños) asesinó a tiros a 10 personas en una tienda de Búfalo, autoproclamándose supremacista blanco. Al día siguiente un hombre mató a una persona en una iglesia en California al disparar contra una congregación taiwanesa-estadounidense.

Son solo ejemplos recientes del largo historial de tiroteos de ese país. Se piensa que, de la misma manera que la desmedida y explícita presencia de la violencia en el cine, la televisión y los videojuegos provoca una tendencia inconsciente a la imitación, también los casos reales, narrados de forma exhaustiva por los medios de comunicación, tienen un efecto similar durante los días siguientes a las matanzas.

Pero, sin duda, es el miedo la emoción que más induce a los estadounidenses a protegerse. Después del 11-S la adquisición de armas de fuego fue masiva.

Las noticias negativas en los medios de comunicación venden más que las positivas y crean un ambiente de miedo y de crispación. Un bombardeo continuo hacia nuestras mentes construye una realidad artificial, falsa o exagerada, que nos tragamos sin cuestionar y que condiciona absolutamente nuestras emociones, nuestras creencias y, por consiguiente, nuestras decisiones y nuestra actitud.

¿Cuál es el motivo de tanto tiroteo masivo en Estados Unidos?

A los niños (sobre todo a los varones porque son los que “deben cuidar de la seguridad de la familia”) se les educa para defenderse, para odiar a un potencial enemigo, para desconfiar del que es distinto y para matar. Se les enseña desde muy pequeños a manejar armas de fuego, en lugar de educarlos para buscar puntos de acuerdo cuando hay diferencias en la forma de pensar, para trabajar por el bienestar general y no solo de los que son de la misma raza o condición social, y, en definitiva, para amar.

En los países occidentales el incremento de alteraciones psicológicas es una realidad. Y en Estados Unidos, el hecho de que no todo el mundo pueda acceder a los servicios de sanidad deja sin diagnosticar a muchos enfermos mentales. Es fácil deducir qué puede ocurrir cuando estas personas acceden con facilidad a las armas de fuego.

En los colegios, institutos y universidades son los propios alumnos los que han provocado tiroteos y matanzas. ¿Qué les lleva a cometer tal atrocidad? ¿Cómo consiguen fusiles y pistolas?

El bullying se ha incrementado en los centros educativos. Muchos estudiantes están sometidos a agresiones físicas o psicológicas por parte de un compañero de clase o un grupo de ellos. El acoso escolar se basa en una desigualdad de poder y puede desencadenar trastornos serios en la personalidad del acosado, conductas autodestructivas e incluso lo puede convertir en un potencial agresor. El adolescente, indefenso en la escuela, siente que tiene el poder con un arma en la mano y urde un plan de venganza. En numerosas ocasiones el bullying es el origen, aunque no sea la única causa, de un tiroteo masivo en un centro educativo.

Las armas están dentro de casi todas las casas. Existen 120 armas de fuego por cada 100 estadounidenses. La delincuencia con violencia (la de guante blanco la dejaremos para otro artículo) es hija de la pobreza, de la marginación, de la injusticia, de la falta de educación y de la falta de presente y de futuro, de la carencia de sentido de la vida para muchas personas que viven en pésimas condiciones dentro de una sociedad individualista en la que la familia, como núcleo y base educativa, se ha desestructurado y en la que los jóvenes, para encontrar el sentido de pertenencia, acuden a grupos organizados de delincuencia, como las maras, porque no pueden recurrir a la “tribu” entendida como esa célula social constituida por familia, vecinos, compañeros de trabajo, etc. que te permite sentir que perteneces a un grupo en el que eres aceptado, respetado y querido.

¿La seguridad se consigue armando a todo el mundo o se consigue con políticas para los colectivos más desfavorecidos con el objetivo de sacarlos de la pobreza, de la marginación y de la desesperanza? ¿Dar armas a los profesores y medidas restrictivas en colegios e institutos en lugar de educar para la convivencia, para la igualdad y para la paz?

Además, sabiendo que el agresor puede tener un arma más potente y mortífera que la mía, es una estupidez pensar que la forma de defenderme es guardar en casa un arma de fuego cargada, como si el que piense asaltar mi vivienda lo fuera a hacer con un tirachinas, siendo que el acceso a armas semiautomáticas y automáticas, aunque se haya ido restringiendo, ha sido posible durante mucho tiempo, lo que implica que existan y estén al alcance de los interesados en ellas. Por tanto, ¿no sería más eficaz para la seguridad general que solo la policía y algunos casos excepcionales, muy restringidos y controlados, pudieran tener y portar armas de fuego?

El racismo es inherente a la sociedad norteamericana, forma parte de su historia y continúa muy presente en su mentalidad. Y, lo más grave, está instalado en la propia justicia. Muchos jueces han condenado, incluso a pena de muerte, a negros e hispanos inocentes que han sido denunciados por los verdaderos causantes de los homicidios, hombres blancos, sabedores de que los jueces les iban a creer. El colmo de la sinrazón llega ahora que se pretende promulgar una ley por la que no se permite aportar nuevas pruebas que puedan abrir casos cerrados para demostrar la inocencia de algunos condenados.

Otro fenómeno digno de estudio y de reflexión es la NRA, siglas en inglés de la Asociación Nacional del Rifle. Aparte de la falta de ética y de respeto que les lleva a celebrar sus convenciones pocos días después de un tiroteo masivo y cerca del lugar de los hechos, no llego a comprender como millones de norteamericanos solo conciben su seguridad a base de armarse hasta los dientes, sin profundizar en las verdaderas causas de la delincuencia y atendiendo únicamente a su alterada percepción de inseguridad. Se puede entender el poder de esta asociación y lo blindada que está por el Gobierno si se sabe que es una de las principales fuentes de financiación política, sobre todo para los republicanos, aunque también para algunos demócratas. Lógicamente no van a legislar en contra de sus intereses. Pero hay otra razón de peso para comprender el poder de la NRA: el negocio de las armas en todo el mundo —y no es distinto en EEUU— es colosal. Según la agencia EFE, las acciones de los fabricantes de armas se han disparado tras el tiroteo de Uvalde. La influencia de esta industria para que perdure esa alucinación colectiva que induce al norteamericano a comprar armas es enorme.

Los cuerpos de seguridad del estado tienen como misión la protección de los ciudadanos. Una sociedad que confía en la policía y en la justicia se siente más segura y no necesita tener armas en casa.

Sabemos que la transferencia a nuestro país de la cultura y valores norteamericanos ha sido una constante, sobre todo desde la época en que Elvis mostraba su tupé y movía sensualmente sus caderas. Por eso en España, aunque en menor medida, también ha llegado el “método del miedo” para vender y para condicionar. Un ejemplo es la constante y cansina publicidad de alarmas, en la que se nos advierte de los enormes peligros de no tener una en nuestra casa. Pero, sobre todo, el miedo se despierta y se extiende a base de telediarios y programas sensacionalistas con noticias negativas e imágenes trágicas que de una forma poderosa se introducen en nuestro inconsciente.

Los que ya tenemos una edad recordamos como en los pueblos las puertas de las casas siempre estaban abiertas. Y también eso ocurría en los barrios de las ciudades en la época de nuestros abuelos. No considerábamos a nuestros semejantes como una amenaza sino como una ayuda cuando la necesitábamos.

Qué nostalgia.

Vicent Gascó
Escritor y docente