Carlos Mazón y Salomé Pradas tienen fecha de caducidad. El President no se salva ni sirviendo la cabeza de la consellera en bandeja de plata.
Dice la Biblia que Herodes satisfizo el deseo de la princesa Salomé de Galilea de recibir en bandeja de plata la cabeza del profeta Juan el Bautista. Quizá sin desearlo, dos mil años después, otra insigne Salomé, Pradas, a base de incompetencia y mentiras, también contribuya a una sonada decapitación, la de Carlos Mazón.
Tras la manifestación de València parece el desenlace más probable, aunque como en política todo el mundo se resiste a caer, pudiera ocurrir que el nada honorable President iniciara una alocada huida hacia adelante que comportara el inexorable paso por la guillotina de la todavía consellera de Justicia e Interior. Esta vez Herodes Mazón serviría en bandeja la cabeza de la princesa Salomé de Castellón.
La contribución de Pradas al auto de fe que aguarda al pequeño ruiseñor alicantino resulta innegable, aunque conviene dejar claro que es el propio Mazón el principalísimo culpable del tormentoso futuro que le aguarda porque resulta inaudito que desde primera hora del martes 29 de octubre no estuviera dedicado en cuerpo y alma a cómo afrontar el diluvio.
Una furia sin parangón en forma de tormenta que todo el mundo sabía que se iba a desatar y que ese mismo día advertían los dos periódicos de València. Levante decía que ‘La amenaza de fuertes lluvias cierra aulas y corta carreteras’ y Las Provincias que ‘La alerta por fuertes lluvias suspende clases y desata el miedo a inundaciones’.
Es una irresponsabilidad que el día de la DANA el President estuviera cortejando profesionalmente a la periodista Maribel Vilaplana, permaneciendo durante horas fuera de su despacho e incomunicado.
Pero Mazón dedicó la jornada a cortejar a Maribel Vilaplana para que aceptara ser la jefa suprema de À Punt. Fue en El Ventorro, un exclusivo y carísimo restaurante en el que los comensales se adentran en el túnel del tiempo para quedar totalmente incomunicados, como cuando no había ni Internet, ni teléfonos.
Cuando el President entró en el Palau en 2023 ya apuntaba maneras, sabíamos que era un mediocre y frustrado cantante campechano que en 2011 había intentado sin éxito representar a España en Eurovisión como integrante del trío Marengo. Lo que no podíamos imaginar era su torpeza, incapacidad, irresponsabilidad y afición a la mentira.
¿Cómo explicar que comenzara incrementando las partidas para toros y eliminando la Unidad Valenciana de Emergencias? ¿O que se ausentara de su despacho y permaneciera ilocalizable durante horas el día de la DANA? ¿Cómo pudo llegar a las siete de la tarde a una reunión iniciada dos horas antes? ¿Cómo, sabiendo que venía el diluvio universal, se citó tan tarde al Centro de Coordinación de Emergencias?
¿Cómo pudo Mazón poner al frente de la Conselleria de Justicia e Interior a alguien tan incompetente como Salomé Pradas? ¿A qué se debió la inacción de esta consellera tras las reiteradas llamadas de la Delegada del Gobierno? ¿Por qué se lanzó la alerta cuando ya había gente ahogándose?
¿Por qué mienten tanto el President y la consellera? ¿Qué fue de los entusiastas apoyos que tenían en el PP? ¿Duele que ni la presidenta de la Diputación, Marta Barrachina, ni la alcaldesa, Begoña Carrasco, salgan en su defensa?
Aunque el generoso pueblo ayuda al pueblo, es el Estado el que salva al pueblo gracias a los impuestos, con los militares, la policía, los bomberos, la sanidad, los ERTES y las ayudas para la reconstrucción.
Este silencio resulta impactante, como la encomiable labor de los voluntarios y el Estado. Sí, el Estado, porque es el Estado el que salva al pueblo, gracias a los impuestos, con el ejército, la policía, la sanidad pública… Es el Estado el que repara las carreteras y las líneas del ferrocarril, el que activará los ERTES y las ayudas para reconstruir hogares y recuperar empresas.
Sin Estado no habría horizonte, ni futuro. El pueblo ayuda, es admirable y generoso, pero el Estado salva al pueblo, por más que le pese a algún que otro mediocre y populista juntaletras dominical.
Rafa García. Periodista
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