¿Quieres ser madre o directora de marketing?
He sido testigo en distintas ocasiones de las dificultades de las mujeres para demostrar sus capacidades, desarrollar sus carreras laborales y consumar sus aspiraciones profesionales. No siempre se encuentran con preguntas tan directas como esta; a menudo se topan con una barrera invisible o, al menos, transparente, tejida con prejuicios, con creencias erróneas, con el espeso poso de un pasado en el que las mujeres tenían como único rol social el de ser esposas y madres. Ese poso, aunque ya no es tan espeso, sigue enturbiando las aspiraciones de muchas mujeres en todo el mundo.
De hecho, en numerosos países la situación no es muy diferente a la de siglos pasados. E incluso, en algunos, como es el caso de los territorios sometidos por los grupos religiosos fundamentalistas, las mujeres actuales carecen de más derechos que las generaciones que las precedieron.
Prácticas tan irracionales como la ablación femenina, el matrimonio forzoso de las niñas, la prohibición de estudiar o conducir, la obligatoriedad de cubrir sus cabezas o sus cuerpos enteros, el repudio, la poligamia, un trato desfavorable en las herencias, no poder pasear solas ni reunirse públicamente, la tortura e incluso la muerte por adulterio o el carácter impuro de las mujeres durante la menstruación que les impide, entre otras cosas, entrar en las mezquitas, demuestran que son muchas las tradiciones que coartan la libertad de las mujeres. En estos estados fundamentalistas la mujer se ve obligada a ser sumisa ante un padre, un hermano o un marido que tiene completa autoridad sobre ella.
La sharía, o ley islámica, concede todo el poder al varón. Parece que la interpretación errónea de las doctrinas coránicas es el máximo exponente de esta profunda brecha entre los derechos masculinos y femeninos. No obstante, también otras religiones han servido como argumento para que el hombre mantenga a lo largo del tiempo su privilegiada posición frente a sus compañeras de especie en el planeta.
Coincidiendo con la Feria del Libro de Castellón, y bajo la dirección de mi amiga Ainhoa Arnau, se celebró en el Paseo Ribalta una exposición para dar visibilidad e incitar a la reflexión sobre el concepto ”techo de cristal”, la metáfora para referirse a esa barrera, a veces muy evidente, pero, otras, sutil e imperceptible, con que se encuentran las mujeres en el ámbito laboral y social. “Acciones que transforman” es la propuesta de esta iniciativa. Y es que, efectivamente, solo a través del activismo se han conseguido progresos en la lucha por las libertades de las mujeres.
La transformación de la sociedad no solo es posible sino necesaria. Aunque se han hecho algunos avances, la presencia de mujeres en los cargos influyentes, tanto en las empresas como en la política y en las instituciones, todavía es minoritaria. Puede ser una conclusión controvertida pero, en mi opinión, la dirección femenina propicia un estilo más humano. Desde que estamos sobre la Tierra, ha sido el hombre quien ha provocado, dirigido y combatido en las guerras. Lamentable y paradójicamente, muchas mujeres que se encuentran en posiciones de poder deben ejercer un rol masculino si quieren sobrevivir en un escenario donde las reglas del juego no son precisamente la gestión de las emociones, el respeto y la conciliación.
A la vista de la situación, aunque ya son muchas las mujeres valientes que han roto esquemas, queda mucho por hacer, el desafío sigue latente. La serie francesa de animación “Valerosas”, con episodios de tres minutos, muestra de una forma divertida y didáctica la vida y obras de 30 mujeres de todas las nacionalidades, desde la emperatriz Wu Zetian, la única monarca soberana en toda la historia de China, hasta Leymah Gbowee, la activista liberiana pacifista que puso fin a la segunda guerra civil de Liberia y consiguió que ese país fuera el primero de África en ser presidido por una mujer, pasando por “Las mariposas”, tres hermanas dominicanas activistas, asesinadas por mandato del dictador Trujillo debido a su batalla constante por derrocar al régimen y combatir los maltratos hacia las mujeres. Los maestros y los alumnos de todas las escuelas deberían ver esta serie. La educación es la única llave para abrir la puerta de la metamorfosis social.
Y me pregunto: ¿Qué papel tenemos los hombres en esta lucha? Es evidente que no podemos quedarnos en personajes secundarios, hemos de ser, como las mujeres, protagonistas. El primer paso es la toma de consciencia de que hay una sola opción: la igualdad de derechos. El segundo paso es articular mecanismos legislativos pero, sobre todo, educativos, que provoquen la ansiada metamorfosis.
Vicent Gascó
Escritor y docente