Nec spes nec metu

Nec spes nec metu

Con la venia: Por un episodio de sexo reproductor -quiero suponer que también fue amoroso y recreativo- nací humano.

 

Tuve pues un inicio vital sorpresivo, estoy en un transcurso agitadito, y me espera un impepinable final. Así lo aprendí, lo comprobé, y lo acepto. Sobre todo porque no hay más testes.

Pero mira tú que en estos tiempos, desde prácticamente todos los frentes, flancos, y aún retaguardias informativas, se nos predice que, para dentro unos doce o quince años como mucho, la Santa Ciencia conseguirá que los humanos dejemos de morir. Chámirachá.

Como consecuencia desta campaña, ha estallado una floración de partidarios y adheridos que dan mucha bronca con la broca -puntavidia ella- de que vamos a cancelar la mortalidad. Que manda carallo la frasecita.

Uno dellos, al que llamaré Fifí Fervoroso, se me sienta al lado en la barra del Gastronudo Bar, me invita a una Bud como gambito de apertura y empieza con su proselitismo, desgranando la perorata mientras siroto la birra. Al principio lo escucho, pero a poco es como si oyera chispear, allá, a lo lejos…

…que sí, que la inteligencia artificial, la ingeniería genética, la biomecánica, la nanotecnología, y la figa de mi tía ía, ía, ía, nos inmortalizarán, como paso previo a volvernos Seres de Luz, o de paloduz, o algo mejor todavía, como Arthur C, Clarke decía ia, ia, ia…

Vamos, que vamos a disfrutar del Valhalla, los Campos Elíseos, el Seno de Abrahám – ¡joér que susto!- y el Paraíso como de un Tojunto de Almagro. Pero nada de post mortem, mi cuate, que será la fiesta en carne viva, güey, y no nos van a borrar ni con una balasera. Todito será paz, calma, risas, amores, y barra libre de bacanora.

Estas promesas de completa felicidad asociada a la duración ilimitada de la vida, son más viejas que mear p’arriba, y el resultado nunca es bueno. A bote pronto recuerdo, así por encima, un mito griego que refiere la historia de alguien que le hizo un favor a Zeus, o lo agarró por los calçots, o yo qué sé qué. El caso es que, como podía, el quídam le pidió al dios que lo hiciera inmortal. Pero olvidó pedir salud y lozanía. Y aún está el personaje degradándose eternamente, en una decrepitud sin límites, por membrillo y desavisado. Como es natural en los humanitos, que se lo creen todo y no aprenden ná.

Algo parecido le pasa al Fervoroso este, y a tantos como él, que no han caído en que alguien tendrá que pagar la pastilla, o el chute, el tratamiento, o lo que sea que les libre de La Señora. Y me juego mis mejores endivias a que dejar de entregar la cuchara, y no ver como crecen los tulipanes desde abajo, barato, lo que se dice barato, no será. Además habrá que considerar los gastos de mantenimiento, las actualizaciones del programa, y el seguro, que seguro que habrá un seguro, obligatorio por más señas.
Ítem más; si se acaba lo de diñarla, y todos estamos tan vivos como el hambre, habrá que dejar de reproducirse, o en cuatro días tendremos la galaxia desbordada de humanos inmortales pululando como curianas, lo cual no será precisamente cómodo para nadie.

Ítem aún más -y más horrible aún- estos conversos, con la ilu del no morir, olvidan la segunda parte de la ecuación maldita, a saber; los Impuestos. Derogar a la Huesuda no nos va a librar de la Agencia Tributaria ni de coña, sea cual sea nuestro formato existencial. Y digo yo, y digo bien, que pagar eternamente al Erario Público no es una idea del Edén que resulte apetecible.

Para mayor abundamiento, suponiendo que llegaran a ser ciertas estas profecías de mutarnos en inmaculados Seres de Luz, me pregunto; ¿Se nos suprimirá la condición de mamíferos celomados? ¿Ya no tendremos ni boca, ni estómago, ni culo? ¿No comeremos, ni haremos la digestión? ¿De defecar ni hablamos, verdad? ¿La vida ya no tendrá este maravilloso y pungente perfume apestoso?

No jugaré en esa tu cancha, Fervorosito. Humano nací, vivo como tal y, como humano quiero morir cuando me toque, sin ilusión y sin miedo.

Págate otra Bud y calla ya, so pelmazo.

B.S.R.
Pedidle al Yutús, del Armand Amar, el Bab Aziz.

Manolodíaz.