No hay peor ciego que el que no quiere ver

No hay peor ciego que el que no quiere ver

Antes de que ustedes, mentalmente, empiecen a insultarme he de dejar claro mi más sincera admiración y respeto a la mujer, a la que siempre he considerado más lista, nada que ver con más inteligente, eso depende de cada ser humano, que el hombre. A los “progres” que defienden con fervor a las “feminazis” ya...

Antes de que ustedes, mentalmente, empiecen a insultarme he de dejar claro mi más sincera admiración y respeto a la mujer, a la que siempre he considerado más lista, nada que ver con más inteligente, eso depende de cada ser humano, que el hombre.

A los “progres” que defienden con fervor a las “feminazis” ya les han puesto nombre, los apodan “planchabragas” por plegarse a todas y cada una de las imbecilidades que pregonan aquellas con el único fin de ver si “pillan cacho”.

A nuestra generación, nací a mediados del pasado siglo, ningún profesor, filósofo o sociólogo tuvo que enseñarnos respeto hacia la mujer. Se aprendía en el hogar, ese sitio maravilloso que la extrema izquierda comunista odia tanto, respetando a tu madre por encima de todo, ya fuera por convencimiento, en la mayoría de los casos, o por aprecio a tu integridad física ante la reacción de tu padre si osabas faltar al respeto a “la jefa” de la casa. Llevamos el respeto a la mujer en la sangre, lo hemos mamado.

Hay casos tan curiosos como el de la sociedad vasca, un rígido matriarcado que ha perdurado durante siglos. La “ama” (madre) está casi a la altura de Dios, intocable, y no  conozco a ningún vasco, créanme que conozco miles, que se haya sentido discriminado por esa circunstancia en alguna ocasión. Tuvieron que inventar las sociedades gastronómicas para poder tener un sitio donde no mandara “la ama” y tener, si es que se necesitaba, cierta defensa ante el marcado matriarcado que se vivía. Ahora las ignorantes “feminazis”, que no han leído ni el TBO, dicen que las sociedades son un nido de machismo, la ignorancia es la madre del atrevimiento.

Puede que en la generación de nuestros padres las decisiones importantes las tomara el varón, no voy a negarlo, pero no es menos cierto que por regla general en todas las casas mandaba y administraba la mujer, las decisiones del día a día eran de la mujer y quien decidía donde se iba de vacaciones, a que colegio iban los niños y qué se compraba y cuando era siempre ella. Ningún hombre, y hablo de millones, dejaría la administración de la casa a su mujer si no la considerara capacitada para hacerlo mejor que él.

Ahora, los “giliprogres” ya empiezan a vendernos que la proliferación de “manadas” agresoras sexuales se debe al consumo de pornografía. Me he acordado del impresentable de Pere Navarro, Director General de Tráfico, que siempre dice que la culpa de los millares de accidentes de carretera que tienen lugar en este país cada año siempre la tienen los muertos.

Los acosos, abusos y agresiones sexuales no tienen nada que ver con la pornografía, ha existido siempre y si no íbamos a comprarla a Francia, el problema es mucho más profundo.

A nuestros jóvenes se les ha educado en el desprecio a la mujer a través de los medios de comunicación, hace ya más de una década que empezaron a emitir aquella asquerosa e inmoral serie de Física y Química donde las compañeras de instituto eran de “usar y tirar” y los heterosexuales los parias del grupo. Han puesto todos los medios necesarios para que los jóvenes desprecien la autoridad de los padres, de los maestros, de las fuerzas de orden público y de las instituciones. El marxismo afincado en Europa desde el final de la II Guerra Mundial ha hecho denodados esfuerzos para terminar con sus dos mayores enemigos, la familia y la religión. Se han cargado todos los valores que han mantenido a la vieja Europa como despensa cultural del mundo y ahora empezamos a padecer las consecuencias.

A eso hay que sumarle, no piensen ni por un momento que me iba a asustar hablar del tema, la inmigración, más concretamente la invasión islamista que estamos padeciendo con el consentimiento de nuestros líderes políticos. La mayoría de “las manadas” son de inmigrantes musulmanes, a pesar del silencio mediático impuesto es ya de dominio público porque hasta los funcionarios judiciales se han hartado de ocultarlo. El último caso el de Manresa.

Es curioso que usted esté controlado al segundo, que deba presentar cientos de papeleos, certificados y justificantes hasta para sacarse el abono del tranvía y se permita la entrada de todos aquellos que las mafias pasan en alta mar de los barcos a las pateras sin preguntarles de donde vienen y a que se dedicaban. Muchos de estos inmigrantes proceden del Sahel, enorme franja territorial que se extiende desde el Atlántico hasta el Mar Rojo teniendo el Sahara como frontera norte y  la sabana africana como frontera sur. En ese territorio han encontrado cobijo todos los yihadistas buscados por asesinos que han tenido que huir de sus países ante la pérdida de territorios del “Estado Islámico”, allí residen todos los traficantes de mujeres y niños, allí tienen su base los mayores traficantes de armas, y de allí provienen gran parte de los que llegan en patera a las costas de Europa.

Además, no podemos pasarlo por alto, son musulmanes, para ellos la mujer en un objeto de usar y tirar sobre la que tienen poder para maltratar, esclavizar o incluso matar, para ellos la mujer no es nada.

De las últimas 19 «manadas» detenidas, 11 están compuestas de musulmanes, 7 de extranjeros no procedentes del norte de äfrica y 1 de etnia gitana. Y todavía hay quien defiende que abramos las fronteras de par en par.

Estoy harto de que se criminalice al varón por el hecho de serlo, se ha llegado a decir que la violencia contra las mujeres y los abusos sexuales están en nuestro ADN, claro que quienes lo dicen no tienen ni una sola neurona aprovechable.

Hay que cambiar las leyes, tipificar adecuadamente los delitos, endurecer al máximo las penas, multiplicar la presencia policial en nuestras calles y deportar automáticamente a cualquier extranjero que delinca. Menos tonterías de la nueva ingeniería social y coger el toro por los cuernos sin mentirnos a nosotros mismos.

Dejen ya de contarnos milongas, mentir es la hoja de ruta de los políticos pero ustedes están a tiempo de abrir los ojos y levantarse del sofá para hacer algo por este viejo continente, su país y sus hijos, no hay peor ciego que el que no quiere ver.