Carta del Obispo, D. Casimiro, para este domingo
La Jornada Mundial del Enfermo, el día 11 de febrero, Fiesta de la Virgen de Lourdes, nos invita a recordar a todos los enfermos y a sus cuidadores, tanto en los lugares destinados a su asistencia como en las familias. A todos desde aquí les mostramos nuestra cercanía espiritual. Para todos nuestro afecto y compromiso activo.
La pandemia del Covid-19 nos está mostrando con toda claridad que somos frágiles, vulnerables y mortales, y que nos necesitamos unos a otros. Toda enfermedad es un signo de nuestra condición finita y de nuestra dependencia. También es una condición de nuestro ser ‘creaturas’; no somos dueños de la vida. El reconocimiento de esta verdad nos invita a ser humildes, a practicar la solidaridad y, sobre todo, a abrir nuestra mirada a Dios, que nunca nos abandona.
Los enfermos no deberían ser indiferentes a nadie, y no pueden serlo nunca a los cristianos. Jesús siempre se acercaba y atendía a los enfermos, especialmente a los que habían quedado abandonados y arrinconados por la sociedad. La cercanía y compasión de Cristo hacia los enfermos, sus numerosas curaciones de dolientes de toda clase son un signo maravilloso de que Dios ha visitado a su pueblo y del amor de Dios hacia cada uno de ellos. La compasión de Jesús hacia todos los que sufren llega hasta identificarse con ellos: “estuve enfermo y me visitasteis” (Mt 25, 36).
Los enfermos siempre tienen un rostro concreto, no son números. Jesús nos pide detenernos y acercarnos a ellos, escucharles, sentir empatía y conmoción por cada uno, dejarse involucrar en su sufrimiento hasta llegar a hacerse cargo de él por medio del servicio, como hace el buen Samaritano (cf. Lc 10,30-35). El mismo Jesús encargó a sus discípulos la atención de los enfermos. Por ello el cuidado cercano y fraterno de los enfermos, hecho con compasión y gratuidad, no puede faltar nunca en nuestra Iglesia diocesana y en cada parroquia. Cada vez hay más personas enfermas y solas a las que acercarse y cuidar.
Un acompañamiento integral u holístico de los enfermos, pide cuidar también la dimensión espiritual de los enfermos; es la mejor manera de tratarles con verdadera humanidad y caridad cristiana. La fe en Cristo Jesús, muerto y resucitado, cura y sana, y da aliento y esperanza en la enfermedad al enfermo y a la familia.
XCasimiro López Llorente
Obispo de Segorbe-Castellón