Publicado por ABC 21/03/2020
El hombre que resistió 532 días secuestrado en un zulo por ETA alienta a los españoles a cumplir el confinamiento: «Obedecer es amar. Quedémonos en casa»
José Antonio Ortega Lara (Burgos, 1958) transmite paz. Su voz al otro lado del teléfono llega vivaracha, como la del amigo que trata de levantarte el ánimo cuando flojeas. Él también está afligido, no oculta su «zozobra», pero ofrece su aliento sereno a través de las páginas de ABC para que los españoles sepan afrontar con determinación esta grave crisis que nos asola. «Debemos metabolizar el miedo para convertirlo en algo positivo. Entre todos saldremos adelante», afirma tajante quien conoce el encierro más oscuro y cruel.
No imaginaba este maestro, funcionario del Estado, que volvería a ver sus alas cortadas. El suyo es el vivo retrato de la supervivencia, símbolo de la esperanza. Imposible olvidar la imagen del hombre que aguantó 532 días enterrado en vida, el referente moral de la libertad frente a ETA. Su liberación, aquel día de verano de 1997, provocó el primer gran estallido de solidaridad y alegría de todo un país sometido a la lacra terrorista.
Hoy comparte la preocupación de todos por el nuevo desafío al que nos enfrentamos, pero está convencido de que desde el esfuerzo colectivo España superará la situación. «Estoy llevando la situación con zozobra, tristeza y a veces con cierta sensación de pánico por todo lo que está ocurriendo», confiesa, concediéndose apenas unos instantes de debilidad. «Pero tenemos que intentar metabolizar ese miedo, convertirlo en algo positivo», insiste, convencido de que se estrecharán los lazos de la sociedad civil, como siempre ha ocurrido en la adversidad.
Exportar cariño
Estos días los vive en su piso de Burgos, con su mujer, «confinado como todo el mundo». Sus dos hijos se han quedado en Madrid, donde el mayor trabaja y la pequeña estudia. En ellos piensa, igual que hacía cuando el chico era un bebé de apenas dos años y medio, y ETA lo secuestró a él encerrándolo en un zulo inmundo de Guipúzcoa. Lo abrazó un año y medio después, su bebé no le reconoció.
Aquella «experiencia», como la llama él, es bien distinta a la de ahora, claro. Entonces le quitaron el reloj, le robaron la noción del tiempo: apenas unos periódicos viejos que consumía como último hilo con la realidad. Vivir o morir era decisión de los desalmados terroristas. «Yo esto lo llevo mejor que mi mujer, es más aprensiva. Pero me despierto de noche», confiesa removiéndosele el pasado.
Hoy se asoma a la ventana de su casa y puede sentir en la cara el viento frío del cierzo. Lee, escucha, habla a diario con sus hijos, comparte complicidades con su esposa. Él, que padeció la más cruel de las soledades encerrado en un agujero húmedo, receta amor al prójimo. «Qué importante es poder decir en estas circunstancias un ‘te quiero’, tener detalles, ser amable, ofrecer una sonrisa», avisa.
España afronta días de cuarentena. La angustia morderá y muchos querrán salir al exterior. «Le diría a los españoles que obedecer es amar. Quedémonos en casa», señala.«Respetemos el confinamiento. En la obediencia hay un sacrificio silencioso de millones de españoles que intentamos salir juntos, estamos todos juntos en esto. Vivimos para servir, es el momento de demostrarlo», añade compartiendo unos consejos para sobrellevarlo.
«Para mí fue importante hablar», recuerda, aunque en su caso no fuera más que en voz alta y a la pared. «Como soy una persona creyente, rezar», continúa. «Y, sobre todo, cultivar el método: A pesar de estar triste y sentir termor, hacer cada día lo que hay que hacer: higiene personal, desinfectar la casa, algo de ejercicio, estirar. Centrarse en las cosas ordinarias», enumera. Ah, y cultivar la imaginación: «Yo aprendí a tener mecanismos de evasión: volaba al campo aunque luego volviera a la celda. Hay que buscar formas de liberar ansiedad y cada uno como quiera:leyendo un libro, tocando la guitarra…»
«Gracias, Majestad»
Lo cierto es que en estos años ha evitado las entrevistas, pero esta vez no ha dudado en responder la llamada de ABC para ayudar a mantener la esperanza del país. No quiere hablar de «política», tampoco era la intención. «Hemos hecho muchas cosas mal ante esta pandemia, es verdad. Los políticos y nosotros mismos… Pero no es el momento de repartir culpas. Debemos tirar hacia adelante. Empatizar para superar todo esto desde la unidad. Entre todos saldremos adelante», anima. Sí reserva unas palabras para agradecer al Rey su discurso a la Nación en estas horas bajas: «Gracias, Majestad, por estar ahí». Y pide dejar a un lado los reproches y centrarse en la tarea común que tenemos delante.
Ortega Lara anima a exportar cariño a los que están solos, los que más sufren, los enfermos que esperan en casa un diagnóstico, los que temen por su salud. «Hay que empatizar con otros muchos que están asustados. Esas personas necesitan una llamada de teléfono, un whatsapp que alivie su estrés y su ansiedad. Hay que llamar al que está contagiado, paliar sus miedos. Y también el miedo de una cajera, acordarte cuando acabas la compra de decirle un ‘muchas gracias y que tengas un buen día’. No cuesta nada».
Por último, insta a mirar al futuro con optimismo: «Pediría a la gente que planifique nuevos proyectos, con ilusión y cariño. Vamos a luchar contra este enemigo invisible».
Como tantos, cada día a las ocho de la tarde Ortega Lara saluda a los miles de profesionales que están fuera sirviéndonos al resto. Desde su ventana, como hizo aquel 1 de julio de 1997, encendiendo el corazón de los españoles.