Otro año más

Otro año más

Con la venia: hoy le he dado los buenos días a mi Madre. Como es de rigor al despertarla.

 

Y luego -como cada Seisdejunio- la he felicitado calurosamente. Naturalmente me preguntó porqué, y se rio cuando le dije que por su primer parto.

Mientras desayunaba, aprovechó para relatarme de nuevo la ocasión y sus muchos pormenores.

También se regodeó asegurándome -con un cierto retintín- que parir cinco kilos y medio de nene cabezón no es grano de anís, y menos si se hace a las seis de la mañana.

En este punto divisé el peligro de una memoralia familiar, y le llevé la contraria diciéndole que mi parto solo en parte fue obra suya. Y le di dos razones para que bajara las cejas.

Mi irrebatible argumento primero es que, en aquellos tiempos, una señorita cartagenera -hija dilecta del glorioso Cuerpo General de la Armada- no se pondría de parto a la hora de diana, porque en ese momento se está avivando el mundo y se pueden resolver los problemas.

Si acaso rompería aguas tras la siesta, un poco antes de la merienda, para dar la murga toda la tarde y entrar a la noche con todo el personal sin cenar y alborotao.

Por supuesto que luego, la primípara Naval cumpliría el reglamento y sonando las 24.00h el rorró estaría en su primer berreo.

Con lo que todos los asistentes pasarían la noche en blanco y soltando pestes del crío, según es uso y costumbre de la Armada.

Como segunda y poderosa razón, le recordé que siendo el aniversario del día D, era la fecha indicada para que naciera un criaturo de la familia Díaz, y yo lo hice. Además, así contribuí a celebrar la efeméride con mi desembarco.

Comenzó la Madre a objetarme que mis razones no tenían pies ni cabeza, pero le serví el menú pastillero y su medio litro de agua -debilísima en pedruscos- y ocupada en deglutir calló.

Aprovechando su silencio remaché el clavo diciéndole que, dado que yo soy el más pinta de la familia, la habilidad de colorear los mandalas con esas combinaciones tan chulas -de las que tanto presume- es herencia mía.

No opinó, pero Medusa miraba con menos ceño. Aunque acabó riéndose.

Cuando entre de guardia esta tarde le llevaré una flor de magnolia, aspirará su perfume y seguiremos gastándonos más destas bromas. Amén.

Tal vez me repito en la selección musical, pero la obertura de La Traviata me parece lo indicado.

Manolodíaz.