No hay ningún otro país en Europa donde exista, en plena pandemia vírica, un venenoso ataque político de las dimensiones del que sufrimos en España. Por el contrario, en Portugal, la oposición de derechas manifiesta su decidido apoyo, sin condiciones, al gobierno socialista. ¿Por qué, entonces, la anomalía española? Lo primero es que en España...
No hay ningún otro país en Europa donde exista, en plena pandemia vírica, un venenoso ataque político de las dimensiones del que sufrimos en España. Por el contrario, en Portugal, la oposición de derechas manifiesta su decidido apoyo, sin condiciones, al gobierno socialista. ¿Por qué, entonces, la anomalía española?
Lo primero es que en España tenemos el gobierno situado más a la izquierda de toda Europa, es decir, un gobierno en el que la persistente mayoría progresista contra los recortes ejerce una significativa influencia. Este es la anomalía.
Y tal abrumadora mayoría -superior al 80% según todas las encuestas- se expresa además exigiendo la unidad a las fuerzas políticas. En esa mayoría no solo están los votantes de izquierdas sino también buena parte de los votantes de derechas.
Por ello, las poderosas fuerzas -que ya maniobraron todo lo posible para que no se constituyera el actual gobierno de coalición progresista, provocando una repetición electoral- continúan con su empeño atacando la unidad para superar la crisis del Covid-19, y elevando la presión con los métodos más siniestros.
Su tarea es desarrollar una operación de derribo del gobierno sin la menor vergüenza para que el gobierno se estrelle contra las dificultades ante la pandemia y poder así recuperar el poder. Y todo ello, sin importarles en lo más mínimo dañar la contención sanitaria y agudizar los efectos de la crisis económica.
Y, para tirar abajo el gobierno, no tienen reparos en debilitar a España en la escena internacional, anhelando la imposición de un rescate por parte de la Unión Europea que suponga una mayor pérdida de soberanía nacional. Son verdaderos antipatriotas.
Aunque Vox haga de ariete e intoxicador masivo, es la actual dirección del PP el vehículo político principal de la ofensiva contra el gobierno, con su oposición a la continuidad del estado de alarma -que conduciría al país al caos- y agudizando el enfrentamiento entre el gobierno autonómico de Madrid y el gobierno de España.
Y no olvidemos a los inefables “ene-liados” -aparentes enemigos, siempre aliados- contra el gobierno de coalición progresista, los Vox-JuntsxCat, los Abascal-Puigdemont, juntos en la guerra contra la prórroga del estado de alarma, suspirando por destruir el actual gobierno progresista.
Es decir, nos enfrentamos a un peligro muy real y muy concreto, un peligro que continuara en otoño cuando utilicen la explosiva situación que aparecerá con la crisis económica y social, con todas sus consecuencias duras y crudas, para imponer un golpe de timón en el rumbo político del país, por ejemplo, con una alternativa de un gobierno de gran coalición PP-PSOE, pero sin Pedro Sánchez y, claro, sin Podemos. Y si llega a hacer falta se inventarán una personalidad independiente para que forme un gobierno tecnocrático.
Y ¿para qué? Para aplicar más ajustes fiscales y reformas estructurales que signifiquen la pérdida del poder adquisitivo de las pensiones que abran el camino a su masiva privatización, más rebajas salariales y de rentas, y más precariedad laboral. Este va a ser el frente principal de una batalla cada vez más descarnada. Porque lo que se nos viene encima, y así lo confirman todos, es la peor recesión desde el final de la Guerra Civil. Y las élites oligárquicas, nacionales y extranjeras, tratan de cargar esa factura sobre la mayoría de la población, para volver, como en la anterior crisis, a salvaguardar sus beneficios imponiendo sangrientos tijeretazos.
Y como fieles antipatriotas piden a gritos, de momento en sus húmedos sueños, que la troika -FMI, BCE y Comisión Europa- intervenga España otra vez, para hacer recortes en el gasto en sanidad, en educación y en el salario de los funcionarios, y congelar las pensiones.
Pero se enfrentan una realidad contumaz. En una reciente encuesta, dos tercios de los españoles apoyan una subida de impuestos a quienes más tienen, y que un 86% reclama aumentar el gasto en sanidad. Un porcentaje similar, el 80%, respalda en un estudio del Institut d´Economia de Barcelona, subidas de impuestos, especialmente a las rentas más altas, para aumentar la inversión en sanidad o mejorar las políticas sociales.
Este es el verdadero dique contra el que chocan quienes “vienen a por el gobierno”. La existencia en España de una mayoría progresista que, incluso en las peores condiciones, resiste y se expresa políticamente.