Con la venia: Aquel viernes cobré la nómina y la extra. Excuso deciros que me propuse mojarme por dentro ese finde.
Como no tenía fiesta hasta el domingo de tarde, el día de autos, a pesar de la plata fresca, hice bondad; dos tomas convenientes y retiro temprano. Noseacosaqué. Que te tengo conossíío, Manóóólo. Orden y método.
La noche del sábado, en el Chucuchús, ya anduvo muy mejor compuesta; con mezcal en generosas dosis, el brindis por Don Vicente Tortosa Valls, – con quien lo bebo siempre «in absentia»- y la selección de la Credence que me obsequió el pincha del crepuscular pafeto. Cuando el chaval, a seña del Bobojefe, hizo el cambio al popillo de uso común, tomé para el quierito. Que el domingo, en el Museo de mi desempeño, había matinée y no se abría solo, como ya habréis imaginado.
En la bocanoche dominical me arrimo al Terra, que aún lucía una fachada perpetrada por un grauero que nombrar no quiero. Torito torito bravo capitán de la torada, me abrocho unas birras para dar base a tragos más serios, y llegado el momento miro a Jorge, señalándole una botella de rojo contenido.
– No jodas Manolo, ¿ Uno desos tuyos ?-
– De aperitivo. Luego de cenar vendré a por otro. De postre.-
– Manos a la obra, y a las penas…puñalás.-
La pócima de marras es un diablito colorado que debe llevar, en tumbler, tres quintos de Campari, dos golpes de angostura, un sentidico de Gin Xoriguer, y hasta el borde de tónica helada. Sin más folclores.
Nació este bebedizo en el Mindoro, en los felices tiempos blancos y azules. Fue por mano de Poveda, y la bellísima Gesa Tiltak ofició esa noche de testigo. Benditos sean allá donde estén.
Datos querréis deste medicinal veneno; pues os participo de que arregla la glosopeda, cura el dengue, la alferecía, y el muy temido zurriburdio. Contra las petequias escrotales es remedio soberano. Aplaca los ataques llorones de la NostAlgerie. No mata del todo, pero da una risa que ahoga muchísimo. Entre probados dipsómanos se le llama Menstruación de Gallina.
Retomando la escena en el Terra, os diré que unos cercanos ojos zarcos pusieron atención al proceso que Jorge bordaba sobre la barra. Mi legendaria generosidad etílica cursó una invitación que la intrigada moza tuvo a bien aceptar y, charla mediante, sirotamos dos combinas por cabeza. Ya los ojos de entrambos chisporroteaban y estábamos un tantico jajáis, por lo que propuse cenar donde los Hermanos Bravos. Allá fuimos, a disfrutar de un tapiñe montañés, la alegre compañía que nos dábamos, y la callada promesa de más risas.
De vuelta al Terra, ante la sorna del Jorge, reincidimos en las tomas hasta que chapó el garito. Ella vivía cerca; la acompañé al su portal, manteniendo ambos el equilibrio con cierto éxito. Recuerdo una despedida de torpes lenguas, risas de bienestar, una mano cerrando la velada. Nada más.
A los tabernarios federados, Dionysos Olímpico nos premia con una emanación de su sagrado Tirso que activa un piloto automático; el que reconduce nuestros viles despojos hasta el descanso hogareño. Es una aplicación que solo los elegidos merecemos y disfrutamos. Aquella noche funcionó a las mil maravillas, y al poco rato caí en mi plumard como la piedra en el barro.
Buenas noches.
B.S.R.
Disfrutad en Yutús:
Obra: Les Indes Galantes.
Autor: Jean-Philippe Rameau.
Pasaje: Danse du Grand Calumet de la Paix.
Coreografía: Bintou Dembele Cie Rualité.
Espectáculo de la Opera Nacional de Paris. Septiembre 2019.
Manolodíaz.