Es como si el haber compartido días de caminata hacia un mismo destino nos uniera de una manera especial.
Hace justo un año emprendí un camino que todavía está por recorrer y que aún no ha llegado a su fin. Un camino milenario cuyas rutas han transitado miles de peregrinos a lo largo de los siglos y que sigue atrayendo a miles de personas que inician la marcha por distintos motivos. Llevaba más de media vida con la idea fija de que algún día lo haría, pero fue en una de las visitas del año pasado a mi querida Navarra cuando sentí que había llegado el momento y no podía posponerlo más. Una mañana de marzo a solas en Roncesvalles, sintiendo su magia, su energía y sus vibraciones, decidí que ese mismo verano me calzaría las zapatillas y me pondría a caminar.
Así fue como, treinta años después de oír hablar por primera vez del Camino de Santiago, el 3 de agosto de 2023 inicié el primero de los tramos en los que se dividirá mi Camino. Agradezco a mis Laias su compañía y siempre serán especiales para mí por cuidarme, por su apoyo, su buen humor, sus risas y por todo lo que aprendí de ellas y con ellas. También a todas las personas que conocí y que han dejado su huella en mi vida para siempre, como Yohan que salió de su casa en Suiza caminando y llegó hasta Burgos despojándose de casi todas sus posesiones, o José Antonio y su hija Cocó, que volaron desde México solo para caminar juntos unas etapas del Camino.
Al igual que la vida se divide en diversas fases por las que vamos transitando desde la niñez hasta la vejez pasando por la juventud y la madurez, de igual modo, dicen que el Camino francés se divide en tres partes: una primera más técnica que empieza en los Pirineos, una segunda más mental que atraviesa Castilla y una tercera más espiritual que discurre por Galicia y que culmina con la llegada a Santiago de Compostela y a su Catedral en la plaza del Obradoiro. Nuestro amigo Thomas sabe bien con sus historias increíbles lo que es vivir peripecias sin fin en cada una de ellas durante el mes que duró su viaje. Ahora en unas semanas vendrá a visitarnos para recordarlas juntos.
Este verano de nuevo llega el momento de continuar siguiendo el camino de las flechas amarillas, el mismo color que seguía Dorothy en su periplo buscando al mago de Oz para volver a casa. Si bien en su caso lo que seguía eran baldosas en lugar de marcas de diversas formas y tamaños, el objetivo era el mismo: seguir el camino hasta llegar a su fin. Como en el camino de la vida, transitamos por ella día a día a veces solo pensando en poner un pie delante del otro para seguir caminando sin preocuparnos de nada más, como decía Lockley que hacía cuando sentía que sus piernas y su cuerpo ya no daban más de sí.
Qué gran aprendizaje sobre la importancia de vivir el momento y poner nuestra atención plena en cada instante de la vida.
Las historias que mis chicas peregrinas y yo tejimos el verano pasado con todas las personas que conocimos de todas partes del mundo se unirán a las de este nuevo tramo que caminaré con Flora. Hilaremos recuerdos con quienes nos encontremos a nuestro paso y les desearemos buen camino. Cada día seguiremos la rutina del peregrino más o menos en este orden: madrugar, andar, almorzar, llegar al albergue, ducharnos, comer, lavar la ropa, mirarnos los pies, descansar, dar una vuelta por el lugar, cenar y echarnos a dormir confiando en que nuestras compañeras y compañeros de alcoba no sean profesionales del ronquido.
Con quienes entablemos conversación durante el recorrido, nos haremos las preguntas típicas de los peregrinos: de dónde vienes, por qué haces el Camino, hasta dónde vas o qué parte del cuerpo te duele. Nos traeremos aprendizajes y momentos compartidos que de alguna manera nos marcarán para siempre. Es como si el haber compartido días de caminata hacia un mismo destino nos uniera de una manera especial, como nos sucedió a las Laias y a mí con Rubén. Cómo olvidar sus consejos sobre vinos por la calle Laurel de Logroño. El Azpilicueta ya siempre irá unido a su nombre. Y qué ejemplo su tesón y su capacidad de superación.
Que lo único que quede nuestro en el Camino sean las pisadas y las experiencias vividas, los aprendizajes que nos llevamos en la mochila.
Como dice el eslogan de una campaña medioambiental para fomentar el reciclaje y concienciar sobre la conservación del Camino de Santiago a través del reciclaje y la lucha contra la basuraleza: que el camino deje huella en ti, no tú en el Camino. Que el impacto de nuestro paso por esas sendas sea mínimo e imperceptible, pero que la huella que deje en nuestros corazones, en nuestras mentes y en nuestras almas llegue a ser muy profunda. Darnos cuenta de lo poco que necesitamos para ser felices y de todo lo que arrastramos que lastra nuestras mochilas es un aprendizaje que vale un potosí. No nos hace falta tener tantas ni tener de todo. Como decía Lockley: el Camino proveerá. De igual manera que la vida provee, añadiría yo. A veces con lo que necesitamos y otras con lo que ella cree conveniente. Como decía Nino Bravo en su archiconocida canción Un beso y una flor: forjarán mi destino, las piedras del camino. Que así sea.
Traer estas inspiraciones tan simples y básicas pero normalmente olvidadas a mi vida diaria, junto con la decisión de vivir más en contacto con la naturaleza, supuso un cambio que todavía perdura en mí y que me hace seguir evolucionando. Al igual que el poder apreciar las cosas sencillas de la vida y que a menudo no valoramos: darte la mejor ducha caliente cuando llegas empapada después una etapa con lluvia, frío y niebla; tomarte el mejor caldo caliente que hayas probado nunca; darte cuenta de la suerte que tienes de tener calzado seco para ponerte cada día cuando una mañana te levantas y te tienes que poner las únicas zapatillas que tienes y que están completamente húmedas por la lluvia del día anterior. Grandes descubrimientos que haces en cualquier viaje que emprendes llevando solo lo justo y necesario, no solo en el Camino.
Dicen que cuando has sido peregrino una vez en la vida, ya lo eres para siempre. Y así debe de ser, porque cuando te encuentras con alguien que ha pasado por esa experiencia, no puedes evitar intercambiar una mirada cómplice acompañada de una sonrisa que parece decir:
También estuve allí y sé lo que viviste porque yo también lo viví.
Que nuestro paso por la vida deje solo huellas de momentos especiales para el recuerdo en las personas con quienes compartimos este viaje, que perdure en ellas todo aquello que dimos y todo aquello que nos dieron. Al igual que en el Camino, deseo que dejes tu huella en el camino de la vida compartiendo aprendizajes y construyendo momentos y experiencias inolvidables en la memoria de los demás y afectos en sus corazones. Ultreia!
Sonia Vecino Ramos
Profesora de inglés, formadora de profesorado y doctoranda.