Con la venia: En una pila de periódicos atrasados busco crucigramas vírgenes y, pasando páginas, encuentro tu esquela.
No recuerdo otra más escueta; te la han despachado en seis renglones. De arriba abajo leo; una negra cruz seguida de tu nombre, el día del óbito y tu edad, el deseo -abreviado hasta las puras siglas- de que descanses en paz, la línea de la tan dolorosa pérdida, una fecha inútilmente repetida, el horario de un velatorio de cinco horas post meridiam, y ya.
Recuerdo que me hablabas, a menudo, de tu pertenencia a una familia muy amplia y conocida desta ciudad. Ahora, en tu aviso mortuorio, cuatro docenas largas de parientes se han reducido a una sola referencia consanguínea, de la que no se cita el nombre.
Ignoro que razones motivaron tanto desapego hacia ti por parte de tus deudos, y no es de mi incumbencia el asunto. Pero el tono usado para despedirte me resulta de un roñica que me duele, porque doy toda la fe de que siempre fuiste generosa repartiendo alegría y cariño. Por ello, mantengo que valías más -mucho más- de lo que pueda dar a entender esa media docena de líneas desabridas.
Y así lo escribo, hoy y aquí, en tu memoria.
La Gymnopédie 1ª de Satie será el comentario musical desta semana. Se ejecuta y se escucha en tempo lento y doloroso.
Manolodíaz.