A lo largo de estos últimos 40 años, se ha ido fraguando un consenso en la vida política por el que se está pretendiendo apartar a una gran parte de la sociedad, expulsándoles por pensar distinto, opinar distinto y creer distinto. Hoy día no es difícil encontrarse a alguien que sienta que su derecho a...
A lo largo de estos últimos 40 años, se ha ido fraguando un consenso en la vida política por el que se está pretendiendo apartar a una gran parte de la sociedad, expulsándoles por pensar distinto, opinar distinto y creer distinto.
Hoy día no es difícil encontrarse a alguien que sienta que su derecho a la libertad de expresión y pensamiento está absolutamente cercenado por una sociedad que ensalza el pensamiento único, como una suerte de nueva ciencia que lo sabe todo, lo puede todo y lo cree todo. De ese modo, aquel que se atreva a pensar de manera diferente es excluido y considerado un paria, y mucho más, aquel que pretenda expresarlo.
Pero en el análisis olvidamos qué es aquello que se está apartando o excluyendo, y la sociedad se deja llevar por los postulados del pensamiento “progre” ya que parece que así uno es más moderno y avanzado, y que no se ha quedado obsoleto cual teléfono u ordenador de los años 90. Ciertamente vale la pena pararse a pensar y reconocer que lo que pretende excluirse es el mundo de lo cotidiano, es el sentido común. Y ha llegado a tal punto el contenido del pensamiento “progre” que, incluso, empieza a aparecer gente que no sabe desarrollar un pensamiento lógico aristotélico, no sabe hacer uso del sentido común, y esto muestra el grave deterioro y la necesidad de referentes sociales.
Ya se considera lógico pensar que no tiene sentido defender a la familia, la reconciliación, los valores eternos, sí los que construyeron la sociedad democrática occidental, los únicos, los judeocristianos. Parece lógico decir tonterías y cuanto más juntas y rápidas se dicen, hacen más gracia y son más “progres”. Y un ejemplo claro es hablar de democracia excluyendo a partidos políticos constitucionales, abrazando partidos totalitarios, independentistas y nacionalistas radicales o incluso pancatalanistas.
Y en este sentido, aparecen iluminados que pretenden razonar, desde lo irracional, que no es lógico aceptar donativos de Amancio Ortega, que no debe comprar aparatos de última generación para la lucha contra el cáncer y regalarlos a la sanidad pública. Lo que demuestra el grado de locura que está alcanzando el pensamiento único. Aprovecho desde aquí para agradecerle profundamente su generosidad y su altruismo.
Ni que decir del uso de la lengua, aquello que deber servir de comunicación para unir a los pueblos, y que los nacionalistas convierten en instrumento de discordia y diferencia con el otro. El presidente Puig, hablaba en el debate de investidura de “indicadores” para decir que en la Comunidad Valenciana el valenciano está excluido y que nadie o casi nadie lo habla, o que las instituciones y administraciones deben introducirlo porque se está perdiendo su uso. Sin embargo, los que tenemos hijos en edad escolar, sabemos que con el valenciano puede ser, pero con el catalán es todo lo contrario, los que tratamos con la administración tenemos dificultades para encontrar un documento en español, y en la calle cada vez más se habla en Valenciano.
En este sentido, dos cosas tengo que decir. En primer lugar, decir que es cierto que el valenciano está excluido, pero que lo está por su propio gobierno, que impone el catalán, abandonando les normes del Puig, y apostando por la catalanización de la Comunidad Valenciana.
En segundo lugar decirle que, dado que lleva trentaitantos años en la política, debería cambiar el discurso de los años 70 que repite, y repite y repite sin cansarse. Hoy día las dos lenguas se hablan. El valenciano solo tiene la amenaza del catalán que ellos mismos, el Consell, están dispuestos a expulsar de nuestra Comunidad Autónoma, y no es necesario imponer ninguna lengua a nadie, eso es propio de esa época de la historia que tanto recuerda la izquierda constantemente, quizás por la nostalgia que les producen los años vividos en dictadura.
Sí, es un orgullo y un honor ser la voz de aquellos que el pensamiento único o “progre” tiene apartados en la sociedad. No vamos a tolerar que sigan ninguneando a todos aquellos ciudadanos que piensan y creen lo que quieren, y que no están dispuestos a que las izquierdas o los radicales nacionalistas les digan lo que tienen que pensar, decir o creer. Hemos llegado a las Cortes para quedarnos, y defenderemos nuestros valores siempre y para siempre, cueste lo que cueste.
David Muñoz Pérez
Diputado por Castellón de VOX en Cortes Valencianas