Hay que pagar impuestos por patriotismo, para sostener los servicios públicos y no dejar a su suerte a las capas menos pudientes de la sociedad. Ha de ser una imposición justa y progresiva para que contribuyan más quienes más tienen.
Vaya por delante que si me dieran a elegir entre pagar cuatro o pagar dos, optaría por pagar dos. Pero con la misma seguridad digo que estoy a favor de los impuestos, progresivos, claro, porque solo pagando impuestos puede funcionar una sociedad.
Y que una sociedad funcione es que sea justa, que quienes más tengan contribuyan más para sostener a quienes menos tienen o a quienes pasan por serias dificultades. De lo que se trata es de que todo el mundo pueda llevar una vida digna y que quienes están en mejor posición ayuden a los que no son tan afortunados.
Los gobiernos no disponen de una máquina de hacer dinero que activan por las noches. Si no pagamos, no hay sanidad, no hay educación, no hay políticas sociales, no hay becas, no se pueden hacer y mantener carreteras, no se puede construir el corredor mediterráneo, ni sostener los cuerpos de seguridad.
Sin impuestos no hubieran sido posibles los ERTES durante los largos y duros meses de pandemia, ni tampoco todas las ayudas que se activaron para proteger a los sectores empresariales, laborales, sociales y familias que sufrieron con mayor crudeza del parón en seco que se produjo en la economía del país.
Sin los impuestos tampoco hubiéramos podido salvar a la banca (¡qué paradoja!) cuando la crisis de 2008, 2009, 2010, 2011, 2012, 2013…
Y las ayudas que ahora esperamos para un sector como el cerámico, tan castigado por el desmesurado incremento de los costes energéticos, tampoco serían posibles sin impuestos, si no se pagaran de manera lógica y justa.
Todos debemos contribuir al buen funcionamiento del país, aunque, obviamente, no pueden pagar lo mismo quienes a duras penas llegan a fin de mes y quienes tienen el dinero por castigo. Es fácil entender que los más poderosos han de realizar una mayor aportación.
También hay que recordar que la solidaridad debe tener camino de ida y vuelta. Si en su día ayudamos a los bancos, ahora los bancos, que se están forrando, por solidaridad y por patriotismo bien entendido, deben pagar un poco más. También las eléctricas, que con las tensiones inflacionistas están recaudando como nunca.
Pagar impuestos es un acto de justicia. Y además, necesario. Y abogar por su reducción indiscriminada o por su eliminación solo contribuye a deteriorar los servicios públicos y a aumentar la desigualdad en la sociedad.
Nadie debería dejarse engañar por los tramposos que constantemente recetan bajadas impositivas para la cura de todos los males. Ni dejarse embaucar por los entusiastas de la curva de Laffer, cuyas supuestas bondades ponen en duda economistas muy reputados.
Hay que pagar, de forma equitativa y progresiva. Decir lo contrario es engañar. Pagar es avanzar.
Rafa García. Periodista
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