La fotografía que encabeza este artículo pertenece al Diario Vasco del 10 de Julio de 1985. Es solo uno de los miles de ejemplos que podríamos poner para dar a conocer el terror que sembró E.T.A., durante décadas, en España. Todo el daño que los dos guardias civiles hacían a la sociedad vasca era velar...
La fotografía que encabeza este artículo pertenece al Diario Vasco del 10 de Julio de 1985. Es solo uno de los miles de ejemplos que podríamos poner para dar a conocer el terror que sembró E.T.A., durante décadas, en España. Todo el daño que los dos guardias civiles hacían a la sociedad vasca era velar por la seguridad de la Delegación de Hacienda de la capital donostiarra, su único “pecado”, pertenecer a la Benemérita.
El odio sembrado alcanzó prácticamente a todos los sectores de la sociedad a excepción, curiosamente, del clero y el PNV, a los que casi ni tocaron, algún día les explicaré el porqué aunque no me creerán.
Los líderes socialistas que ahora negocian con la ETA legalizada para formar Gobierno en Navarra o para conseguir la investidura de “Iluminado II” Sánchez, y que se fotografían con Arnaldo Otegi, han olvidado a sus compañeros:
Enrique Casas
Fernando Múgica
Fernando Buesa
Juan María Jáuregui
Ernest Lluch
Juan Priede Pérez
Joseba Pagazaurtundua
Otra mucha gente, incluidas sus familias, no los hemos olvidado
Mañana se cumplen 22 años del vil y cobarde asesinato de Miguel Ángel Blanco. Esa noche yo me encontraba en Pamplona y puedo asegurarles que la muerte del joven concejal de Ermua supuso un antes y un después del terrorismo etarra. El asesinato de Miguel Ángel no fue más importante o más sangriento que otros pero sí supuso que muchos españoles que hasta aquel día habían vivido el terrorismo como algo lejano lo sintieran en sus corazones y pudieran imaginarse el dolor de la familia y el sinsentido del cobarde acto del tiro en la nuca.
No podemos olvidarnos de las decenas de niños a los que la ETA segó la vida y que dejaron familias rotas por el dolor para siempre.
Es triste que tengamos que acordarnos de la cruda realidad que vivimos solo cuando se cumple el aniversario de víctimas muy conocidas, debiéramos tener siempre presentes a los centenares de asesinados que han quedado en el anonimato, aunque siempre tendrán su nombre escrito en el corazón de sus hijos, padres, esposas y maridos.
Puede que consigan que las nuevas generaciones no se enteren pero los que vivimos bajo el yugo del miedo y del terrorismo ni olvidamos ni perdonamos, sería una indecencia y una falta de respeto a los casi 1000 asesinados y sus familias.