Hablamos de suerte con frivolidad, como si fuera algo que todos conocemos y que estuviera ahí para nosotros.
Que la suerte te acompañe, la suerte es para quien se la trabaja, al saber lo llaman suerte… Así se podría seguir un buen rato, con frases hechas que incluyan esa palabra. Seguro que a más de uno o una, por las fechas, le ha venido a la cabeza la lotería de navidad.
Mis felicitaciones para aquellas personas que hayan resultado premiadas. Siempre me he preguntado qué se tiene que sentir ese momento, ese día en que te enteras de que has ganado un premio gordo: me imagino que pasada la primera sensación de “no puede ser, no me lo creo”, tiene que venir el tembleque de piernas, y el cálculo mental de cuántos años estar sin trabajar y cuántos agujeros tapar.
Pero en realidad no era esa suerte de la que quería hablar, no.
Querría hacer la observación, por supuesto desde mi punto de vista, de que la verdadera suerte es estar, estar en el sitio y en el momento en que estamos. Con salud, con trabajo, con amigas, amigos, con familia.
Lo de salud nos lo están poniendo un poco difícil los virus, cuando no es el Covid (y que no acaba, hay que ver) es la gripe en cualquiera de las letras del abecedario, y si no un consorcio de los dos.
Lo achacamos a que ahora sin las mascarillas cogemos de todo. Pero, a ver, en qué quedamos, con o sin mascarilla. Porque hace unos meses todo eran pegas para la mascarilla. Yo es que no me aclaro.
El tema laboral tampoco es que esté en uno de sus mejores momentos, aunque a mí en particular, me va mejor que antes. ERES, ERTES, despidos a mansalva, jóvenes que no encuentran nada… No, definitivamente no.
Quizá las amistades y la familia sea la parte que más dependa de nosotros. Ya sé que los amigos y las amigas son la familia que se elige, pero en nuestra mano está que la familia biológica, la que nos toca, sea y esté lo más cercana posible. Que hoy en día tampoco cuesta tanto una llamadita o un mensajito de whatsapp. Que, en muchos casos, solo se coincide con todas estas personas una vez al año (en otros el contacto es, incluso, más estrecho y frecuente).
Así que, como esta es la parte que más nos toca, recomiendo mantenerla. Porque al final, si te toca la lotería, el dinero llega un momento en que se acaba. Pero tener salud para disfrutar de los placeres de un vino con amistades o familia, eso no tiene precio, no se puede comprar con dinero.
Y como no sabemos cuánto tiempo de descuento nos queda, pues entreguémonos a esos pequeños momentos que nos dan una felicidad momentánea, pero rica.
Y perdón si me ha salido una historia moralizadora, que no era mi intención.
Buenas fiestas a todas y a todos.
Elena Rodríguez
Docente discente