El futuro votante se está dejando llevar por la política de las emociones y no por la libertad y la economía, que ya no vende entre el electorado.
Pocas veces entro a analizar la situación política nacional. Es mucho más divertida (surrealista y estresante también) la de carácter local. Mucho más cercana y en la que sus actores están más expuestos a la crítica, aunque algunos de ellos mucho sentido del humor no tienen tampoco.
La campaña electoral para los comicios europeos del 9 de junio me abre la oportunidad de hacer la excepción de la regla y atreverme a poner en solfa como están afrontando las diferentes formaciones políticas que concurren para renovar el Parlamento Europeo. Un periodo electoral que fue abierto a bombo y platillo por Vox en Vistalegre con la intervención emocional de Javier Milei, presidente de la República Argentina, quien ensordeció y enardeció a los presentes con sus ataques directos a Sánchez, su mujer y sus ministras.
Una agresión verbal a la que respondió el presidente del Gobierno desde el victimario más exacerbado, y cuyo prólogo fueron los cinco días que se tomó como descanso al sentirse dolido por los furibundos insultos a su esposa desde la oposición, ‘la maquina del fango’, encabezando la campaña electoral y pillando al PP con el pie cambiado.
Políticalemotions.
La política de las emociones, siguiendo los dictados de la filósofa Marta Nusbaum Craven, quien recuerda que los grandes líderes políticos (Lincoln, Ghandi, Luther King…) comprendieron la importancia de cultivar las emociones, frente al liberalismo, y que irían en contra de la libertad y la economía, y que es lo que está vendiendo el Partido Popular (libertad y economía que a lo mejor ya no es lo que vende). Sí, pero no, o todo lo contrario.
Vaivenes ideológicos que no hacen más que desorientar a los votantes que simplemente se conforman con que se les estimule el lacrimal, a tenor de los resultados de las recientes citas electorales. Y el PP, que lo fía todo a obtener una extensa victoria electoral el 9-J, sin margen de error (no contempla otra realidad posible), fabricando unas expectativas superiores a las de la realidad, puede volver a sufrir un 23-J, cuando la decepción apareció en la noche electoral con menos votos de los esperados, y cuando ya se habían repartidos los ministerios para la Moncloa, en una amarga victoria que les llevó de nuevo a la oposición hace un año. Con una actitud siempre arrogante y altanera, a terreno conquistado en una ceremonia del desdén y en la que no han superado una derrota para ellos inexplicable porque, como la banca, siempre ganan, se creen ungidos por Dios para vencer.
Un relato que, como se demostró el 23-J, no acaba de convencer a los electores, quienes prefirieron mensajes directos, apuestas sencillas, y la valentía de líderes que juegan a lo que juegan sin contradicciones, como las que atormentan a Feijoo, que no acaba de centrarse, pese a los centenares de asesores que debe tener para definir sus estrategias. La losa de Vox (cuyos votantes ya no volverán al PP) con el que gobiernan en varias comunidades autónomas y ayuntamientos (lo quieren y lo odian), la falta de argumentos contumaces en la defensa de temas de Estado y la crítica fácil hacia el PSOE sin ofrecer propuestas y alternativas para los problemas de los ciudadanos lastran la errática política del PP, pese al apoyo confeso de muchos grupos mediáticos, multinacionales demoscópicas y la patronal empresarial.
Vicente Cornelles Castelló
Escritor y periodista