Algo que nos parecía tan de película de ciencia ficción hace unos años, ahora (y quizá por la pandemia) es una realidad.
Es evidente que las nuevas tecnologías (por cierto, ¿hasta cuándo vamos a seguir llamándolas nuevas?) han venido no solo para facilitarnos la vida sino también para quedarse. El abanico de posibilidades que ofrecen, es ya de sobra conocido, así que me centraré en el teletrabajo.
Lo que veíamos lejano y como de otros mundos, lo hemos acabado por adoptar (qué remedio, después de “aquellos meses”).
¿Pero lo estamos haciendo bien? No digo lo de trabajar, que ahí habrá de todo; me refiero a que si sabemos aislar lo que es teletrabajo de lo que no. Desde que disponemos de teléfonos móviles, nos hemos vuelto adictos; hablo de hiperconectividad, en el sentido de estar siempre localizables, de no saber poner límites; de ser domingo a las 9 de la noche y estar contestando mails o whastapps de curro; de que, sobre todo, en el caso de las mujeres, no se llegue a (des)conciliar del todo (lo típico de “si ya estás trabajando desde casa, no te sabrá mal echar un ojo al niño, que tiene deberes”, o cosas por el estilo).
Eso sin mencionar la otra cara de muchas poblaciones (España vaciada) que no tienen ni siquiera esa opción; lugares a los que llega antes una carta por correo postal que por correo electrónico; localidades que, sin internet, se ven abocadas al abandono; casos en los que tener una conexión telefónica en condiciones es, más que nunca, un derecho y no un privilegio.
Me viene a la cabeza una anécdota contada por un familiar cercano: recientemente empezó a trabajar como jefe de equipo en el extranjero. Tenía a su cargo un grupo reducido de personas, y, a pesar de ser él el nuevo, las videoconferencias eran siempre sin cámara; no tenían curiosidad por ponerle cara, ni porque se la pusieran a ellos (jajaja). No sé si eso en España lo hubiéramos hecho igual, pero algo me dice que no; creo que por lo menos las primeras veces nos habría gustado chafardear y ver qué pinta tenía nuestro nuevo jefe.
En general, creo que hemos acogido bien la noción de trabajar en remoto, aunque nos falta un poco de rodaje. Parece ser, no obstante, que se tiende hacia un modelo híbrido, unas horas de teletrabajo y otras de asistir presencialmente al sitio en cuestión.
Yo, de momento, voy dejando por aquí estas pequeñas píldoras, para que se me vaya teleleyendo.
Elena Rodríguez
Docente discente