Carta del obispo para este domingo
Hay tiempos en que podemos experimentar especialmente la gracia y la misericordia de Dios en nuestra vida. Dios nunca nos abandona; pero hay momentos en que Él nos llama con más fuerza a abrir nuestro corazón a su presencia para acoger los dones que quiere derramar sobre nosotros. Hoy deseo referirme a dos de estos momentos: la ‘visita ad limina apostolorum’ (a las tumbas de los Apóstoles) en Roma, que he realizado en enero junto con los Obispos de las Provincias eclesiásticas de Valencia, Tarragona y Barcelona, y el próximo Año Jubilar diocesano.
La visita ad limina han sido cinco días intensos de oración y de encuentro, de convivencia y de trabajo en organismos de la curia romana; cinco días que nos han fortalecido en la fe apostólica, en la comunión con el Papa y entre los Obispos, en la sucesión apostólica y en el propio ministerio episcopal. Ha sido un acontecimiento de gracia, en que hemos experimentado la presencia viva del Señor en nuestra Iglesia que nos alienta a salir a la misión. Especialmente intensos fueron la concelebración de la Eucaristía en cada una de la Basílicas Mayores, y el encuentro con el Santo Padre, sucesor de Pedro y Vicario de Cristo en la Iglesia. El Papa Francisco se mostró cercano, sencillo, como un hermano y, a la vez, como un padre y maestro en la fe. Pudimos preguntarle con total libertad. El Santo Padre respondió a todas las cuestiones planteadas. Y nos alentó a seguir proponiendo a Cristo y el Evangelio, y a hacerlo con misericordia, cercanía y ternura. Me sentí confirmado en la fe y alentado en el ministerio episcopal.
El otro tiempo de gracia es el Año Jubilar diocesano que comenzará el 12 de abril próximo. Este Jubileo es un Año de gracia de Dios y lo será si ya nos vamos preparando. Hemos de volver nuestra mirada a Dios para abrirnos a su presencia amorosa en nuestra Iglesia diocesana. Dios nos precede y acompaña siempre. Cristo Jesús ha resucitado y actúa en y entre nosotros por la fuerza del Espíritu Santo. Cada uno está invitado a recordar con gratitud a Dios y avivar los dones recibidos personalmente de Él: la fe, el bautismo, la vocación, los carismas o el ministerio. Cultivemos de modo especial el encuentro personal con Jesucristo vivo y presente en su Palabra, en la Eucaristía, en su Iglesia, en los pobres y necesitados. Pidamos el don de la conversión y acerquémonos al sacramento de la Penitencia para restaurar la comunión con Dios y con los hermanos. Cultivemos el mandamiento nuevo del amor. Dios nos ofrece un tiempo de gracia para crecer en la comunión para salir a la misión.
XCasimiro López Llorente
Obispo de Segorbe-Castellón