Carta del Obispo, D. Casimiro, para este domingo
Son muchos los que en estos meses de verano harán vacaciones. Ante la creciente incidencia del Covid-19 y su persistencia, todos estamos llamados a ser responsables y observar las medidas establecidas para de evitar los contagios.
Durante las vacaciones se busca ante todo el descanso. Pero los caminos que se eligen muchas veces no llevan al reposo. Hacer vacaciones no es solo dejar el trabajo o buscar un cambio de ritmo. Con frecuencia se vuelve de vacaciones más cansado que cuando éstas se iniciaron. Porque no puede existir verdadera vacación si no se cuida el descanso físico y sobre todo la renovación interior.
No puede haber descanso sin cuidar nuestro interior. Muchas personas están atenazadas por el vacío interior. La sociedad moderna dispone de tal cantidad de medios, que cautivan y esclavizan. Muchas personas tienen cada vez más fachada exterior y menos consistencia interior; quedan absorbidas por proyectos y expectativas, que no surgen de sí mismas ni elevan a una vida más humana, noble y digna. En general, el estilo de vida que se propone aparta de lo esencial, e impide descubrir y cultivar lo que somos y podemos llegar a ser.
El hombre contemporáneo parece cada vez más indiferente a ‘lo importante’ de la vida. Poco a poco se va convirtiendo en un ser superficial, cerrado en sí mismo y movido por la moda y el sentimiento del momento. Lo que se lleva es disfrutar de la vida y sacarle el máximo jugo. Los grandes objetivos e ideales pertenecerían al pasado. Surge así un ser humano perfectamente adaptado a los patrones de vida impuestos, pero incapaz de enfrentarse a su propia existencia desde dentro y desde su libertad responsable: un individuo productor, consumidor y espectador televisivo, que sobrevive sin saber lo que es vivir desde su raíz. La vida se va vaciando de su verdadero contenido. El individuo se queda sin horizonte, sin referencias, sin vida interior, sin Dios y sin más allá. Pero este tipo de ser humano se siente insatisfecho y víctima de su propio vacío. Es un ser sin rumbo, que puede caer en el tedio y perder el gusto de vivir.
Las vacaciones ofrecen una oportunidad preciosa para mirar a nuestro interior, para la reflexionar y buscar respuestas a los grandes interrogantes de nuestra existencia: ¿quién soy, de dónde vengo, por qué vivo, para quién vivo? Para ello hemos de propiciar los momentos de silencio exterior e interior, y buscar momentos para la oración. Es ahí donde uno se encuentra consigo mismo y se llega a percibir la voz de Dios, capaz de orientar nuestra vida y dar descanso a nuestro corazón.