¿Tres mosqueteros? ¿Las hijas de Elena? ¿Las cosas que hay en la vida? ¿Los que son multitud?
Frío, frío.
Me quiero referir a tres palabras que hemos casi olvidado, que casi hemos desterrado de nuestros hábitos. Son: por favor, gracias y perdón.
Sé que es un tema muy manido, pero no por ello menos cierto. No vale tampoco decir: noo, es que vivimos en un mundo de priiisas, esta sociedaaad, nos hemos vuelto egoístas, blablablá… No.
Estamos inmersos en la inmediatez para todo, y cuando pedimos algo más parece que exijamos. Aunque pensemos que estamos en nuestro derecho para solicitar algo, un por favor no cuesta nada.
Lo mismo pasa con las otras dos. ¿Cómo vamos a soltar ahora un perdón por haber hecho algo que ha molestado a alguien, si primero soy yo, después yo y luego yo?
¿Cómo vamos a decir gracias a alguien por haber hecho algo, si es lo que tenían que hacer por nosotros? Aquí viene muy a cuento lo de entrar o salir de algún sitio y sujetar la puerta a los que van a hacer lo propio, y nada, que no se les escapa ni un gesto de agradecimiento. Bufff, ganas me dan en ese momento de soltar la puerta, o incluso decir yo misma “gracias” y ver si así alguien se da por aludido.
Bueno, he escogido esas tres por no alargar mucho el título, pero ¿qué pasa con los saludos y despedidas? Vivo en una comunidad de vecinos en la que si te cruzas con algunas personas te giran la cabeza en tu cara, no sea que tengan que decir buenos días y se líe parda. Ya ves tú. Un saludo no implica que te tengas que parar a hablar media hora con todos y cada uno de los miembros del vecindario, ni que empieces a contar tus cosas, pero no se le debería negar a nadie. Que es que no cuesta nada. Si es que yo creo que hasta se siente uno mejor cuando tiene esos pequeños gestos cívicos. Y si encima los acompañamos de una sonrisa, ya… ni te cuento.
No le encuentro de verdad ninguna explicación a tener mala educación. Porque hay que serlo (maleducado y maleducada) para que aunque te digan un buenos días, buenas tardes o buenas noches encima ni se responda.
En fin, doy las gracias a quien me lea, pido perdón por si he resultado aburrida y, por favor, si es posible hagamos el ejercicio de seguir practicando educación.
Elena Rodríguez
Docente discente