Leer números es más difícil que palabras: nuestro cerebro trabaja el doble al procesarlos. Descubre por qué y cómo afecta esto a la educación.
¡Sorpresa! ¿O no? ¿tú también has notado que leer números te cuesta más que leer palabras? Pues ahora la ciencia te lo confirma. Resulta que leer números es un ejercicio mental más pesado que leer palabras. Al menos, eso es lo que dice el estudio de Chambrier y colegas (2023) publicado en Acta Psychologica. Este equipo, con la ayuda de tecnología de seguimiento ocular (lo que se conoce como eye-tracking) y mucha curiosidad, nos muestra que nuestros ojos y cerebro trabajan horas extra cuando se enfrentan a los números.
¿En qué consistió el estudio?
Los investigadores analizaron cómo los participantes leían palabras y números mientras vigilaban sus ojos. Las diferencias fueron claras: los números hicieron sudar (figurativamente) a nuestros ojos, con más fijaciones y movimientos hacia atrás (esas miradas de «¡espera, no he entendido nada!»). Especialmente cuando los números estaban mezclados con palabras, la cosa se complicaba.
El experimento consistió en tareas donde los voluntarios tenían que encontrar información o resolver problemas sencillos usando textos mixtos. El seguimiento ocular fue clave para descubrir cuánto tiempo se clavaban los ojos en cada elemento y cuánto costaba procesarlos.
Principales hallazgos
- Números = Más difíciles de leer: Los tiempos de fijación eran más largos y había más «idas y vueltas» al leer números en comparación con palabras. Leer «42» no es tan automático como «hola».
- El contexto ayuda (un poco): Si los números aparecían en un entorno coherente con palabras, el cerebro respiraba algo más tranquilo, pero no mucho.
- Educación en el punto de mira: Este descubrimiento tiene implicaciones para diseñar mejores materiales educativos, especialmente en matemáticas, donde las palabras y los números viven juntos, pero no revueltos.
¿Por qué nos cuesta tanto leer números?
Los autores sugieren que la culpa es de la falta de práctica. Usamos palabras constantemente (como ahora mismo), pero los números los dejamos un poco olvidados. Además, los números no tienen esa ayudita semántica y fonética que las palabras sí nos dan. En otras palabras, los números son como esos compañeros de clase que trabajan solos en vez de hacer equipo.
Por ejemplo, cuando leemos «perro», nuestro cerebro conecta la palabra con la imagen, el sonido y hasta el recuerdo de nuestro cachorro favorito. En cambio, un «7» no nos despierta tantos sentimientos (a menos que seas fanático de las matemáticas).
Y aquí viene lo curioso: por eso cuesta tanto decir tu DNI en un idioma distinto al tuyo cuando te lo has aprendido en otra lengua. En nuestro caso, suele pasar que los valenciano parlantes decimos nuestro DNI o número de teléfono en castellano. ¡Es como si el cerebro tuviera una configuración predeterminada! Y si ya cuesta cambiar de idioma, ni te cuento lo que pasa con los números en inglés. Mis alumnos siempre hacen una pausa larga cuando leen un texto y, de repente, se encuentran con un número. Si ya cuesta en tu propio idioma, ni te digo en uno que estás aprendiendo.
Para docentes: una perspectiva inclusiva
Este estudio ofrece una herramienta valiosa para quienes trabajan en educación, especialmente con niñas y niños con Trastorno del Espectro Autista (TEA) o dificultades de aprendizaje. Estas dificultades pueden amplificarse cuando los materiales educativos presentan números y palabras mezclados. Los números, al requerir más esfuerzo cognitivo, pueden generar frustración o desconexión si no se presentan de manera adecuada.
Como docentes, es importante:
- Simplificar y contextualizar: Diseñar actividades donde los números estén acompañados de elementos visuales o contextos familiares para facilitar su comprensión.
- Fomentar la práctica gradual: Introducir números en pequeñas dosis antes de mezclarlos con palabras complejas.
- Adaptar el ritmo: Permitir que cada estudiante procese los números a su propio ritmo, sin presión de tiempo.
- Observar señales: Identificar pausas prolongadas o frustración como indicadores de que el material puede necesitar ajustes.
Incluir estrategias como estas no solo mejora el aprendizaje para estudiantes con TEA o dificultades de aprendizaje, sino que beneficia a todo el grupo.
Conclusión
Este estudio nos deja pensando en cómo hacemos para aprender y procesar información mixta. Además, nos reta a diseñar mejores formas de combinar palabras y números sin que nuestro cerebro pida vacaciones anticipadas.
Y yo me pregunto… ¿Te has sentido alguna vez más perdido leyendo una tabla llena de números que un libro entero? ¿Qué crees que pasa en tu cabeza?¿Crees que este hallazgo explica por qué las estadísticas en las noticias a veces nos suenan a chino?
Lorena Bort Mir
Profesora e Investigadora en la Universitat Politècnica de València
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