Un milagro para empezar

Un milagro para empezar

Con la venia: A mi edad, son muy escasas las cosas que me dan verdadero miedo. Apenas un par o dos de centenares.

 

Gracias a los más de cuarenta millones de minutos que llevo respirados, y a las incontables derrotas que colecciono con dedicación, me doté desos trucos que llaman recursos. Con ellos y mi legendaria prudencia, me suelo librar de la mayoría de las puñalás que nos da el día. Lo hago con cierta soltura -y bastante sorna- para contento mío y reconcomio de propios y extraños.

Así pues, mi hogar es un Hoggar donde television, sofá, y colacola están absolutamente prohibidos. Ítem más; con las pizzas, schuschis, verdejitos y chinchintóniss vade retro Satanás. Además, procuro hablarme clarito, por lo que no mantengo un Perfil Slow del último modelo, solo sucede que mi pensión es birriosilla y mis vicios musculosos. Tampoco formo en las filas de los Neoestoicos, más sencillamente; me jodo y me aguanto. No trabajo en un Superloft de alto potencial creativo con un fenchúyss certificao, sino en un taller grandote y desordenao. Y el resto, a juego.

Estas prácticas me dan una vida un poco cruda, casi en blanco y negro, pero abundante en comodidad y calma. No está mal tener -¡por fin!- un Clark Kent que pague los impuestos y observe las leyes, mientras tu planeas por bajo del radar admirando el paisaje y cantandoleándole al alba.

No obstante, debo reconocer que algunas situaciones me generan una molestísima inquietud, desasosiego general, malandanza y aún glosopeda. Por ejemplo; lo de personarme en un ambulatorio, o centro de atención sanitaria, o como ahora mejor se diga en derecho.

A una tal dependencia solo llego empujao por el roerroe de mis problemas de salud y, una vez allí me corroe la falta de costumbre. Pero mi más grave y serio problema es enfrentarme al Humano Parachoques, La persona que aguanta al público en directo, la que ha sido designada por el Jodíojefe para que -a su Sagrado Despacho- no le lleguen las cacas administrativas que los usuarios presentan sin parar.

Tiene este puesto varias maneras de desempeño, entre las que hay algunas bien cochinas, y no son pocos los Parachoques que las aplican, quizás por hartura, quizás por carácter, haciéndonos arder de rabia a los demandantes de atención. Ejemplos dello son estar ausente, o reunido eternamente. Darte un dato, ocultando otros cuatro y sus consecuencias. Berrearte de entrada. Lanzar tu expediente al sótano cuarto, para que rebote y acabe en el sexto. Desmenuzar tu tiempo invocando la tardanza de una comisión de las que se reune menos que los polos de un imán, y etcéteras muchos. En fin, el memorial de agravios que todos conocemos y tememos. Y yo el primero.

Centrándonos en el caso desta semana os cuento que, inquieto por si me caía encima toda o parte de la ominosa lista del párrafo anterior, llegué a mi Centro de Salud para concertar una visita medical. Guardé cola, ofcórs, y a su tiempo presenté mi solicitud, y mi vieja documentación sanitaria, que no había usado en los últimos cuatro lustros.

Inmediatamente el ordenata maldito, que ahora es el primer censor moris, en una desas interpretaciones sesgadas que le son tan propias, me acusó de caduco, descuidao y relapso, señalándome como reo de descabezamiento administrativo y castración pública. Y así me lo dijo el intérprete de la pantalla que -pobretico él- ante tal zipizape, llamó por teléfono para consultar el caso. Horror, terror, furor, y caca de criatura, me dió al punto.

Ya estaba yo pensando seriamente en huir a matacaballo, para alistarme en la Legión Extranjera en calidad de viejo inútil, cuando se produjo el milagro en forma de señora simpatiquísima que escuchó mis explicaciones, cotejó unos cuantos datos y, con una sonrisa, e incluso con fiesta, arregló el desaguisado, proporcionándome fecha de cita, tarjeta nueva -de bonitos colores- y un descanso anímico como no conocía desde mi último divorcio.

Sabed pues que este humilde anciano, servidor y narrador vuestro, ha empezado con buen pie su trayecto sanitario gracias a la intervención de Eufema, la diosa del correcto discurso, que se encarnó en amabilísima señora para socorrerme en mi infortunio, y liberarme de prejuicios. Gracias le doy y devoto le quedo.

Os seguiré informando, si el caso lo merece.

Banda sonora recomendada: Exultate Iubilate, de W. A. Mozart fue la pieza que silbaba cuando salí del Centro de Salud, pero no hay grabación della. En versión de Regula Mühlemann suena igual de alegre pero mejora mucho.

Manolodíaz.