Con la venia: Amabilísima lectora me pregunta si compartiría el recuerdo más jocoso de mi infancia. De mil amores cumplo su encargo.
Corría el 1954 o así, cuando La Santa Madre CAMPSA le asignó a mi padre la jefatura de Murcia. Regalito envenenao -como todos los que hacen las empresas- que le presentaron a mi progenitor, envuelto en la alegría de estar a un pasico de su Cartagena natal, adornado de subida en el Escalafón, y floreado con el correspondiente aumentito de sueldo.
El tósigo oculto era que en Murcia había Agujeros en el Servicio -Poroblemas, se les llamaba- y las mermas en petróleo y gasolina ya no eran localmente escandalosas; se habían trocado en legendarias a nivel nacional. Hasta chistes circulaban, -susurrados, claro está- sobre el asunto.
En vista dello, La Cúpula de La Sacrosanta Dirección celebró una reunión extraordinaria y campanuda, en la que se decidió poner coto a un contrabando de carburantes desmesurado e inverecundo, limpiando de paso la imagen de la Compañía, que era objeto de mofa, befa, y aún escarnio.
Mi padre ya había ejercido, para La Santa Casa, la Inspección de Surtidores en el Maestrazgo en el tiempo del Maquis, varias comisiones de servicio, dos segundas jefaturas, y la titularidad de Badajoz -todas con buen desempeño- así que la Digna Dirección juzgó útil sacarlo de entre los Superwélters, dándole la ocasión de pelear en peso Crucero, y ordenó su traslado al nuevo ring.
En Murcia, al final de la calle Torre de Romo, junto a la estación de Renfe, y a un tiro de piedra del barrio de Quitapellejos, estaban las instalaciones de la Subsidiaria que, debido al mucho trabajo que daba la provincia, eran un poco menores que las una Factoría, rango este solo usado para los puertos. Allí, en la linda casa que tenía aparejado el cargo, nos acomodamos el padre Manuel, la madre Ángeles, y el niño Manolín, dando comienzo el baile para los adultos y la fiesta para mí.
B.S.R.
Acorde con los años del relato, vamos con un pasodoble popularísimo entonces; Francisco Alegre. En versión de Juanita Reina.
Manolodíaz.