Una reina aragonesa, María de Luna, inspiró la creación de la dama del ajedrez

Una reina aragonesa, María de Luna, inspiró la creación de la dama del ajedrez

Rafael Martí / Segorbe / 20112020

Una reina de Aragón, María de Luna (Segorbe 1357- Vila-real 1406), esposa del rey Martín I el Humano, inspiró la creación de la dama del ajedrez.

Así lo afirma el periodista y Cronista Oficial de la Ciudad de Segorbe (CS), Rafael Martín Artíguez, en la novela histórica titulada “El incunable de la reina del ajedrez” que estos días ha aparecido por las librerías de la capital del Palancia.

Hasta ahora la opinión más generalizada atribuía su institución a Isabel I de Castilla, la Católica, pero según Martín “la misma base documental en la que se ha apoyado dicha identificación, lo desmiente”.

El firmante del trabajo sin embargo coincide con otros numerosos autores en que el ajedrez moderno o de la dama, la incorporación de la reina entre sus piezas y el establecimiento de las normas que hoy rigen el juego en todo el mundo, se definieron en el Reino de Valencia en la segunda mitad del siglo XV.

Así, la primera alusión a la reina del ajedrez, aparece en un poema escrito en valenciano hacia 1475 titulado ‘Escachs d’amor’, del que son autores los escritores regnícolas Castellví, Vinyoles y Fenollar, manuscrito que no llegó a publicarse y que seguramente desapareció en la última Guerra Civil. Afortunadamente un autor catalán de renombre, Ramón Miquel y Planas, lo tradujo al español en prosa y lo fotografió íntegramente en 1914.

En la estrofa 54 del poema original se dice textualmente que a la reina, en el acto de su proclamación, se le otorgó “lo pom, lo ceptr e la cadira” (el pomo, el cetro y la silla –trono-). Según dice Martín por boca de uno de los personajes de su novela, Miquel y Planas tuvo un error al traducir el primero de los objetos citados interpretando que ‘lo pom’ se trataba de la ‘espada’, lo que llevó a autores posteriores a identificar a la reina con Isabel la Católica ya que según sus versiones –tampoco del todo acertadas- fue la única monarca que recibió la espada en su coronación.

Pero lo cierto, según Martín, es que ‘lo pom’ o el pomo se refiere al orbe, a la bola del mundo que, con cruz o sin cruz, se entrega a los monarcas en su coronación. Ahora bien, “los cronistas coetáneos que describieron el acto de proclamación de Isabel como reina de Castilla el 13 de diciembre de 1474 en Segovia se detienen en numeroso detalles pero ni mención al pomo ni al cetro cuando sí lo hacen para otros elementos como las varas de la justicia, las llaves del alcázar o el pendón real”.

Con la adscripción de Isabel a la dama del ajedrez se propuso como hipótesis que el manuscrito Escachs d’amor podría haber sido escrito en homenaje a la reina castellana. Martín encuentra en esto una serie de contradicciones y considera ‘ilógico’ que después de los conflictos existentes entre la Corona de Aragón y la de Castilla, unos autores valencianos dedicarán su ‘invención’ a Isabel, pero también porque “se dedicara un poema escrito en valenciano a una reina castellana; ni tampoco que la obra literaria, que desarrolla una partida de ajedrez, fuera para una reina que odiaba todo tipo de juego, y que además no se imprimiera, si realmente se tenía la intencionalidad de obsequiar y reconocer la labor de la soberana”.

En el mismo sentido de descarte apunta el hecho de que en la fecha en que supuestamente se escribió el manuscrito, Isabel tan sólo llevaba unos meses como reina de Castilla y todavía no era reina de Aragón, ya que su suegro, Juan II, padre de Fernando, todavía vivió hasta 1479 y aunque había enviudado en 1468 de su segunda esposa, Juana Enriquez, todavía podría casarse sin dejar el trono.

Con estos datos, el cronista de Segorbe plantea en su novela que hay que buscar una reina anterior a Isabel que cumpla con los detalles que se le atribuyen en el manuscrito, circunstancia que no resulta demasiado difícil ya que no fueron muchas las reinas que se proclamaron con carácter preeminente y de propiedad porque en su mayor parte adquirían tal condición como consortes de los reyes.

En el reino de Castilla y por delante de Isabel sólo hubo otra soberana, Urraca, entre 1109 y 1126, que ostentara el trono en propiedad, aunque de ella no se conocen los detalles de su toma de posesión.

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Por su parte en la Corona de Aragón estaba implantada la ley sálica que impedía el acceso al trono de las mujeres. A pesar de ello, se conocen reinas de Aragón que fueron coronadas independientemente de sus maridos hasta el momento en que aproximadamente se escribe el poema: Sibila de Fortiá, esposa de Pedro IV llamado el Ceremonioso, pronunciada en el año 1380 de cuya ceremonia no hay noticias; y Leonor, casada con Fernando I de Antequera, coronada en 1414 en la catedral de Huesca.

Pero hubo otra notable excepción. María de Luna.

La historia cuenta que en el año 1396, la inesperada y enigmática muerte del rey de Aragón, Juan I cuando practicaba la caza cogió desprevenido a su hermano Martín, ocupado en la pacificación de Sicilia y en asegurar el dominio de la isla para su hijo Martín “el Joven”, por lo que su esposa, María de Luna, asumió el gobierno de Aragón durante más de un año como lugarteniente general. (Desde 1385 ya había asumido el cargo de lugarteniente general del Reino de Valencia). Durante esa regencia, María defendió los intereses de su ausente marido contra las conspiraciones de la reina viuda, Violante del Bar que pretendía mantenerse en el trono; y tuvo que resolver la grave situación creada por las mismas pretensiones de su sobrino el Conde de Foix, casado con una hija de Juan I, demostrando unas dotes extraordinarias como estratega y diplomática.

Cuando el rey Martín regresó a Aragón, consciente del esfuerzo y el interés que su esposa había mostrado en la defensa de sus intereses y las dotes de mando evidenciadas durante su ausencia, decidió tributarle el reconocimiento debido. Martín fue coronado el 13 de abril de 1399 y para María de Luna reservó la fecha del 23 de abril, Festividad de San Jorge, seguramente la más importante de la Corona, de gran simbolismo religioso y político, patrón del Reino y de la Diputación General.

En dicho acto, el rey Martín, con las insignias reales, corona, cetro y pomo, entró en la Catedral de Zaragoza y ocupó un sitial a la derecha del altar mayor. Luego llegó María de Luna que tras pasar la noche en un aposento en la propia Seo se vistió en una capilla inmediata y se dirigió al altar mayor con los obispos, señores y damas “delante traya la Reyna de Nápoles, en una fuente de oro, la Corona; y delante della la Infanta Doña Isabel llevaba el Cetro: y el Pomo, una dama llamada Doña Guiomar”. Las insignias fueron depositadas en el altar mayor donde el arzobispo de Zaragoza, García Fernández de Heredia, las bendijo… Ante Martín se postró la reina de rodillas “y tomando la Corona de la fuente, en que la tenía la Reyna de Nápoles, puçola en la cabeça a la Reyna su mujer, y después el Cetro en la mano derecha, y el Pomo en la izquierda, y luego una rica sortija de diamantes en el dedo, y diole un beso en el rostro, y la Reyna le besó la mano: y así quedó coronada”.

Aunque aborda otros aspectos destacados, el autor de la novela remarca la importancia de esta crónica para demostrar que la referencia del manuscrito Escachs d’amor se refiere a los mismos objetos que recibió María de Luna en su coronación.

También destaca que el comportamiento de la reina y el rey en el ajedrez es el mismo que mantenían Martín y María en la vida real. La pieza más importante es el rey: si muere se acaba la partida; aunque apenas tiene poder ni capacidad de movimiento (Sicilia). Pero la reina es la pieza más potente del tablero, la que ostenta el poder, la de mayor fuerza y siempre en defensa de su rey.

El escritor rubrica su trabajo de investigación tomando una nueva frase del citado manuscrito, concretamente de la estrofa 27 que se refiere al rey pidiendo su defensa ante el enemigo: “Tal cosa dispone desde el cielo aquel astro, a cuya gracia debe la real investidura”. Es evidente que gracias a María de Luna (astro) fue Martín rey.

El periodista señala que “este es el remate de una serie de referencias que convergen en María de Luna y se distancian definitivamente de la reina Isabel”.