Con la venia: Agradecido os quedo por vuestros mensajes de ánimo, y es una alegría poder contestarlos por fin. Salud y feliz semana tengáis.
V.
En el 500 sentao ejerzo de Quintero, (mi cuarto alias, ganado en La Pacheca) cuando entra un Tilojoro en remolino, pidiendo brillos, bramando que loviarrajá loviamatá, y sembrando mucho yúyu entre el personal.
Seguro que más de uno lleva cheira, pero nadie la presta. El arremolinao pispa el jamonero en la barra, lo trinca, lo empuña, y hace que tira pa la gresca. Clareando que hay brea, porque azulea el horizonte, varios colegas se publican templando al Tilojoro. Le platican de la ruina que se busca, y los salpiques que pueden de venil, dando cordura al asunto. El filo cambia de mano, (…con premiso, h’rmanico…), y acaba en un cajón y bajo llave. Como debe ser.
Le pido a la camarera otro quinto y el motivo del jari. A lo que sabe, en el Jabalí Difunto un Veneco se faltó una mijita con un Calé. Y aluego aluego se lió el palangre, porque intervino uno, natural de Pancrúo, calentando la olla. A este le afeó la conducta otro, de la Morusia nacío, cuñao del Calé.
El aire de la plaza espina mucho cuando las Mamis de los Payosponis se apuran con el berreo y sus Papitos se paran. Los Bíyis machos engallan, empezando con el coro de falsetes. Hay un rempuje en algún lao y, en menos que se persisna un cura loco, montan las tribus una rifa de mascás. Tan entera fue, quel Jabalí, con estar fiambre, rebullía de la bronca. No se aplacó la vaina hasta el cuarto sirenazo.
Los Cuchichis viejos hace ipíco que no jugamos estas ligas, pero aún disfrutamos viendo ocasiones como esta, cuando un alguno le pega el quiebro al marrón que se le viene, con tanto estilo como el Tilojoro de marras.
D.
La encuesta esta asegura que el cuarenta y pico porsiento de la población está a favor del Poliamor. Vamos, que casi la mitad de nuestros conciudadanos desean fornicar variadico, en plan Parejabierta.
No lo dice el texto que acompaña al titular, pero me juego el bigote a que, además de querer vivir a calzón libre, estos afisionaos sin federar esperan que les salga bien el asunto.
Desplumadicas se verán bien pronto estas avecillas, que inocentes palomicas son. Ya daremos cuenta dello.
L.
Una colega que se trabaja el su bar, que hoy está lleno, se queja ante La Parroquia de que no duerme bien. No explica si por mal de amores pocos, por tener a su cargo un cóctel de hormonas y acné volcánico, (léase adolescente), o por la cabroná del pago trimestral de autónomos. La causa no la cita, pero se duele mucho de su poco y mal dormir, lo que despierta la joía Solidaridad de Barrabar.
Al punto, dos Indoctos en farmacopea moderna recomiendan cuatro marcas de pastillas cada uno, cantando los buenos resultados que dan todas. La parte marujil de la reunión asiente, dando mucha fe a la causa y un sorbito al vino blanco.
Acto seguido, como unos cuatro talibanes de los remedios naturales, invocan las propiedades somníferas que tienen tanto los pétalos de amapola en tisana, como la decocción de semillas de lino del Nilo, la jalea de naranjitas de la China, o la tortilla de alpiste y zaragatona. Todo esto entre chupetones al té rojo tocao de güisqui.
Me ofrezco para mercar y traer lo que se decida, que la herboristería y la farmacia están a media cuadra. No me hacen caso ni las moscas. Estos, como tantos otros, no quieren soluciones; el juego del Yyómás es lo que buscan.
Embarduñaos en sus anécdotas los dejo cuando me hago humo camino del estanco.
M.
La Cente me enseña, muy contenta, los ultimos mandalas que coloreó por distraerse.
-Muy bien, Madre. Estás mejorando…-
-¿Te gustan?-
-Los colores van en armonía…-
-…y no me salgo de las lineas!-
-Como debe ser, Madre. No esperaba menos de tí. Pero no te me emociones con esto, y haz más sopas de letras.-
-¿Y eso porqué?-
-Pues porque el dibujante de la familia soy yo.-
-¿¡…!?-
-Que ya está muy perro el mercado del arte, y no sería ético que tú precisamente me hicieras la competencia.-
-¿Pues…?-
-Pues porque esa habilidad de dibujar la has heredado de mí, y quedaría feo que me desplazaras, quitándome el pan de la boca.-
-Tienes razón, Hijo; no estaría nada bien.-
X.
Hoy me apuñala los ojos tu esquela.
J.
Vengo a comprar a un Simago, destos nuevos de ahora, con las piastras tan contadas como siempre. No cojo carrito porque desluciría mi garboso caminar. Tampoco cargo con cesta alguna, que no quiero verme en los espejos en plan Caperucita. Tengo yo un palmo de a cuarta exacta en cada mano, y con eso me sobra trasporte.
Como nunca compro a primera vista, qués malconsejo, me doy un paseíco para ver novedades y ofertas por si las hubiere y convinieran. Hay cuatro bobaterias disfrazadas de necesidás imperessindíbile, caras todas ellas. También encuentro una veintena de precaducados a tanto uno, y a poco la segunda unidad. Pero para caduco, claudicante y en extinción ya estoy yo; paso de baraturas.
En el pasillo botellero leo etiquetas como si títulos de libros fueran. Al igual que en toda biblioteca hay mentirolas sobrevaloradas, tópicos tontísimos, exageraciones interesadas, y basuritas frescas. Se destacan solo dos caldos de Jerez, de los que tomo buena nota para cuando me alcancen los dineros. Amén.
Sigo adelante y, frente a las verduras, coincido con un notas, alto, flaco, enfundado en una chupa verdosa de polipiel. Se le ve tan parecido a un pepino holandés que dan ganas de rallarlo. Me piula cuatro sinsorgadas, y empiezo a pensar en cortarlo en juliana, o en majarlo con sal de piedra y ajos negros, a ver si mejora. Le pego un quiebrito y lo dejo allí solito.
Noto que es hora de cojer mis bastimentos y largarme al tapiñe, no sea cosa que después del pepinillo me encuentre alguna rata peluda, y se me agríe la Bud del mediodía. Empiezo a buscar la lista de la compra, que hice meticulosamente mientras tomaba el primer café. No la encuentro. Insisto en todos los bolsillos. Ni modo. Repaso la camisa y los liváis hasta el chicote. Plata y llaves si que están a bordo. La lista no aparece.
Tomo rumbo al Maravillas para consolarme. Emma me agencia la helada Bud del Ángelus, y pregunta de que tal va la mañana. Le respondo que acabo de enterarme de algo importantísimo:
-¿Qué es ello?-
-Aprendí lo que es una tonta.-
-¿…?-
-Es una lista de la compra escrita por un tonto olvidadizo, que se la deja encima de la cola del piano de cola. Nada menos.-
B.S.R.
De Max Richter tenéis, en el Yutús, un Vivaldi recompuesto. Son las cuatro de marras.
Manolodíaz.