ViépaJué (9)

ViépaJué (9)

Con la venia: Espero que vuestra semana no se haya parecido en lo más mínimo a la mía. Amén.

 

V.
La Cente ha sido hospitalizada, pero no sin antes explicarle a médicos, enfermeras, celadores, e hijos, lo que tienen que hacer para curarla, y como, y cuando. En buena parte ha sido obedecida porque disparaba órdenes a ráfaga.
Facilita de llevar no és La Cente, porque aún le brillan los galones en la bocamanga, el rango tiene privilegios, y ella los ejerce.

S.
Fue en La Molina que conocí a Douglas Albert Peña Baker. Cursábamos estudios en el denominado Pensionado Internacional de Alta Montaña hasta que, por unas ligeras diferencias de criterio sobre un vayausté asabér, los Corazonistas nos expulsaron con deshonor, manteta, sambenito y capirote.
Sifrino caraqueño era El Dúglas, guapo, bravo, listísimo, desenvuelto, subcampeón junior de Halterofilia en su país, y poseedor de una técnica depurada a la hora de tumbar un mec con un jab en corto.
Ítem más, inventó la Coz Sugerente, que consiste en un talonazo a la entrepierna del adversario a modo de insinuación. La pelea venía luego, si el aludido no captaba la indirecta.
En el fondonoche, mientras velo el descanso de La Cente, recuerdo al muy bárbaro dél, y me cuesta no soltar la risotada. Ya os contaré de sus fazañas.

D.
Hace un día precioso de luz y temperatura, y tras una siesta matinal para recuperarme de la vela nocturna, decido tapiñarme un bocata en la Plaza del Jabalí Difunto. Bajo a la dura plazuela con una cascuta de salmón ahumado, aguacate, y tápenas. Me agencio al paso un tercio helado en el bar de los Biyís, por cumplir mi plan de hidratación. Con tales avíos, tomo asiento bancario bajo un aligustre en flor, y empiezo a quitarme la gusa y la seca.
Cercana corretea una babel de criucos. Las madres los pispan desde la terraza del bar,  aunque con cierto despego. Chirría algún columpio. Por fortuna, las sucias palomas están con sus piojos allá lejos, picoteando microcacas varias. Bien.
Dos moquitos fotocopios, que juegan haciendo pompas de jabón, derivan hasta mi vera y se estriban en el banco. Al punto, mojan los aros, inflan sus carrillos y soplan de morrito. Quedo dentro de una nube de burbujas.
Por hacer fiesta les tiro unos bocaos a las esferitas que me pasan cerca. No les acierto, pero bigote y barba se encargan de que lo parezca. Los nenupios se quedan con la copla. Yo exagero un tanto el gesto, y sigo haciendo que zampo pompas. Se mean de risa los gemelitos y empiezan a imitarme. Criaturas y criaturos cercanos, que se coscaron del payaseo y las carcajadas, vienen al lío y se monta un guirigay estupendo.
Como ya están en marcha los nenes, y yo acabé mi manduca, me aparto y voy a devolver el casco donde los Biyís. Muy a tiempo, porque alguna testa materna ya otea y frunce el hociquillo. Jopo d’aquí, Manolín, noseacosa.

L.
La cama del enfermo ingresado en Hospital, es un aparato multiplurimuchifuncional. Y cómodo, según dice La Cente. A cambio, el lecho del acompañante es de todo menos hospitalario. Seguro estoy de que lo inventó el mismo cabrón, enemigo de la humanidad, que patentó la moqueta rompepiernas que tapiza los pasillos en los recintos feriales.
Por el uso del tal jergón de eskay me duelen el diafragma, los gemelos, los trillizos, y los cuádriceps. También sumba mi cabessita, molehtiah traigo nel pescueso, rotulicas y tubillos mese quehan musho.
Malhayan diseñador, fabricante y comprador deste potro de tortura, que és suma de males todos sin mezcla de bien ninguno

M.
En la habitación, por un imponderable, rozamos un desastre que se conjura con calma, eje de trabajo, y rapidez de acción. Luego, ya todo en orden, me administro una ducha hirviente, que no es caso de caer en choque. No en mi turno.

X.
La Cente va a salir desta, como es su costumbre. Pero toda la noche, entre largas pausas, salen de su boca dos gorgoteos, y luego un silbido afilado. Este me inquieta, porque me suena como el llanto lejano de una chiquilla. Será por el duermevela que lo asocio así. No lo sé.

J.
Cerca anduvo La Señora, pero La Cente no cedió y superó la cuesta arriba. Cuando salgamos al diario mundo habrá que celebrarlo. Pero que muy mucho.

B.S.R.

Volvamos a escuchar a Franco Fagioli cuando canta: Vo solcando un mar crudele.

Manolodíaz.