Como un subidón de adrenalina, como un parto
Bueno, pues ya estoy por aquí otra vez. He vuelto a volver. Y aunque normalmente no suelo hablar mucho de mí misma (algo sí, ¿eh?, pero no mucho), creo que ahora sí lo voy a hacer, más que nada por dar una explicación a mi público (… si es que lo tengo).
Mi ausencia en esta ocasión se ha debido a una doble vida que he llevado durante unos meses, como trabajadora y como opositora. Afortunadamente, por esta temporada ya he terminado, pero, aviso, dentro de unos meses igual tengo que desaparecer de nuevo.
Se trata de convocatorias que han estado sin salir durante años, y ahora se agolpan, se solapan, se superponen, se adelantan unas a otras sin respetar necesariamente el orden cronológico… En fin, un lío; lío para las personas opositoras, que, como yo, ya no sabemos ni en cuántas convocatorias estamos inscritas, y lío para la Administración porque entre sacar nuevas, respetar plazos, crear bolsas de trabajo, etc. no da abasto.
Al final son procesos que se alaaargan, se dilatan mucho en el tiempo, no son ágiles ni cómodos, pero es lo que hay.
Como opositora es un estrés constante: se ha de encontrar el tiempo y las ganas de estudiar tras acabar una jornada laboral con un horario de 9 a 5 horas; se tiene que encontrar además un momento para conciliar (el sueño sobre todo, la familia y la casa también). Cuando ves que se acerca la fecha del examen tienes sentimientos encontrados: quieres que llegue pronto, que se pase de una vez, pero al mismo tiempo necesitas, deseas, tener más horas para estudiar, para un (pen) último repaso, te asaltan dudas de lo que sabes, de lo que no sabes también. Recuperas sensaciones de otras épocas (de la época juvenil) cuando creías que esa etapa la habías dejado atrás, que con sacarte una carrera ya habías estudiado todo lo que tenías que estudiar.
Solo que ahora ya no eres tan joven, no tienes un hábito de estudio, ni una memoria como los que tenías antes.
A ver, que estudiar, saber y aprender está bien, pero porque sí, sin tener que enfrentarte a una situación de examen. Y no digo que no se pueda hacer ni conseguir; sé de personas en mi misma o parecida situación que lo han conseguido, pero, oiga, que es muy duro. Ahora, cuando por fin llega el día y haces la pruebecita dichosa, y sales del aula, es como si de repente te diera tal subidón de adrenalina, que hasta te parece que lo has hecho bien y todo; o quizá sea como haber parido: ya está, ya lo he hecho, ya me lo he quitado de en medio. En ese momento te comerías el mundo.
Y, bueno, tan mal no me ha ido. La pega es que son pocas plazas, siempre son pocas plazas. Espero poder hacer honor al refrán de “quien lo sigue lo consigue”.
Memoria para todos.
Elena Rodríguez
Docente discente