Sorprenden las dificultades de la alcaldesa Begoña Carrasco para poner orden en el equipo de gobierno municipal y echar al ultra Ortolá.
En los mentideros políticos de Castelló y en sus medios de comunicación ha irrumpido con una fuerza inusitada en el último año la palabra ‘caraculo’, término que no figura en el diccionario de la Real Academia de la Lengua (RAE) pero que distintas páginas de Internet definen como “persona mal encarada o poco atractiva”. Se utiliza siempre de forma ofensiva y en una segunda acepción pretende ser sinónimo de “tonto” o “idiota”.
La política local también trae estas cosas que no acierto a comprender cómo se pueden gestar. Lo que está claro es que semejante sambenito no es plato de gusto para nadie y que incomoda sobremanera a quien le toca en suerte, máxime si el agraciado es un personaje público.
Será cosa de preguntarse si en esta vida todo tiene un porqué e invitar luego a la reflexión de quienes disponen de la capacidad de articular tamaña campaña y de aquellos otros que se ven obligados a sufrirla.
El continuo e incesante paso de vehículos, sin aparente control, puede convertir la céntrica calle Mayor en la Zona de Elevadas Emisiones de Castelló.
También me pregunto si la alcaldesa de Castelló, Begoña Carrasco, y sus socios ultras han convertido la calle Mayor en una Zona de Elevadas Emisiones, porque es la sensación que tengo a diario cuando la atravieso a eso de las diez de la mañana.
Antaño, cuando las cámaras sancionaban, el tráfico estaba restringido y de buena mañana pasaban autobuses, usuarios del parking, residentes y vehículos de reparto. Sin embargo, ahora la circulación de coches es incesante sin que a ojos del paseante se aprecien controles de ningún tipo.
Lo que sí se nota es la incapacidad de la primera edila para poner orden en el equipo de gobierno, en el que campan a sus anchas el concejal 134 de las multas, Cristian Ramírez, y dos regidores ultras como Antonio Ortolá y Alberto Vidal, excesivamente predispuestos a pisar charcos.
Por increíble que parezca, tres semanas después de la fechoría, Begoña Carrasco sigue sin echar del equipo de gobierno municipal al ultra Ortolá, a pesar de que el mismo día del asesinato de Mateo, el niño de 11 años de Mocejón, se apresurara a mentir para adjudicarle el crimen a un joven magrebí.
Sorprende que todo valga para la alcaldesa y que en Comercio deje hacer al ultra Vidal, que un día ataca a las suegras y otro saca unas bases de ayudas que dejan fuera a establecimientos afectados por las obras del centro.
No son pequeñas las tragaderas de la señora Carrasco, incapaz de meter en vereda al igualmente ultra Vidal. Cuesta entender que la primera edila no retire las competencias a quien un día activa una campaña de promoción del comercio local basada en el insulto y menosprecio del colectivo de las suegras y acto seguido monta un incendio político al publicar las bases de ayudas a los comercios afectados por las obras de la Zona de Bajas Emisiones.
¿Alguien puede entender que queden excluidos la hostelería y el sector servicios de la zona afectada, mientras se permite el acceso a las ayudas de comercios ubicados en calles en las que no se ha ejecutado obra alguna? ¿Todo vale en el reino de Begoña Carrasco?
Rafa García. Periodista
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