Con la venia: confesemos errores.
La noticia de la que nos ocupamos proviene de la revista Nature, y se contiene en un informe que firman dos arqueólogos de fuste.
Una cadena de TV recogió el dato y me lo hizo llegar, como a tantos otros.
Ni lo patrocinó, ni lo esponsorizó, ni lo mecenó, ni leches. Mea culpa.
De los dos arqueólogo susodichos uno es el indonesio Adhi Agus Oktaviana, y el otro el australiano Maxime Aubert, que además es geoquímico.
O sea que guiris son, pero no yankys como yo dije. Mea culpa.
Y ninguno de los dos es rubio. Mea máxima culpa.
Dicho lo cual entremos en materia.
La pintura del macareno de marras ya había sido encontrada y estudiada por el equipo citado en el 2017. Naturalmente investigaron la fecha de ejecución, mediante la lectura del decaimiento del uranio en torio. Dato obtenido en los depósitos de calcita que el tiempo pone sobre los pigmentos.
Y la respuesta fue que la obra tenía 45.500 abriles. Que no es grano de anís.
Pero al geoquímico del equipo -muy al tanto en lo que a técnicas de datación se refiere- le supieron a poco 455 siglos. Así que comentó la picajada con su colega, llegaron a un acuerdo, diseñaron un plan de acción para hacer una segunda lectura y…lo consiguieron.
Esta vez escanearon las series de uranio utilizando la ablación láser -que suena inquietante lo de la ablación- y el resultado retrasó la edad del cerdo salvaje y aledaños a 512 siglos.
Retraso este que elevó la pintura al primer puesto mundial de antigüedad. O sea, que no hay nada más viejo pintado en una pared por mano humana.
Inteligentísima jugada la de los guiris, porque hace que se respeten sus esfuerzos y se valore su dedicación.
Si se hubiera repetido la datación primera se confirmaría que estamos ante un equipo serio y valiente, de los que no temen una prueba de contraste y a ella se atienen.
En caso de obtener una fecha anterior -como felizmente ocurrió- se redacta un nuevo informe, se publica en Nature, y salta a primer plano el descubrimiento. Con lo que se dispara, muy merecidamente, el prestigio de ambos.
En verdad que estos párrafos me han salido un tanto oscuros, por la cosa de contar las tecnologías usadas. Pero en la próxima y última entrega analizaremos, en lenguaje coloquial, unos detalles de fondo que los titulares difuminaron.
B.S.R.
En esta ocasión, parece conveniente escuchar el Helicopter Quartet, de Stokhausen.
Manolodíaz.