Profesionales del Trabajo Social advierten: “El suicidio es frecuente y devastador; muchas veces no se puede predecir, pero sí prevenir”.
Hoy, 10 de septiembre se celebra el Día Mundial para la Prevención del Suicidio, una jornada en la que el Col·legi Oficial de Treball Social de Castelló se suma para resaltar una problemática que ha ido en aumento en la última década a nivel global, especialmente tras la pandemia. Esta realidad afecta a edades cada vez más tempranas, según profesionales que trabajan con personas en situación de vulnerabilidad y riesgo de suicidio.
Ana María Torres, trabajadora social y Jefa de la Unidad de Trabajo Social del Consorcio Hospitalario Provincial de Castelló, destaca que el suicidio es una tragedia que no solo causa un sufrimiento profundo a quienes pierden a un ser querido, sino que también deja una cicatriz emocional duradera en el entorno familiar. Aunque a menudo es impredecible, se puede prevenir.
Torres subraya que la prevención del suicidio es una responsabilidad compartida que requiere la participación activa de toda la sociedad. La clave está en implementar políticas y planes de prevención, así como en la formación adecuada de los profesionales en este campo. También es esencial que los medios de comunicación y las redes sociales aborden el tema con responsabilidad para fomentar la concienciación.
La trabajadora social confirma la tendencia ascendente en los últimos años, observando un aumento en los ingresos y visitas a urgencias relacionadas con trastornos de ansiedad, depresión, autolesiones, tentativas de suicidio y enfermedades mentales. Esta tendencia, que ya se veía antes de la pandemia, se ha intensificado tras ella.
Además, señala que la edad de aparición de estos trastornos está disminuyendo. Detectar y tratar estos problemas en etapas tempranas es crucial, ya que más de la mitad de las enfermedades mentales comienzan en la juventud. Una intervención temprana puede prevenir el desarrollo de estos trastornos en el futuro.
Las tasas de suicidio entre jóvenes de 15 a 29 años han aumentado en los últimos años. En 2022, se registraron 1.600 casos de conductas autolesivas o suicidas en centros educativos de la Comunidad Valenciana, casi cuatro veces más que en 2019, lo que ha llevado a la implementación de nuevos protocolos de prevención en estos centros. Sin embargo, el suicidio afecta a personas de todas las edades, culturas y grupos sociales.
Aunque la frecuencia de suicidios es casi tres veces mayor entre los hombres en todas las edades, los intentos de suicidio son más comunes entre las mujeres.
Las tasas de suicidio tienden a aumentar con la edad, siendo más elevadas entre los hombres a partir de los 45 años y entre las mujeres a partir de los 55. Las personas de la tercera edad presentan las tasas más altas de suicidio, aunque este problema a menudo recibe menos visibilidad en comparación con los casos en los más jóvenes.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) considera el suicidio y sus intentos como uno de los problemas de salud pública más graves, recomendando su atención prioritaria. Aunque ha sido un tema poco visible hasta hace poco, se requiere una respuesta adecuada. La prevención debe basarse en una comprensión integral, considerando factores de riesgo y protección, y fortaleciendo la cohesión social entre familias y comunidades.
Desde este enfoque, es fundamental implementar acciones coordinadas en los sistemas de salud pública, así como en los ámbitos sanitario, social, educativo, laboral, de seguridad y justicia. La salud mental debe ser considerada un componente esencial de la salud general.
Existen todavía muchos mitos en torno al suicidio que no ayudan ni protegen, sino que simplifican en exceso una realidad compleja. La experiencia de enfrentar una pérdida por suicidio es dolorosa, pero las creencias erróneas y los prejuicios sociales pueden agravar el sufrimiento.
Es incorrecto asumir que todas las personas que se suicidan padecen un trastorno mental o que todas desean morir. Las personas que intentan o consuman suicidio suelen tener una ambivalencia hacia la vida y la muerte; su principal deseo es liberarse del malestar emocional que sienten. Querer morir indica un profundo sufrimiento emocional, pero no necesariamente un trastorno mental.
Explica Ana María Torres.
La conducta suicida es el resultado de un sufrimiento emocional interno y es un problema multicausal que involucra factores psicológicos, sociales, biológicos, culturales y ambientales. Factores de riesgo personales, como haber sufrido maltrato o abuso, o factores sociales, académicos, laborales y socioeconómicos, pueden contribuir a este problema. Muchos de estos factores son potencialmente prevenibles y pueden ser reducidos mediante una identificación temprana y un tratamiento adecuado.
Contrario a lo que se suele pensar, el suicidio sí puede ser prevenido.
La evidencia demuestra que el porcentaje de casos en los que no se observaron síntomas, factores de riesgo o indicadores previos es muy bajo.
Otro mito falso es la creencia de que hablar sobre el suicidio aumenta el riesgo de hacerlo. El estigma en torno al suicidio es tan grande que muchas personas con pensamientos suicidas no saben con quién compartirlos. Hablar sobre el tema puede ser una oportunidad para prevenirlo, ofrecer una nueva perspectiva y facilitar la búsqueda de ayuda.
Ana María Torres añade que en un día como hoy, el mensaje principal debe ser la necesidad de «seguir eliminando los tabúes asociados a la salud mental. Es crucial normalizar la conversación sobre la depresión, la ansiedad, el estrés y los traumas. Verbalizar los problemas para solicitar ayuda y seguir el tratamiento profesional es esencial.»
«Invertir en salud y bienestar es invertir en una vida y un futuro mejor. El cambio de tendencia es posible, y el Trabajo Social debe desempeñar un papel crucial en la prevención e intervención, con nuestro buen hacer y ética profesional», concluye.