Con la venia: ¡Qué susto!
Estoy que no me llega la camisa al cuerpo, porque ya se lo que nos espera; como cada diciembre tropezaremos con esa maldita fruta de temporada que crispa el perineo y adyacentes. Y pasaremos por la misma torturita anual.
Me refiero al Pseudo Erudito Tocatestes (en adelante PET), el cual suele ser un ejemplar de Machito Pirúlez -imbuido de ilustre notario del ilustre colegio- que para dejar clara su sapiencia y nuestra ignorancia, nos empesta con unas supuestas verdades -no solicitadas- con las que justifica su desprecio por la Navidad, procurando contagiarnos su mal rollo.
Suele empezar su perorata con una «originalidad» que lo delata: ¡¡Feliz lo que sea…y todo eso que se dice!!
Si en este momento no huyes o le cambias el tema, se engorila y te habla de lo ocurrido hace 2024 años, recitando una estupefaciente versión de la historia navideña.
Para empezar mantiene que, según las últimas investigaciones, el Niño no nació en diciembre. El día D fue el 6 de junio.
Menos mal que no señala a los idus de marzo.
A continuación niega que el acontecimiento ocurriera en Belén. Asegura que fue en una pedanía, de cuyo nombre no puede acordarse ahora mismo -ni nunca- pero que en Belén ni de coña.
Luego se acomoda al morro una sonrisita -sarnosita ella- para informarte de que en el año 0007 tuvo lugar el nacimiento del que hablamos, y no antes. Según dice, está probado por el profesor Bond de la Universidad de Colorado.
Y no para aquí la cosa.
Como el PET que te toque en suerte tenga ribetes de leído, se apoyará en Hechos 9: (4-9) y proclamará que a Saulo de Tarso -convaleciendo del barrigazo que se dio al caer del caballo- se le ocurrió un plan de apropiación de las fiestas Lupercales romanas, para afianzar el incipiente cristianismo. Y dese plan derivó la Navidad, chaval.
Chúpate esa.
Claro que puede empeorar, porque si el quídam es mas bien vulgarote te asegurará «quel Cortinglés inventó la Navidás.»
Él lo pronunciará así, y se quedará tan fresco. Y tú dodecacofónico y sumido en el aburrimierdo.
No tengo un remedio para borrar del mundo al PET, es nauseabundo e irreductible, y durará para siempre. Pero…
…hay un antídoto para recuperar el ánimo, cuando por fin se marcha el coñazo de tío este del que hablamos. Es un proceso largo, pero alegre y sencillo. Os doy pistas.
En estos próximos días vestíos de largo, de corto, de conejito chillón, o de abeja yaya.
Bebed en abundancia de lo que os pete. Sea Krug Imperial en tetrabrik, Don Simón Gran Reserva o Pipí de París.
Acabad con los chuchis, los montaditos, los mariscos, el besugo thailandés, el chuletón japono, y los turrones de chorizo. Y mirad a ver si quedan polvorones.
Cantad los consabidos villancicos, la parrala, la traviata, tangos reos, la lista de los reyes godos, el himno de Riego.
Bailad la conga, el rocanrol más burro, el poppy más cursi, el bolero más calentorro, y no olvidéis de perrear un poco ante los abuelos, que os dirán que eso es charlestón y ellos lo inventaron.
Repartid besotes y abrazotes y cucamonas y pellizquitos. Guiñad el ojito izquierdo a quien no lo espera.
Aguantad, con una sonrisa, que os pongan el ojo derecho a la funerala.
En definitiva: celebrad que estáis vivos hasta caer rendidos.
Y mañana al mediodía, negociad la resaca con café, ducha y un trago…y empezad de nuevo.
Porque no importa, ni es necesaria excusa alguna. Sea cierta, falsa, religiosa, costumbrista, consumista, familiar o mediopensionista…¡Es fiesta y hay que disfrutarla!
Os la deseo larga, tremenda e inolvidable.
De música ponéis la que os de la real gana. Y a toda leche.
Manolodíaz.