Auténticos recuerdos ( 1 )

Auténticos recuerdos ( 1 )

Con la venia. O sin ella, que igual da más espiz.

 

La Caravana se componía de un añoso bus diésel de cincuenta plazas y, como escolta, docena y media de carros. La mayoría de tercera mano.

Ni que decir tiene que, a bordo destas chatarras repletas de castelloneros, graueros, benicenses y etceteráos, también viajaban -y se usaban- generosas cantidades de licores varios, así como costo y morisqueta suficientes para dejar catatónico al ejército turco en pleno.

Éramos lo que entonces se llamaba una Basca Selecta en Busca de Fiesta.

El viaje fue movidico pero solo citaré una anécdota dél, por ilustrar el ambiente de la cosa, mayormente.

A saber: teníamos previsto parar en uno de los desayunaderos de Motilla, para tapiñar de los bocatas grasupientos que le han dado fama al lugar y -en llegando al pueblón- entramos al párquin más ganso que vimos, con los loros soltando rocanrol del güeno y rumbas catalanas a toaleche.

Nos prometíamos una escala reparadora y llena de contento, pero de los clientes que poblaban el aparcadero ya recibimos mala onda. Caras hoscas, comentarios masticaos, y miradicas asesinas no nos faltaron.

Supongo que, además de las pintas y el estruendo, también contribuyó al mosqueo general el hecho de que soltábamos un pestasso de cohoneh, compuesto por el tufo de gasoiles mal quemaos, humazos de porros mil, y efluvios de potas de ventanilla resecándose en las carrocerías.

El caso es que algún alma buena le dio el toque a la dirección del asadero.

En un tris se nos presentó el dueño del negocio -en compañía de dos pívots mesetarios malascaras- y fuimos advertidos de que no se nos admitiría en el local ni pagando en colorao.

Luego, el payote hostelero añadió una -nada velada- amenaza de aviso al cuartelillo de la Benemérita.

Esto último a ninguno de nosotros convenía y, tras un breve parlamento, decidimos olvidar los cachos de gorrino requemao, pirarmos, y que no hubiera ná.

Bueno algo sí que hubo, porque recitamos vociferios sobre el mesonero, su familia, su negocio, sus clientes y el pueblo entero en peso.

Pero al fin, empuñando volantes, botellas y canutos, volvimos a ejercer de nómadas vocingleros, dispuestos a acabar la travesía que nos hacía tanta ilu.

De la que por cierto aún no aclaré el porqué, pero ahora lo arreglo.

Resulta ser que cuatro músicos -paisanos y amigos nuestros- empezaban a despegar en el panorama del llamado Pop Nacional, y tenían una actuación importante en la sala El Sol.

Naturalmente los colegas decidimos que apoyo no les faltaría y, para asistir al evento y jalear lo que pudiéramos, montamos la Caravana Feliz camino de Madriz.

Ahora que ya sabéis el motivo del desplazamiento, y la calidad de los prendas que lo emprendimos, os diré que el mítico Madriz al que llegamos, nos cortó de golpe el notable pedo que llevábamos.

Estaba toda la urbe rellenita de Policía -Grises aún, creo recordar- que exhibían el armamento con gesto adusto y cara de muy mala ostia, rondando alrededor de sus Lecheras, que estaban quietas pero tenían los pirulos y el motor en marcha.

Para más desconcierto, los Zetas pasaban a toavirolla, dándonos sustos con el hiriente Píímpón-Píímpón que usaban entonces como sirena.

Y la gente caminaba rápido, con los caretos tensos, mirando continuamente en derredor, dando más cuellazos que una oca.

Total, que había en Madriz un mal ambiente del copón, porque mucha policía da poca diversión.

Temiendo patinar como aguilillas, y caer en una ruina tonta, paramos, piulamos, y decidimos desperdigarnos.

Unos cuantos rumbamos a la Pensión prevista.

El resto se najó a los queos de fortuna de la calle Ballesta.

Los Pensioneros, tras instalarnos, bajamos a la sala-bar-comedor, pedimos café pa despejarnos el tarro, y preguntamos a La Dueña qué carajo estaba pasando en la ciudad.

Nos miró como si viera una delegación de verdes paletorros marcianos.

Luego quiso saber de donde veníamos y a qué.

Cuando la informamos soltó la risa y -atragantándose-  sacudió el guindo, y nos hizo caer dél.
Nos dimos tremenda culá.
Madriz estaba en alerta policial completa.
Hacía tres días del Tejerazo.

La banda sonora desta entrega no puede ser otra que El Abuelo, cantada por Los Auténticos.

Manolodíaz.