Con la venia: seamos concisos.
Mañana reemprendes tu viaje.
Ese que te gusta tanto: enorme en su distancia y larguísimo en tu ausencia.
Lo comenzaste siendo tan joven que tu seguridad nos inquietaba -mucho- a los que te queremos.
Pero pronto nos quitaste el susto: cada vez que volvías estabas más firme, con la voz más clara y el paso más seguro.
Traías saberes nuevos, destrezas asombrosas y el sentido de la realidad más afinado.
Y lo hiciste sin perder ese eje de alegría que te acompaña desde tu niñez.
En estas semanas que has pasado entre nosotros, hemos disfrutado de abrazos, risas, buenas copas, reencuentros alegres y situaciones cómicas.
Tampoco nos faltaron conversaciones serias sobre asuntos que requerían atención.
Ni momentos emocionantes vividos con certeza y sin drama.
Es decir, que durante este tiempo juntos nos hemos enfocado en disfrutar de tu compañía, y ahora tenemos nuevas y magníficas anécdotas que -cuando nos volvamos a juntar- recordaremos con cariño.
Y serán puntales para el ánimo mientras estemos separados.
Ahora debes marchar, porque hay un puerto que te espera.
Te sabemos firme y capaz gobernando tu timón.
Por tanto, solo nos queda desearte la buena mar y el mejor viento.
Salud tengas y feliz jornada, hija querida.
Cuídateme.
Sea el comentario musical la brava versión que Nina Simone hace de My Way, que cuadra mucho hoy.
Manolodíaz.