Con la venia: últimamente he faltado a esta cita semanal.
El horario de mi nuevo trabajo, que es un jodío laberinto, y el alto nivel de atención que necesita la tarea, me retensaron y quedé tetanizao de músculos y disperso de ideas.
Aún así intenté teclear al menos una entrega; pero fue inútil. Los párrafos que escribí parecían las ruinas de un matadero ilegal.
Pero mal que bien ya le voy negociando las curvas al circuito, así que hoy os contaré una inesperada consecuencia deste curro. Resulta ser que -como mi faena es estar en las brasas- cuando acabo el turno mis tonos musculares y mentales están en atonía. Es decir, que cuando rindo la guardia no valgo ni pa’ taco de escopeta.
Tanto es así, que se me ha vuelto normal ir a comprar -siempre al límite de que cierre la Tía Mercapona- liarme el palangre yo solito, y llegarme al queo con un paquete de pilas y una botellica de citronela como todo alimento.
Por sacarle punta a la situación, diré que deste zipizape he obtenido tres alegrías. Primus: se me está quedando un tipazo que es la envidia de mis compañeros de bachillerato, los cuales ahora suelen verse panzones, con culos huesudos y paticas de alambre. Secumdum: he merecido un par de inspecciones oculares femeninas que acabaron en sonrisas de aprobación. Tertio: no gasto un baró en Almax nocturno. Mayormente porque no ceno.
Contento me tienen estos logros, peroporsi estoy buscando en Las Redes alguna secta -ultraortodoxa ella- que prohíba a sus adictos cenar bajo pena de pateo inguinal difundido por Tiktok.
Hago esta pesquisa, que no dudo tendrá éxito, para alistarme en las filas de la secta susodicha como autoengaño de refuerzo. No quiero que -acostumbrado ya al ayuno nocturno- un monazo de hambre tonta me levante de la cama en busca de condumio.
Seguro estoy de que acabaría en el bar del Sinosierto, deglutiendo una tapa de albóndigas fósiles y bebiendo birra tibia -porque ya recargaron la cámara- mientras el microdueño recoge la terraza y sonríe sarnosamente. Y por ahí no paso.
Apelo a vuestra comprensión en estas horas de ostinencia, de cuyas consecuencias -si sobrevivo- os iré informando en próximas entregas.
B.S.R:
Escuchemos «Lily was here» a cargo de Candy Dulfer y Dave Stewart.
Manolodíaz.