El tornillo sin fin del aprendizaje

El tornillo sin fin del aprendizaje

Aristóteles dijo: “El ignorante afirma, el sabio duda y reflexiona”. Nos faltan más actitudes aristotélicas en el mundo y menos chorradas en redes sociales.

 

Entrado el verano y con este calor, da pie a reflexionar sobre estos tiempos mutantes en los que vivimos y en la que avanzamos acelerados, en constante cambio y “evolución”, donde el aprendizaje se ha convertido en un proceso adaptativo, en una necesidad, dado que es un proceso continuo comparable a un tornillo sin fin que nos impulsa a través de las diferentes etapas de la vida.

En la práctica, el tornillo sin fin, perfeccionado por Leonardo da Vinci a partir de las experiencias previas de Arquímedes, es un ingenio mecánico notable. Sin embargo, en este artículo de opinión me refiero al tornillo sin fin del aprendizaje que se manifiesta de diversas formas. Desde la cotidianidad hasta los misterios de la vida; desde las experiencias de maternidad y paternidad a las experiencias cumbre o cursos de mejora y capacitación curricular; desde aprender a cocinar, a meditar, informática, economía, historia del arte, idiomas; pasando por la educación en escuelas de adultos, las enseñanzas on line, los juegos, la bibliografía científica de las publicaciones académicas en las Universidades y su APA 7 o el maravilloso mundo del arte y la música. Las oportunidades para aprender están en todas partes.

Las tecnologías digitales, bien utilizadas, facilitan de una forma exponencial el acceso al conocimiento, permitiendo a personas de todas las edades y antecedentes acceder a recursos educativos y actualizarse constantemente, porque como Aristóteles dijo: “el ignorante afirma, el sabio duda y reflexiona”.

Nos faltan más actitudes aristotélicas en el mundo y menos chorradas en redes sociales.

La arcaica noción de que el aprendizaje se limita a los años del colegio y universidad ha quedado obsoleta. Actualmente para muchas personas la formación continua personal puede ser una necesidad para, disfrutando del proceso, aplicar o entender mejor cualquier materia o habilidad de la vida en ese fenómeno llamado realidad, porque estudiar por obligación es duro, pero aprender motivado es hermoso.

El concepto de «aprendizaje a lo largo de la vida» no es nada novedoso, pero últimamente está siendo estudiado y defendido por diversos autores y organismos internacionales. La UNESCO nos dice que el aprendizaje no se limita solamente a la educación en las aulas y formal, sino que abarca todas las etapas de la vida y se realiza en múltiples culturas, geografías y contextos, incluyendo el hogar, el lugar de trabajo, las amistades y la comunidad, pues nuestro mundo está en una “constante evolución”.

Hace unos años, a las orillas del río Ganges, una amiga me nombró la importancia del Kaizen, que es un concepto japonés que se compone de dos sinogramas en su escritura japonesa que significa “bueno” y “cambio”. Actualmente, Kaizen se refiere a un sistema de mejora continua en el que las pequeñas pero constantes mejoras, acumulan tras de sí grandes beneficios a largo plazo en todos los ámbitos de la vida y sus aplicaciones seiri, seiton, seiso, seiketsu, shitsuke.

Uno de los psicólogos más influyentes en el estudio del aprendizaje y el desarrollo cognitivo es Jean Piaget, quien describió cómo los individuos atraviesan diferentes etapas de aprendizaje a medida que maduran. Otro referente en este campo fue Vigotsky, quien a pesar de morir joven, tuvo tiempo de formular su teoría del aprendizaje en la cual hay dos conceptos clave: la zona de desarrollo próximo y la mediación. La zona de desarrollo próximo se refiere a la brecha entre lo que una persona puede hacer de forma independiente y lo que puede hacer con la ayuda de alguien más. Es en esta zona en la que trabajamos cada vez que realizamos aprendizajes a lo largo de la vida, tanto de forma autodidacta y autónoma como cuando recurrimos al acompañamiento de mentores, profesores o expertos en el tema que nos provoca la curiosidad de aprender.

Otro autor de referencia sería Peter Senge quien, en su obra La quinta disciplina, nos dice que las organizaciones que aprenden son aquellas que sobreviven y prosperan. Senge nos destaca que el aprendizaje debe ser un proceso continuo y sistemático, tanto a nivel individual como organizacional, fomentando una cultura de mejora constante y adaptación. Dicho de otra forma por Alvin Toffler,

Los analfabetos del siglo XXI no serán aquellos que no saben leer y escribir, sino aquellos que no puedan aprender, desaprender y reaprender.

Para F. Nietzsche es imposible el aprendizaje y conocimiento de la realidad en sí misma, pues toda afirmación, toda creencia, toda teoría del mundo, depende del punto de vista de la persona que la ha creado, a lo que el contemporáneo Mario Alonso Puig le daría un toque de positivismo y sobre cómo aprender a ser felices y a encontrar el sentido en lo que hacemos para alcanzar nuestras metas. En algunos círculos se abre un interesante debate sobre si es necesario tener las necesidades básicas cubiertas desde la perspectiva de Abraham Maslow para adquirir un aprendizaje completo y autorrealización o si, por el contrario, es mejor tomar el ejemplo de vida del escritor alemán Eckhart Tolle quien, su obra, El Poder del Ahora, nos da otra perspectiva al vivir siendo un sin techo en una época de su vida.

Desde la aportaciones de Howard Gardner, quien propuso la teoría de las inteligencias múltiples, y alegó que la humanidad requería el desarrollo de diferentes estilos de inteligencia y que era la capacidad de solucionar problemas o elaborar bienes valiosos. Desde la visión académica del aprendizaje tenemos la perspectiva conductista y la cognitivista que nos da esta disgregación con diversos tipos de aprendizajes, tales como el aprendizaje asociativo, el aprendizaje cognitivo, el aprendizaje social, el aprendizaje constructivista, el aprendizaje no asociativo, el aprendizaje motor, aprendizaje verbal, el aprendizaje emocional, el aprendizaje impronta. El menos estudiado por el imperante paradigma científico sería el aprendizaje intuitivo y también tenemos el aprendizaje significativo, ese gran olvidado en las aulas. Sobre estos aprendizajes podría aburriros con otro artículo o una tesis, pero no es la intención.

En uno de sus libros, Bill Gates se preguntaba:

¿Dónde está la inteligencia, en el usuario o en el sistema informático?

La agigantada implantación de las nuevas tecnologías y la inteligencia artificial (I.A.) nos abren una prolífica e interesante reflexión para un próximo artículo.

Está muy bien conocer las teorías de Piaget o saber los avances en campos como la física, la astrofísica, las aplicaciones en diversas ingenierías, pero sin obviar el aprender sobre agricultura y dietética, saber cocinar, la gestión del tiempo y de las emociones, como nos recordó el poeta Fito:

El colegio poco me enseñó, si es por el maestro, nunca aprendo… todo lo que sé me lo enseñó una bruja.

El equipo docente hace lo que puede, pero la bruja se refiere a la vida, que nos enseña infinidad de habilidades y aprendizajes, pues es esa navegación hacia el descubrimiento, la curiosidad y esa incertidumbre la que nos mantiene vivos, creativos y útiles. Puede ser un tiempo efímero para la exploración, ilustración y experimentación, el disfrute de esa libertad tan necesaria para avanzar hacia tu pleno potencial, que es como la utopía en el poema del admirado Eduardo Galeano: “La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte corre diez pasos más allá. ¿Entonces para qué sirve la utopía? Para eso es la utopía y el aprendizaje, sirven para caminar en una dirección”.

El aprendizaje también es ser capaz de vivir en entornos nuevos y desconcertantes.

Mantener tu alma en constante búsqueda de conocimiento y estímulos para huir de la enfermiza rutina o, mejor aún, trascender la visión etnocéntrica y descubrir tu Ikigai, recuperado de la cultura japonesa, que es la fuente del valor y las cosas que hacen que la vida valga la pena, el sentido de la vida. Ese conocimiento nos resitúa en otros niveles de comprensión y actitud.

Es un viaje sin fin y entendemos que nunca dejamos de aprender, nos adaptamos a este ciclo de continuo aprendizaje que es de vital importancia para nuestro crecimiento personal y, sobre todo, para enfrentar los desafíos de un mundo en constante cambio. El tornillo sin fin del aprendizaje nos impulsa hacia la vida, recordándonos que siempre hay más por descubrir, otra forma de mirar y entender para aplicar en nuestras vidas porque, con una actitud amorosa y despertando tu potencial, te abres a un mundo de infinitas posibilidades…

Donis Montesinos, Bombero Helitransportado de Generalitat y estudiante de Psicología.