Nos hacemos intolerantes a los imprevistos, a que algo no funcione como corresponde.
Estamos tan acostumbrados al bien vivir, a que todo funcione como cabe esperar, que no solemos ni sabemos tolerar los fallos y los errores que, a nuestro pesar, siguen existiendo. Me quiero referir, entre otras, a la caída de una actualización de Microsoft que hace unos días provocó un desastre en los aeropuertos. Si ya de por sí el tiempo en esos lugares no pasa (esos tiempos muertos de esperas para todo: para facturar, para embarcar, para despegar, para recoger la maleta…), me puedo hacer una idea de lo que debe ser la desesperación de no saber cuánto más se va a demorar.
Puedo recordar algo parecido, pero no en avión, que me pasó el año pasado para ir desde Castellón a Santiago en tren: para empezar, una avería en la estación de Valencia no permitía ni la entrada ni la salida de más trenes. Esto tuvo el efecto colateral y final de perder el enlace del tren que partía desde Madrid rumbo al norte. Colas en todas las oficinas de reclamaciones de las estaciones, gente que las llevaba más dignamente que otra (algunos amenazando con llamar a la policía, o solucionar por sí mismos el problema), paciencia infinita de taquilleros y viajeros en general salvo el caso anterior. Resultó que todas las letras pequeñas que no solemos leer incluían excepciones a la devolución o al cambio de billete (moraleja, la letra pequeña hay que leerla siempre aunque creas que no te va a pasar a ti). Pero bueno, creo que esto nos habrá pasado a casi la mayoría de mortales.
Entre nosotros, creo que la persona encargada de hacer la dicha actualización (me refiero a la grande, a la de Microsoft) debe estar pasándolo un poquito mal.
Otra de las cosas que “a veces” ocurre son los cortes de luz que, sobre todo, y casi como norma general, se producen en la época estival por esta zona que habitamos. Sin ir más lejos, la semana pasada se fue la luz al menos un par de veces en el mismo día. La teoría de muchos es que claro, que como vienen los veraneantes… No sé si tendrá que ver, pero veraneantes hay y ha habido por estos lares desde hace años, ya era para que pudieran haber revisado la central que suministra la electricidad y haber hecho alguna ampliación que otra. Porque, aparte de que no debe ser buena esa caída y posterior vuelta y posterior caída y posterior vuelta para los electrodomésticos, es que se desconfigura la hora en todos, y, oye, que tienes que ir uno a uno poniendo la que es; luego, así pasa, que ninguno marca la hora correcta, jajaja.
De todas formas, si esto (los apagones) se da hasta en París, y están en plenos Juegos Olímpicos, hasta me parece un mal menor que nos pase por aquí.
A leer, a leer, la letra pequeña también.
Elena Rodríguez
Docente discente