Hablando se entiende la gente, hablando se entretiene la gente, hablando se enriquecen las personas.
De “tota la vida”, han proliferado en nuestra ciudad las tertulias, los “cambios de impresiones” y el intercambio de conocimientos, desarrollándose tradicionalmente en variopintatipología de lugares: reboticas, hornos, casas, “masets”, alquerías, centros sociales y culturales, ateneos y casinos.
Pide la intelectualidad, pero también el pueblo llano, en el que podemos incluir, empresarios, trabajadores, profesionales liberales, políticos y demás colectivos; “espacios” para hablar, debatir, analizar, valorar e incluso intercambiar conocimientos o simplemente “filosofar”.
Unas tertulias o debates cordiales que siempre son enriquecedores, aunque solo sea para conocer la auténtica “verdad” de nuestro interlocutor.
Y es que una de las posibilidades que nos da vivir en sociedad, es la de intercambiar verbalmente, tanto sea de un modo formal como distendido, nuestras vivencias, pensamientos, dudas, informaciones o porque no sensaciones. Tanto sea del quehacer diario como de las grandes pasiones.
Es positivo y necesario socializar.
Este intercambio de información y opiniones, exige, eso sí, de unas pautas básicas de comportamiento. Puede ocurrir que la disparidad de criterios nos lleve a duros enfrentamientos, pese a no ser lo ideal. Una agradable conversación, independientemente del nivel y calidad de las personas, exige de una gran dosis de tolerancia, para aceptar (que no siempre compartir) todas las opiniones, pluralismo para respetar los diferentes puntos de vista o convicciones y por supuesto el máximo rigor posible sobre las informaciones compartidas.
Las temáticas serán y así debe ser, de lo más variado que podamos imaginar, aunque siempre nos encontraremos, en función de los interlocutores, temas estrella. Sea arte, motor, filosofía, política, poesía, descubrimientos científicos, futbol (antes toros), e incluso “crónica rosa” y más, muchos más temas. Esa es la grandeza de la verbalización y la comunicación.
Los formatos, a discreción de los contertulios, desde la conferencia con posterior debate, pasando por mesas redondas y foros abiertos, hasta las más habituales como son las conversaciones de sobremesa o la “reina”, que en nuestros lares conocemos como tertulia.
En todas ellas encontramos la posibilidad de documentarnos y opinar sobre todo tipo de cuestiones, encontrar personas interesantes, incrementar los lazos de relación y amistad y por supuesto mejorar nuestros conocimientos y puntos de vista.
Pero…y esta es la gran pregunta de real y frenética actualidad, hoy en día ¿Dónde, cuándo y cómo?
La modernidad, nuevas tecnológicas y lo que llamamos las redes sociales, nos proponen e invitan a desarrollar un tipo de formatos de intercambio de opiniones que aportan agilidad, cosmovisión, cantidad ingente de información, etc., pero que también plantean problemas como la falta de comunicación directa. Privándonos así del autentico debate, la parquedad de los mensajes y la excesiva falta de rigor en muchas de las aportaciones. La comodidad de los hogares y la facilidad de acceso a “las pantallas”, hacen que las antiguas estructuras se vean fuertemente debilitadas.
Tenemos que aceptar la realidad y la modernidad, pero no por ello renunciar a otros formatos. La posibilidad sigue abierta, aunque para recuperar su espacio necesita de reconversión, adecuación y potenciación.
En este momento podemos acudir a la oferta académica de nuestra universidad y centros de educación secundaria, que lo intentan de una forma reglada, aunque con escaso éxito, También a los foros, asociaciones e instituciones sociales o cívicas. Situaríamos aquí, desde sociedades gastronómicas, clubs, “collas”, bares y terrazas, hasta alguno con trayectoria centenaria. Queda para el olvido, el casino agrícola, el mercantil o locales públicos como “el Tafolet” o “el Borsalino”. Pero aún podemos disfrutar de uno de los pocos espacios con auténtica solera en la capital y provincia, como es el Casino Antiguo, actualmente Real Casino Antiguo de Castellón, sociedad privada propietaria de en uno de los edificios patrimoniales más importantes de nuestra ciudad. Que hoy en día, cuenta también con programación abierta a todo el público, pero que mantiene espacios exclusivos para sus socios.
Dicho sea de paso, todo persona de bien que quiera ser socio/a y conocer las particularidades de la entidad, lo puede hacer sin ningún problema.
Hago aquí un pequeño paréntesis para dejar encima de la mesas unas de dudas sobre estas cuestiones. La sociedad castellonense reivindico durante décadas una Universidad como elemento fundamental para la mejora profesional, social e intelectual de nuestra provincia. Hoy es una realidad que supera los treinta años, con casi 14.000 estudiantes por curso. Pero la implicación diaria con su entorno, y la complicidad con la sociedad castellonense, ¿Dónde la encontramos?
Se imaginan respetados lectores, que las diferentes entidades e instituciones lúdicas, cívicas, sociales y culturales locales, (ajenas a la Universidad pero necesarias en una formación integral), estuvieran “plagadas” de miembros de la comunidad universitaria en sus actividades.
Mas, ¿Cómo explicar a los alumnos las bondades de integrarse y participar en los diferentes foros, conferencias, mesas redondas, tertulias culturales, conciertos, exposiciones, que ofrece la ciudad y la provincia, si ni los propios profesores practican dicha participación?
En fin, retos de la sociedad castellonense que necesitan adecuarse a los nuevos tiempos y demostrar que estos y aquellos, “valen la pena” por todo lo que significan y ofrecen y sobre todo hacerlos atractivos para que las nuevas generaciones puedan practicarlos, vivirlos y disfrutarlos.
Miguel Angel Mulet i Taló