La falta de respeto a las medidas de seguridad en las piscinas públicas puede tener consecuencias graves.
Las piscinas públicas son espacios recreativos que brindan un escape del calor del verano y permiten a las personas disfrutar de momentos refrescantes. Sin embargo, a pesar de los esfuerzos de los administradores por garantizar la seguridad de los usuarios, cada vez es más común presenciar una falta alarmante de respeto hacia las medidas de seguridad establecidas. Esta tendencia preocupante pone en riesgo la integridad física y la vida de quienes acuden a estos lugares en busca de diversión y relajación.
Uno de los problemas más recurrentes es el incumplimiento de las normas básicas de seguridad establecidas en las piscinas. A pesar de los letreros que indican la prohibición de correr alrededor de la piscina, muchas personas hacen caso omiso de esta advertencia y se lanzan a toda velocidad, aumentando significativamente el riesgo de resbalones y caídas. A estos casos se le suma el hecho de poder caer sobre otro usuario que disfruta de su baño y provocar un accidente grave.
La tan conocida «bomba» que consiste en tirarse de golpe con las piernas recogidas y rodeadas por lo brazos para lanzarse y provocar el estallido del agua es otra de las prohibiciones por el consecuente riesgo que supone para el propio usuario y el resto de personas que disfrutan de la piscina.
Además, la falta de respeto a las normas de higiene, como no ducharse antes de ingresar al agua, puede contribuir a la propagación de enfermedades y contaminar el entorno o lo que es peor; padecer una hidrocución.
Los dispositivos de flotación, como los flotadores y las colchonetas inflables, son populares entre los usuarios de piscinas. Sin embargo, su uso inadecuado puede representar un peligro significativo. Muchas personas se suben a estos dispositivos en grupos grandes, excediendo su capacidad de carga y provocando situaciones de hacinamiento. Esto impide la visibilidad de los socorristas y puede dificultar el rescate en caso de emergencia. De ahí que su uso esté prohibido en las piscinas municipales pues el socorrista pierde visibilidad en el caso de que alguien estuviera en una situación de peligro.
Igualmente están prohibidas el uso de caretas de buceo y aletas en piscinas ya que pueden resultar especialmente problemáticas. Al cubrir la nariz y la boca, las caretas dificultan la respiración y aumentan la probabilidad de ingestión de agua, lo que puede llevar a situaciones de pánico y asfixia. Asimismo, las aletas pueden proporcionar una sensación de seguridad excesiva a los nadadores inexpertos, lo que los lleva a aventurarse en áreas más profundas de la piscina sin la habilidad o el conocimiento adecuados.
Además, tanto las caretas de buceo como las aletas crean un entorno inseguro para el resto de usuarios que pueden recibir golpes fortuitos que les lleven a una situación de peligro. Incluso con el uso de caretas de baja calidad, puede producirse la rotura del cristal, que en caso de no ser templado, provoca el riesgo de cortes y un fondo del vaso lleno de cristales, con la consecuencia de tener que realizar un vaciado de la piscina para su limpieza. Tampoco es factible el análisis por parte del personal de que caretas son apropiadas y cuales no.
La falta de respeto a las medidas de seguridad también se manifiesta a través de comportamientos irresponsables por parte de algunos usuarios. El consumo excesivo de alcohol en las piscinas es una práctica común que compromete el juicio y aumenta el riesgo de accidentes. Asimismo, algunas personas se dedican a lanzar objetos pesados o realizar saltos peligrosos desde los bordes de la piscina, poniendo en peligro su propia seguridad y la de los demás.
Cabe destacar, la falta de civismo por parte de algunas personas ante ciertas prohibiciones de comer fuera de las áreas habilitadas para ello. A pesar de exponer en zonas visibles de las instalaciones las «Normas de Seguridad de las Piscinas», algunas personas no hacen caso a recomendaciones tan básicas como esta. Esta prohibición está basada en el serio problema de aparición de insectos o roedores que buscan restos de comida en las instalaciones.
Otra de las actitudes por parte de algunos usuarios es la de creer que el socorrista o la socorrista están ahí para hacer funciones de «personal de guardería«. No, no es su cometido. Los y las socorristas desarrollan labores de prevención y velan por el cumplimiento de las normas establecidas así como la realización de primeros auxilios sanitarios en caso de ser necesarios. Salvaguardando la integridad de todos los usuarios/as que acceden a las instalaciones.
La falta de respeto a las medidas de seguridad en las piscinas públicas puede tener consecuencias graves. Desde lesiones leves como resbalones y contusiones, hasta casos más extremos como ahogamientos o accidentes graves, los peligros son reales y deben tomarse en serio.
Los usuarios deben ser conscientes de que su comportamiento irresponsable no solo pone en riesgo su propia seguridad, sino también la de los demás. Es responsabilidad de todos seguir las normas establecidas y fomentar un ambiente seguro y agradable en estos espacios recreativos. Solo a través del respeto y la responsabilidad compartida podemos garantizar la protección y disfrute de todos los usuarios de las piscinas públicas.
Pepa Sanz – Señora de Feroz.